Cerca de la medianoche, en la
plaza de la Constitución de Cazorla, nos reúnen a todos los participantes del
Ultra Trail Bosques del Sur. La jaula – en realidad delimitada por una cinta de
balizamiento- se antoja pequeña para el número de corredores que nos
congregamos allí. La hora se echa encima y los pertinentes controles de
material deben dejar paso a una mera comprobación de dorsales.
Llegada la medianoche, el sábado comienza con el arranque de
la carrera. El grupo se estira rápido, como siempre, mientras que salgo
trotando a ver qué deparaba la salida en Cazorla. La primera sorpresa fue ver
cómo estaba preparada la Plaza de las Ruinas de Santa María para animar a los
corredores, jalonamiento pirotécnico incluido.
Primer contacto con la senda de subida al Gilillo y primer
embotellamiento, si bien es cierto que no duraría mucho porque luego
continuamos el ascenso por una pista más ancha. Esto permite que, más o menos,
cada uno vaya cogiendo su ritmo. En este caso, el mío no era el que podría
prever antes de la carrera, pero si esperar después de la cena con croquetones
incluidos. Y, claro, aún no estaban asentados en su sitio. Así que regulando
intensidad en el esfuerzo para que no se viniera la comida a la boca, y
sabiendo también que no dejaba de ser aporte calórico, fui mentalizándome de
que esa sensación de relleno pasaría con el avance de la carrera.
Las balizas llevan en un ascenso casi continuo – salvo algún
breve descanso – hacia el Gilillo. El terreno no es técnico, incluso ancho en
algunos tramos, pero ya advierte de lo que va a ser buena parte de la carrera:
y es que la piedra aflora en casi cualquier lugar donde pisas. Me recuerda en
cierta forma a Ademuz, y lejos de la mayoría de los muy transitados caminos en
la sierra de Madrid.
A media subida cruzamos una carretera y una zona recreativa
cercana a la Ermita de Monte Sión donde un grupo de personas nos anima a
nuestro paso. La segunda parte de la subida se encara por una senda más
estrecha y con un terreno irregular. Aún no se me ha quitado del todo la
plenitud del estómago y aunque voy en la hilera de corredores, se empieza a
hacer un poco larga la subida. Es lo que tiene no conocer el trazado. La mente
siempre avanza más rápido que las piernas. Además, prefiero no mirar el reloj
hasta coronar, así el balance de cómo se presenta la carrera lo puedo hacer en
el avituallamiento del que aún me quedarán unos minutos para llegar.
Km. 9 Gilillo 01:41:33
Un cuartito de hora menos de lo previsto. Eso siempre anima
a afrontar el siguiente tramo.
La parada es rápida, recarga de líquido y poco más. Aún esta
la cena lo suficientemente reciente como para no haber hecho hambre. El
seguimiento de la baliza indica que adelanté a medio centenar de corredores
colocándome algo por detrás de la mitad.
Comienza la bajada sin ser técnica hacia el río
Guadalquivir, un tramo donde las piernas agradecen el descanso. Se salva el río
Guadalquivir por un pequeño puente y encaro la segunda ascensión sin haber
variado apenas mi situación en carrera. En el esquema mental previo que hice de
la carrera, una vez alcanzado el segundo avituallamiento es que ya estaba hecho
lo más difícil puesto que se superan casi 2.000 m de desnivel positivo en estos
19 primeros kilómetros. Aún la hilera de corredores no se ha deshecho y,
siguiendo el paso del grupo, mantengo su ritmo, con la buena sensación además
de ir guardando un poquito.
Km. 19 Gualay 03:14:05
En este segundo avituallamiento me detengo un par de minutos
más, pero trato de no acomodarme. La temperatura de la noche es muy agradable y
empiezo a vislumbrar que, hasta la mañana, no voy a necesitar demasiado
líquido. Aún así, la bolsa de hidratación siempre lleva su litro largo de agua.
En el descenso de la vaguada que seguía el trazado antes de
llegar a La Mesa, pierdo buena parte de lo ganado en el anterior
avituallamiento. Y es que es lo de siempre: me resulta complicado lanzar las
piernas en un ritmo alegre en los descensos. Tampoco le doy más importancia y
es que los cuádriceps hay que preservarlos para la parte final de la carrera.
Con la noche bien cerrada y el cielo despejado que permitía
disfrutar del cielo estrellado, escuché un sonido parecido a un ulular de una
rapaz nocturna. ¡Cuánto me hubiera gustado que lo hubiera oído la pequeña de la
casa! Me sorprendió mucho, y para bien, porque con el paso de tantos corredores
no suele escucharse animal alguno.
En el ascenso para salir de la vaguada que mencionaba antes,
vuelvo a coger el ritmo de los que me rodean y, cerrando los ojos en los pocos
tramos donde podías dar un par de zancadas sin arriesgarte a tropezar, llego a avituallamiento
de La Mesa.
Km. 26 La Mesa 04:42:46
Es un tiempo holgado con respecto a los cortes dados por la
organización, pero estos no siguen un ritmo de carrera, sino que dan amplitud
en los 60 primeros kilómetros para luego ir perdiendo el colchón logrado.
Aún falta algo más de una hora para que amanezca y se me
está haciendo larga la noche. Evidentemente influye haberme levantado la mañana
anterior a las 7 de la mañana y no haber podido dormir algo antes de la salida.
El ejercicio mental que me sirve de motivación y contrapeso es que no va haber
segunda noche con las zapatillas puestas.
Las lagunas que ahora plasmo en esta crónica sobre este
tramo asumo que son debidas al sueño y a las ganas de que amaneciera. Y es que,
en un terreno sin grandes desniveles, el objetivo era avanzar a un ritmo
suficientemente rápido como para sacar margen de maniobra en la segunda parte
de la carrera.
De nuevo, y tras salvar otro pequeño valle, llego a la loma
donde se divisa el avituallamiento de Guadahornillos. Apenas es un kilómetro
más, y con las primeras luces del amanecer, me encuentro más animado.
Km. 37 Guadahornillos 06:42:24
Aquí la parada es más larga. Más que la que hace el resto.
Ya tuve la sensación en carrera y ahora las balizas de seguimiento me lo
confirman. Me siento durante unos momentos y me dedico a comer algo. No hace
calor, pero no me entra mucho sólido. Líquido, fruta, y apenas algo de frutos
secos. Me genera cierta duda de cómo va a responder el cuerpo en las próximas
horas si sigo así. Con el frontal ya en la mochila, continuo viaje.
Amanecer en la Sierra de Cazorla |
La salida es cómoda por una pista forestal que termina de
coronar la siguiente loma de la carrera. En uno de los virajes el viento se
pone de cara y la sensación de frío aumenta, especialmente en las manos. Decidí
no llevar guantes largos. Era consciente, según las previsiones meteorológicas,
que este iba a ser el único momento malo hasta que el sol – y la altura-
empezara a calentar el cuerpo. Con esa idea machacona de que la incomodidad
pasaría, avanzo con paso similar cerrando un quinteto de corredores. Ahora el
grupo se ha estirado, y ya empiezan a haber huecos más grandes. En el camino al
Collado de las Azadillas, atravesamos una pequeña pradera entre los pinares
donde la niebla aún persiste en una fina capa a un metro del suelo. Una imagen
con tintes de belleza fantasmagórica. En la parte superior de una amplia curva
a derechas aparece el collado que dará lugar al inicio de la bajada al
avituallamiento de Valdeazores.
Habiendo ya pasado el kilómetro 40, las piernas no están tan
alegres como para trotar de continuo en la bajada. Es de pendiente suave, pero
de firme muy irregular. Me recuerda de alguna forma a Ademuz. Poco a poco me
van adelantando corredores, aunque viendo los tiempos que llevo hasta ahora,
voy con la moral alta para llegar al kilómetro 60 con margen para gastar.
Junto al cauce del arroyo de Valdeazores, sigo descendiendo
hasta la Laguna de Valdeazores compartiendo tramo con dos corredores malagueños
que me adelantaron, aunque conseguí unirme a su ritmo más marchador en la
bajada.
Entramos en la parte de mayor belleza. La antesala es el
trayecto hasta el avituallamiento de Valdeazores. El plato fuerte viene
después. Miró el reloj, y nueva inyección de moral. Breve descanso merecido.
Km. 50 Valdeazores 08:23:08
La Laguna de Aguas Negras con los primeros rayos de sol da
la bienvenida al Río Borosa que emerge unos metros más arriba.
La pequeña
represa de la lámina de agua se reserva parte del caudal para un canal de
discurre en horizontal por las entrañas de la montaña. Y la carrera le
acompaña. Pararse un instante para asomarse al cañón que forma el río, así como
para observar la boca de la galería, está justificado. El frontal ya está
guardado, así que el centenar de metros de la galería los recorro con la linterna
del teléfono móvil que está más a mano. Apenas el ancho de una persona en el
espacio por el que se transita junto al canal que está protegido con unos
cables de acero. Atravesada la galería, hay que volver a la vera del río Borosa
que ya había hecho sus deberes despeñándose por varias cascadas a lo largo del
cañón.
Laguna de Aguas Negras |
La bajada con algunos zigzags y piedra suelta es, para mí,
la más divertida de la carrera. Apenas unos minutos para llegar al río donde,
de nuevo, la belleza del cauce hace que merezca la pena de nuevo tomar alguna
fotografía. Con las horas de la mañana que son, ya empiezo a cruzarme con
excursionistas que vienen a disfrutar de esta maravilla.
Galerías junto al canal del río Borosa |
Otro de los parajes que merece la pena resaltar son las
pasarelas de maderas dispuestas sobre el cauce del río en uno de los estrechos.
Para entonces, ya había alcanzado de nuevo a mis compañeros de Málaga, Fran y
Jose Antonio, y son ellos los que me hacen la foto en la pasarela. El último
tramo lo haremos juntos. La afluencia de excursionistas va siendo mayor, pero
aún no se atisba el aparcamiento de salida. En cualquier caso, el tiempo que
estamos invirtiendo en llegar al avituallamiento donde podemos recoger la bolsa
de vida está siendo considerablemente bueno para lo que yo había estimado.
Km. 62 Río Borosa 11:10:50
Recojo la bolsa de vida y extendió el saco en el que la
habían envuelto para tumbarme un poco en la hierba.
Apenas un instante porque hay tarea por hacer: cambiarme de ropa, rellenar líquidos e intentar comer un plato de pasta que a estas alturas vendrá bien. Todo aderezado con un poco de conversación con los compañeros de viaje. Los minutos vuelan y, aunque me había dado de margen hasta mediodía, decido encarar la segunda parte de la carrera cuarto de hora antes.
Apenas un instante porque hay tarea por hacer: cambiarme de ropa, rellenar líquidos e intentar comer un plato de pasta que a estas alturas vendrá bien. Todo aderezado con un poco de conversación con los compañeros de viaje. Los minutos vuelan y, aunque me había dado de margen hasta mediodía, decido encarar la segunda parte de la carrera cuarto de hora antes.
Pasarelas de madera |
En el descenso la pista poco transitada deja paso a una
senda no demasiado técnica, pero si muy entretenida en la que me encuentro bien
para estar llegando al 70. De nuevo en una pista forestal mucho más ancha y con
mejor firme, pregunto cuántos kilómetros quedan para la siguiente parada –
pensando que era en el 75 – cuando recibo el recordatorio de que apenas en un
kilómetro tengo uno.
Km. 70 El Cantalar 13:34:07
La parada es rápida. No he gastado agua, el calor no aprieta
y los avituallamientos no están muy separados. Con el bidón de isotónico por el
camino, más lo ingerido en las carpas, está resultando suficiente. Apenas un
poco de fruta y a seguir. Eso sí, me desvío un momento a un grifo que me han
indicado donde me puedo mojar la gorra y la cabeza.
Con solo 5 km para el siguiente punto de paso, se afronta
con ánimo y más viendo que el perfil es bastante llano. El trazado, eso sí,
discurre a veces por largas praderas al sol en las que mantengo paso firme
concentrado en llegar a la siguiente sombra. Las primeras construcciones de
Arroyo Frío aparecen, pero aún veo en el reloj que queda más de un kilómetro al
avituallamiento. Salgo a la carretera y troto – no sin esfuerzo – por la acera
de la misma hasta llegar a la fuente donde tienen situado el avituallamiento.
Tres cuartos de carrera completados. Miro otra vez el perfil. Queda lo peor.
Km. 75 Arroyo Frío 14:28:14
Descanso un momento junto a la fuente donde se ha montado el
avituallamiento. Otro corredor, decidido, se descalza para meter las piernas
dentro del pequeño abrevadero situado bajo la fuente. Lo pensé, pero no terminé
por hacerlo. Siguiendo la tónica general de la carrera, un poco de comida -
-fruta, principalmente – y reponer líquidos.
Se deja atrás Arroyo Frío ascendiendo primero por una pista
forestal y posteriormente por una pedrera donde el ritmo de ascensión se
ralentiza enormemente. Echo la mirada al frente y también hacia atrás. Seis
corredores jalonados por una mínima distancia que el tiempo se encarga de
ensanchar. Cada uno sube como puede. Y menos mal que el calor no aprieta. Por
si fuera poco, un árbol caído obliga a poner las manos en el suelo para pasar
por debajo. Impensable gastar fuerzas en tratar de saltarlo por encima. La
senda sigue ascendiendo sin tregua hasta alcanzar un collado donde se vuelve a
tomar una pista forestal. Buena parte de la subida ya está salvada y las
piernas agradecen el pequeño descanso. Antes de encarar el último tramo de subida
que nace en un desvío hacia la izquierda, pregunto a dos corredores sobre lo
que queda. Me indican que apenas un kilómetro y veo que en el perfil que no hay
comparación con el muro de la pedrera. Les adelanto mientras les tienta la idea
de seguir por la pista forestal principal. Opción que finalmente desechan. Un
último esfuerzo para coronar el collado en el que entra algo de aire y comenzar
la bajada hacia Vadillo. Las piernas avisan de que a los cuádriceps no les
queda mucho y el descenso por una senda poco pedregosa hace que los preserve
para el último tramo de carrera. Poco durará el descanso porque tras estos
primeros metros de espejismo la carrera desciende por un pequeño canal ladera
abajo hasta encontrarse con nuevamente con la pista forestal. En la bajada
consigo alcanzar a la pareja que me había precedido saliendo de Arroyo Frío en
un centenar de metros. Eso de idea de lo justas que van las fuerzas para todos
y, ahora que puedo ver las balizas, lo mismo ha ocurrido con la media docena de
corredores que vienen justo detrás de mí. Entre ellos los compañeros de fatiga
malagueños.
Encarando la pista en una curva muy cerrada hacia la
izquierda y con los muslos sobrecargados, desestimo por un momento la
invitación que la pista ancha me ofrece para trotar. Acabado el paréntesis y
viendo la tregua que da el perfil hasta el próximo avituallamiento trato de
concentrarme para mantener el trote hasta llegar a él. Previamente, en una
tentadora señal de parada, rechazo detenerme en un área recreativa donde había refugio
a la sombra. Es el km 80. Si hacía falta, te daban agua. Aún llevaba y eso
significaba aún 4 kilómetros para avituallar. Antes de abandonar la zona
pregunto por el perfil, si queda alguna cuesta más que me cortará el ritmo.
Apenas un par de ellas, me contestan.
Como si fuera un paisaje nevado, desciendo muy suavemente a
la vera del río pisando sobre el polen que descansa en el suelo. No es buen
tramo para los alérgicos. Consigo llegar trotando hasta cruzar el río por unas
piedras y encarar una pequeña subida que desemboca en una curva de una carretera
donde un mirador nos regala otra de las increíbles panorámicas de la sierra. Apenas
cien metros de respiro y me obligo a mantener el trote por la senda que
continua en ligero descenso. De nuevo, otro cruce con una carretera que indica
un kilómetro a Vadillo. La carrera sigue buscando el cauce del río hasta
cruzarlo para llegar a las casas que son la antesala del avituallamiento. La
carrera está encarrilada, salvo infortunio.
De camino a Vadillo |
Km. 84 Vadillo 16:06:26
Cansado, pero contento, busco una silla donde estirar un
poco las piernas. No hay nadie en el avituallamiento que haya llegado
recientemente. Debe haber un hueco importante con el grupo anterior. Sí que
entablo conversación con un compañero que me cuenta que no le está entrando
nada de comer y que va a finalizar ahí la carrera. Otro, por el contrario, nos
comenta que va bien, pero si tiene que parar a comer se ha sentido mareado, y
que no se ve continuando. Continúa haciendo sus pruebas alrededor del
avituallamiento.
Quisiera plasmar en esta crónica la excepcional atención que
recibí por parte de los voluntarios. Una voluntaria en este caso. Creo que era
muy consciente de la dureza del tramo que acabábamos de dejar atrás
considerando los kilómetros acumulados. No sé si mi gesto ayudó, pero sin decir
nada, se ofreció a llevarme lo que necesitara de comer o beber a la silla. Esto
es lo que uno también se lleva a casa en su mochila de experiencias.
Río Guadalquivir |
Con una última subida larga por delante y con el aliciente
de tener a escasos cinco kilómetros la siguiente parada me pongo en marcha de nuevo.
Abandono Vadillo cruzando el Guadalquivir por unos troncos puestos a tal efecto.
La carrera continua por una senda bien marcada. Ancha en algunas partes que
salva el pequeño collado antes de encarar la subida a la Fuente del Oso. El cielo
se ha empezado a nublar. Se agradece porque en circunstancias normales serían aún
serían horas de calor.
Un breve descenso para cruzar nuevamente el Guadalquivir y
ascenso zigzagueante en el inicio hacia la Fuente del Oso. Las nubes se están
echando encima y ahora tienen un color gris amenazante. Comienzan a caer gotas
y, al ganar un poco de altura, el viento sopla de cara con mayor intensidad. No
podía creer que a estas alturas de carrera fuera a tener que utilizar el
chubasquero. Oteaba el cielo en otras direcciones y hasta podía distinguir
algunos claros alrededor de donde me encontraba. Considerando de dónde venía el
viento, parecía que la tormenta no iba a ser tal o que pasaría rápido. Menos
mal, así fue. Quedó en cuatro gotas.
Un par de kilómetros de subida más en los que me encontré
bien y alcanzó la carretera donde está la carpa del avituallamiento. Es un breve
descanso en este penúltimo esfuerzo.
Km. 89 Fuente del Oso 17:53:58
Como en todos los avituallamientos de esta carrera, paro
poco. No entra demasiado alimento y, afortunadamente, la meteorología ha hecho
que no haya necesitado mucha agua. La subida la comparto con mis compañeros de
fatiga en este viaje. Marcándoles el ritmo, y preguntando de vez en cuando si
querían pasar. Ya vamos todos justitos. Coronar el último collado de la carrera
regala unas magníficas vistas del valle de La Iruela que merecen una foto. Esto
también sirve de excusa a mis cuádriceps para hacer un breve descanso. Ha sido empezar
a bajar y ver que están en las últimas. El grupo de cuatro que formábamos dejo
que pase y les pierdo unos metros. Al fondo del valle veo una pista parece que
con terreno más firme que la recorre un participante. Aún me queda un rato
hasta bajar allí. Ahora toca luchar contra uno mismo. No quiero descolgarme
mucho de los que yo he servido de referencia. En este momento, ellos me pueden
servir a mí de lo mismo, pero para eso tengo que ser capaz de alargar las
zancadas y echar a trotar en la bajada. A tramos el descenso se interna en
zonas arboladas, aunque transcurre mayormente por terreno despejado. En uno de
los recodos que hace la pista a la que por fin llegué, veo que los compañeros
están a un centenar de metros. Otro giro a la izquierda y La Iruela aparece con
su castillo en el horizonte. 3 kilómetros tan solo cuando llegue allí. En los
últimos metros antes de llegar a la carretera volvemos a formar el cuarteto del
que me había descolgado.
Llegando a La Iruela |
Km. 98 La Iruela 19:44:40
Breve parada y filosofía, mucha filosofía para afrontar la última
tachuela. La Ermita de la Virgen de La Cabeza. 150 metros de desnivel en escaso
kilómetro y medio. Al menos el piso es firme. Civilizado que diría aquél y que
mis pies agradecen enormemente. El ritmo ya es de dejarse llevar, sin exprimir
ese último gramo de fuerza. Compartimos trazado con los participantes de la
media maratón que vemos subir con una alegría que ya quisiéramos en este grupo.
Coronando el camino de la Quebrada, Cazorla aparece a los pies de la montaña.
Se cierra el círculo. Ahí está la meta que dejamos en la medianoche.
Panorámica de Cazorla desde la Ermita de la Virgen de la Cabeza |
Pasamos la ermita para volver a descender un breve tramo
pedregoso, que alterna con carretera, para de nuevo entrar en una zona algo
técnica. Hay que tener en cuenta el centenar de kilómetros en las piernas y que
además obliga a estar atento a dejar paso a los corredores de la media maratón
que vienen mucho más rápido. Finiquitado este último escollo, las calles de
Cazorla conducen a las ruinas de Santa María donde trotando los últimos metros –
escalones de acceso incluidos- cruzo el arco de meta junto con mis tres
compañeros de aventura.
Km. 102 Cazorla 20:19:38