Sentándome a escribir esta
crónica, me sale decir que va a ser distinta. No en el plano deportivo, sino en
el emocional.
Y es que plantearse una carrera
de tales características como yo lo hice, tienta a consagrar las sensaciones
menos positivas, dejando en el rincón las mejores. Vamos al lío.
Navacerrada. Tres años después la
salida en esta misma plaza tiene lugar cerca de la medianoche (23:30) del
viernes. Llego con la tranquilidad haber experimentado anteriormente estos
momentos y los nervios se mantienen a raya. He cenado en casa y la sensación a
la hora de salir es de ligereza, incluso de que no me va a faltar mucho para
tener hambre.
Pasada la espera y el control, me
sitúo en el cajón más adelante que hacer tres años.
Dan la salida y, como era de esperar
los corredores salen corriendo a buen ritmo como para ser una carrera de 119 km
(oficiales 114). Llevo en la cabeza la idea de que lo puedo hacer mejor que
hace tres años y me animo a salir trotando. Mantengo tal actitud en los
primeros 2 o 3 km de subida hasta adentrarnos en el pinar de La Barranca. Sí
comienzo a percatarme de que al haber salido más rápido, la gente va mucho más
ligera. Llego a la fuente de La Campanilla donde aprovecho para tomar un trago
de agua y al comenzar la subida al collado del Piornal no hay atasco. Recuerdo
haber estado parado aquí al acceder al sendero.
Durante la subida a La Maliciosa,
trato de autoconvencer de no adelantar, apenas sirve y el esfuerzo de tres o
cuatro zancadas largas, no compensa. El corazón vence en un par de ocasiones.
Sorprendente (por donde entonces iba colocado) la vista hacia el fondo del
valle de La Barranca en una de las revueltas del camino donde los centenares de
frontales iluminaban la ascensión.
Al llegar al collado sigo andando
y, durante el llano que precede la última parte de la ascensión, me irán
adelantando. Se nota que no es mi sitio en carrera. Miro el reloj un par de
veces y, con La Maliciosa ya a la vista, veo que va a ser una subida bastante
más rápida que en 2014. El control está situado justo en la cima, otra cosa que
ha cambiado. Igual que la meteorología. A pesar de ser madrugada y de que algo
de aire corre, con el calentón de la subida ni me planteo ponerme una chaqueta.
Maliciosa 1:37:55
Inicio la bajada. Esa bajada de
desamores. Que te exige al máximo y que te otorga mucha satisfacción cuando la
has superado. Me va a adelantar hasta el apuntador llevo como prejuicio en mi
mente. Así comienza siendo, pero mi grado de sorpresa va en aumento cuando en
la parte más complicada (donde ya se ve y se tienen ganas de llegar a Maliciosa
Baja) empiezo a remontar alguna posición. No me lo creo. Metido en la mitad de
la carrera y, en bajada, voy a buen ritmo. Esto sí que me da confianza,
confianza, mucha conf… Es en ese momento cuando el culetazo sobre una piedra me
devuelve al mundo real. Menos mal que con los bastones este tipo de caídas
suelen ser más a cámara lenta. Me levanto ya con los pies en la tierra. Aún
habría otro susto con un tobillo un poquito más adelante. Esto si es más
preocupante porque una molestia en los siguientes pasos puede significar la
retirada.
Pasada La Maliciosa Baja y el
primer cruce con la pista de las Zetas nos adentramos en el pinar por una senda
bien marcada y transitada, de piso firme donde se puede correr muy bien. Buen
detalle de la organización poner una cuerda en el talud que accede a la pista.
Es un paso que cuando lo haces andando hay que poner atención. Perderé unas
cuantas posiciones por estar fuera de mi sitio. Recuerdo que buena parte de
esta bajada la hice andando por la hilera de corredores que estábamos en la
parte trasera de la carrera. Con fuerza todavía para llegar a Canto Cochino
llego al control una media hora antes que en el 14.
Canto Cochino 3:00:14
Primer avituallamiento. No paro
mucho y trato de coger un ritmillo para la hoya de San Blas. En la subida al
collado de La Pedriza, me encuentro que he gastado bastante y en los tramos de
menos pendiente los grupos de corredores me adelantan uno tras otro. Era algo
esperable. Peor es las cuentas que empieza ya (a 95 km de meta) que empieza a
echar mi cabeza. Y es que quisiera que la familia viniera a la línea de meta y
si no recorto más tiempo, se hará demasiado tarde el sábado. Es un error pensar
a tan largo plazo. Esto también viene motivado, quizás, por la frustración que
supone que le recorrido sea distinto y, por tanto, no se pueda comparar.
Pretendiendo no ser repetitivo, diré que este pensamiento en la hora de llegada
a la línea de meta permanecerá, prácticamente, hasta que acabe para mí la
carrera.
Con estos cálculos, por la gran
Cañada de La Pedriza, me llevo el gran susto de la noche, el tobillo derecho se
dobla y esta vez el latigazo ha sido mayor, el agobio en esos momentos copa mi
mente deseando al mismo tiempo que pueda seguir andando sin dolor. Por suerte,
se quedó en eso, en un susto. Llego a lo que creo recordar como el collado de
La Pedriza y no hay control. En la bajada posterior, ya veo que puedo poner la
mente en la pista forestal que va al Hueco de San Blas. En la entrada donde
está situada la singular Peña El Berrueco, hay unos voluntarios, pero no es el
avituallamiento. Aún quedarían 3 km donde la mente debe trabajar.
Hueco de San Blas 5:10:53
El recorrido de la hoya de San
Blas permite correr cualquier día que salgas al campo. Hoy yo ya voy justo,
pero no me puedo relajar porque el siguiente punto es el crucial en la carrera.
El límite de control está justo. Este también ha sido uno de los motivos por
los que hacer los primeros 20 km de la carrera a un buen ritmo. Para no llegar
mirando la hora.
Se forma cierto grupo de
corredores en la parte final de la hoya y se consolida en el giro de la casa
forestal. En esa subida media docena de corredores me preceden y les trato de
seguir el ritmo. Al salir a la pista forestal algunos echan a trotar. Yo hace
tiempo que prefiero mantener, siempre que pueda, un paso más constante. Ya
amanece. Y ya tenía ganas de quitarme el frontal y el buff y que las meninges
dilataran. Durante la última ascensión antes de llegar al puerto, un fotógrafo
nos espera, no sé si para sacarnos con nuestra mejor cara. Ya asoma el sol que
nos hace disfrutar de las vistas del valle de Miraflores de la Sierra. Coches
aparcados ya indican que estamos casi arriba. Justo en el puerto unos
voluntarios nos esperan. Pregunto por el control y me dicen que en el
avituallamiento. A 1 km. Para los primeros esta distancia no será gran cosa,
pero para los que vamos con el crono justo, no parece razonable que el control
lo retrases un kilómetro. Ponlo en el puerto y luego indicas que el avituallamiento
está a esa distancia. Como hacen en Ademuz con el Alto de Barracas. Recorro ese
kilómetro pasando por la fuente del Cossío hasta el albergue. Con media hora de
margen. Ya con ganas de coger una silla.
Puerto de la Morcuera 7:54:57
Salvado el primer control
delicado, queda no relajarse mucho en la bajada a Rascafría. Unos 13 km. Los
últimos tres por el paseo llano desde el Monasterio de El Paular hasta el
pueblo. Desde luego las sensaciones en cuanto a fuerza no han mejorado y,
encima he comenzado a tener molestias en el pie derecho con las ampollas. El
calcetín se ve que ha dicho basta y ha hecho aguas con lo que la tierrecilla me
estaba entrando en el pie. Al salir desde el refugio y enganchar la pista de El
Purgatorio, aún daré un buen rodeo hasta la curva de donde se salía hace 3
años. Me cuesta empezar a correr. Y aquí no queda otra, como sea hay que
hacerlo. Me sigue adelantando gente. Mi trote (debido a que ya voy en la
reserva) es más bien de los últimos de la carrera. Se van sucediendo las
curvas, remonto la loma de El Purgatorio (andando) y encaro la segunda parte de
la bajada. Aquí encuentro referencias de algunos corredores, pero en la parte
donde la pendiente se suaviza, les pierdo. Una vez llegado al fondo del valle,
vuelvo a caminar, aunque hago un último esfuerzo mental para correr desde Las
Presillas hasta el Puente de El Perdón. En el camino al polideportivo, haré
compañero de viaje durante un par de kilómetros en una entretenida charla. Me
veo ahora con un gramo de fuerza para volver a correr hasta la curva que sube
al polideportivo.
Rascafría 10:08:10
Otros 20 puestos perdidos y 140
con respecto al paso de La Maliciosa. Anecdótico, pero que indica mi
planteamiento de carrera. Está saliendo un poco regular. Me centro en no parar demasiado
aquí, aunque tumbarse en el césped se antoja inevitable. El estómago empieza a
pedir alimento fresco, y a pesar de los montados de jamón que te sirven, lo que
me entra es la sandía. ¡Me tomaba una entera! Hago también cambio de camiseta,
por una que no tiene mangas para ir algo más fresco con el calor que va a
apretar, sin embargo, el gran fallo lo cometo al no cambiarme el calcetín.
Pienso que con el compeed en el pie va a ser suficiente, pero peor aún es que
no me los lleve en la mochila. ¡Qué desastre! Tengo la cabeza en la meta, y así
no puede ser. Con la sensación de que me entretengo menos tiempo, salgo
caminito al Puerto del Reventón.
Aquí ya casi todos los del GTP
vamos parecidos, entre nosotros, se entremezclan con un ritmo muchísimo más ligero
los corredores del TP60. “Dorsal verde, no cuenta” – pienso. Recupero
sensaciones en la subida, hago grupo con 4 o 5 corredores y en un par de
kilómetros veo que puedo un poco más y les dejo. El pie me vuelve a molestar.
Me reprocho el olvido. Recuerdo que la senda por la que transito acaba en la
pista que sube al avituallamiento. Ese será el punto fijado mentalmente hasta
donde apretar. Cuando lo encuentro, una roca plana me sirve de silla para ver
el estado del pie y quitarme la arenilla. Durante la parada en boxes, los
compañeros de la primera parte de la subida me vuelven a pasar. Según me
incorporo para salir, vuelve a demandar el sitio otro corredor en la tentadora
roca.
El tramo de pista hasta el
avituallamiento es como lo recordaba: eterno. Se suceden las revueltas, pero no
termina de aparecer la carpa. Voy cogiendo referencias de corredores y no
pierdo distancia con respecto a ellos, aunque tampoco soy capaz de recortarles.
El sol ya está alto y, aunque una nube nos dio unos minutos de tregua, se
espera un día sofocante. Desde aquí ya se divisa Peñalara, al fondo, tan lejos,
tan alto. Afortunadamente, el reloj ya no aprieta tanto.
Alcanzado el avituallamiento del
Reventón (no hay control ni aquí ni en el puerto) vuelve a ser apreciada una
silla. Los voluntarios son para deshacerse en halagos porque en muchas
ocasiones te llevan la bebida donde estás sentado.
Junto a la Laguna de Los Pájaros |
Un último esfuerzo y se corona el
puerto. Dando paso al tránsito por la cuerda hasta la Laguna de los Pájaros.
Aquí vuelvo a coger algo de ritmo y parece que voy en línea con los corredores
que me preceden. Llegado al puerto de Los Neveros (irónico nombre para el día
que hace) se desencadena un esfuerzo mental adicional. Y es que habrá que
volver aquí después de haber coronado Peñalara. Remonto la última loma hasta la
Laguna de los Pájaros. Precioso lugar extraordinariamente protegido por la
presión que ejercemos los humanos con nuestro comportamiento. La mente sigue
puesta en no llegar demasiado tarde a meta para que pueda venir la familia,
pero el cuerpo va por otro lado y no ve claro que pueda subir y bajar de
Peñalara. Así que, junto a la voluntaria situada cerca de la laguna y sus
reconfortantes ánimos, paro a beber y a comer tranquilamente. Ahora ya solo queda el último empujón. La
pendiente se endurece en busca de la cara norte del Risco de los Claveles. Me
viene a la mente las salidas en Asturias con pendientes de casi el 100% donde
los gemelos aguantaban y aquí lo agradezco. Eso, y lo que había descansado
antes de iniciar la subida. El paso por Claveles con cuidado. Un corredor se
sitúa detrás de mí y me dice que pisará donde yo lo haga, que tiene vértigo.
Por ponerle humor a la situación, le digo que si ve que me resbalo que ahí no
ponga el pie. Peñalara ya está ahí y ahora queda el camino de vuelta.
Peñalara 14:48:10
La carrera vuelve por el mismo
trazado hasta el Puerto de Los Neveros. El doble paso por Claveles hace que pierda
bastante tiempo en comparación con el recorrido de 2014 y empiezo a no ver muy
factible que la familia pueda estar en meta. Al llegar de nuevo a la Laguna de
los Pájaros con bastante más ánimo, ciertamente al ver que aún hay corredores
que van subiendo, vuelvo a repetir ritual y dedico unos minutos a avituallarme
parado, descansando y escuchando los ánimos de la voluntaria para aquellos que
inician la ascensión.
Puesto en marcha de nuevo en el
cruce de bajada ya hacia La Granja la senda por la que se desciende no resulta
especialmente cómoda. Los piornos invaden buena parte de la anchura del camino
llegando en algunos puntos a taparlo. En este primer tramo bajo prácticamente
solo. Una vez adentrados en el pinar buscando ya el agua del avituallamiento avanzado
del Raso del Pino la senda se ensancha hasta convertirse en una pista forestal.
Llegado al mencionado puesto, la cabeza va más rápido que las piernas y
pregunta cuánto queda a La Granja. No atiendo a la respuesta. Demasiados para
un espíritu en exceso impaciente en estos momentos. De nuevo variaciones en el
recorrido de bajada que nos conduce por una pista asfaltada a tramos y en la
que me obligo a correr, a un ritmo bastante aceptable para lo que pudiera
esperar. Los cuádriceps no están para tanto y avanzo con la sensación de que un
pequeño fallo en la contracción de alguno de ellos me llevará de bruces contra
el suelo. Un pequeño repecho y encuentro una senda ya más acorde con lo que
recordaba. Más estrecha, buscando la parte trasera del palacio. Un último paso
por un arroyo (la pasarela de madera estaba destruida) y llegamos a la pista
que baja desde El Reventón. Un par de kilómetros y con el ánimo de la gente se
llega al punto de control de La Granja.
La Granja 16:55:28
En el avituallamiento de La
Granja hay prácticamente de todo, aunque sólo me entra comer fruta. No soy
capaz de echarme un plato de pasta. Supongo que también influido por los
nervios de saber que se va acercando la hora de si llegaré muy tarde a meta.
Porque, salvo lesión, sé que he hecho lo más complicado. Con la sensación de
volver a no entretenerme demasiado en la parada salgo camino a la Casa de la
Pesca. El trazado que viene ahora no es complicado, un sendero bonito donde
ahora lo que cuenta son las fuerzas que te quedan. Antes de abandonar el pueblo
4 ó 5 corredores me adelantan y trato de no perderles. Cada uno con su ritmo se
van alternando las posiciones de cabeza y yo, apretando un poco los dientes en
esos momentos en los que la musculatura aún está agarrotada por la parada,
consigo no perderlos. Incluso me uno al grupo en la llegada a Valsaín. Y una
vez dentro del sendero de las Pesquerías Reales los recuerdos me juegan una
mala pasada queriendo recordar que la casa está más cerca de lo que realmente
está. De hecho 2 o 3 kilómetros antes, junto a un antiguo puente, un grupo de
voluntarios de la organización ofrecía agua por si íbamos un poco justo.
Pregunté la distancia y no terminé de medir muy bien. Iba con menos agua de lo
que creía. El puente que cruzaba el río tras pasar Los Asientos y Boca del Asno
parecía no llegar nunca. En el momento en el que vi cruzar a los que me
precedían apuré el último trago que me quedaba.
Casa de La Pesca 19:39:39
Aquí sí que me encuentro un poco
más agotado si cabe. Tengo que tumbarme un momento. Me preguntan si va todo
bien o si me mareo, contesto que sin problema. Cansancio, solo cansancio físico
y mental porque el dichoso avituallamiento lo buscó mi mente mucho antes de
donde se encontraba. Ahora toca poner la vista en el Arrastradero. Buena subida
de cinco tramos en los que, después de 100 km, mejor no mirar hacia adelante.
La salida de la Casa de La Pesca
se hace por pista asfaltada. Terreno fácil en el que ya son las pocas fuerzas
que nos quedan a los que andamos por ahí las que determinan si se pierde o se
rasca algún minuto. Después de coronar una pequeña loma y cruzar un arroyo que
viene con bastante agua para lo que he ido viendo durante todo el día, empieza
la subida dura hasta la Fuente de La Fuenfría. Aquí cada uno se pone a su ritmo,
como buenamente puede. Las distancias se hacen eternas y ver, de repente, al
que llevas delante sube la moral, pero el hecho es que aún queda lejos llegar
al lugar por donde va. Cuatro, cinco tramos, y ya se oyen los ánimos de los
voluntarios que están en la fuente. Ha sido menos de lo esperado. Ya saco la
conclusión de cuanto más empinado el terreno, mejor porque no se puede correr.
Llegada a la fuente y vacío lo que me quedaba de Aquarius de la botella que
saqué de la bolsa de Rascafría.
Fuente de La Fuenfría 21:00:13
Un rato de reposo y vuelta a
calcular a la hora a la que puedo llegar. ¡Ay, cuánto gasto mental! El Camino
Schmidt con sus abarrotadas mañanas se muestra solitario, casi íntimo, al caer
la noche. Apenas un pequeño grupo que venía de Siete Picos fue toda la gente
que vi que no pertenecía a la carrera. La Casa del ejército de Artillería
cuando aparece se muestra retadora poniendo a prueba por penúltima vez la mente
de los corredores. Aún queda una subida. Nada comparable a lo recorrido, pero
exige viendo ya el final cerca. Me llama la atención ver un árbitro de la
carrera por el camino. Entiendo que para supervisar la compañía de los
corredores. Cruce por la pista de esquí del Telégrafo y llega a la parte
asfaltada donde se llega en un par de minutos al Puerto de Navacerrada. No
tengo intención de parar y seguir directamente, pero en este año, te tienen que
tomar nota en Venta Arias, así que aprovecho también para tomar algún fruto
seco y sandía.
Salgo del Puerto de Navacerrada
hacia la loma del Emburriadero. Los últimos 30 metros de desnivel positivo de
la carrera. La noche ya está encima. La hora de retraso en la salida hará que
esta vez la bajada por el valle de La Barranca la haga parcialmente de noche.
En la primera parte de la bajada me veo con fuerzas y me conozco el terreno,
aunque también ha habido alguna variación en el trazado. Adelanto unos cuantos
corredores que me preguntan si toda la bajada tiene tanta piedra. Voy un poco
justo de agua y me acuerdo de que, teóricamente, pasaré por la Fuente Mingo, ya
enlazando con la pista forestal. Cuando llego a ella, creo que alguien que no
sé si se habría percatado de su existencia, también aprovecha para llenar
bidón. En la pista que conduce al parking, ya voy algo justo de fuerza y tampoco
tengo confirmación de que la familia esté en meta. ¡Sólo me quedaba que llegase
antes que ellos! Al llegar al parking no hay control como hace tres años. Los
últimos 3 km se recorren demasiado rápido en la cabeza y el trote pesado que
llevo no es precisamente veloz. Todos los que adelanté en la primera parte de
la bajada, recuperarán su posición. Al llegar ya a la rotonda de la piedra
tengo confirmación de que la familia está en meta. Tranquilamente y tratando de
disfrutar al máximo el momento, jaleado por el ánimo de la gente que está en
las terrazas. ¡Cuánto se agradece y cómo reconforta! La familia espera en meta
y, lo que más deseaba, entra conmigo en línea de meta una personilla muy
especial.
Navacerrada 24:07:42
Media hora más que en 2014
haciendo 5 km más y terreno más técnico.
Contento a medida que han ido
pasando los días y poniendo la mente en Somiedo. Tengo ganas de correr en mi
querida Asturias.