miércoles, 5 de julio de 2017

CRÓNICA GRAN TRAIL PEÑALARA 2017

Sentándome a escribir esta crónica, me sale decir que va a ser distinta. No en el plano deportivo, sino en el emocional.
Y es que plantearse una carrera de tales características como yo lo hice, tienta a consagrar las sensaciones menos positivas, dejando en el rincón las mejores. Vamos al lío.
Navacerrada. Tres años después la salida en esta misma plaza tiene lugar cerca de la medianoche (23:30) del viernes. Llego con la tranquilidad haber experimentado anteriormente estos momentos y los nervios se mantienen a raya. He cenado en casa y la sensación a la hora de salir es de ligereza, incluso de que no me va a faltar mucho para tener hambre.
Pasada la espera y el control, me sitúo en el cajón más adelante que hacer tres años.
Dan la salida y, como era de esperar los corredores salen corriendo a buen ritmo como para ser una carrera de 119 km (oficiales 114). Llevo en la cabeza la idea de que lo puedo hacer mejor que hace tres años y me animo a salir trotando. Mantengo tal actitud en los primeros 2 o 3 km de subida hasta adentrarnos en el pinar de La Barranca. Sí comienzo a percatarme de que al haber salido más rápido, la gente va mucho más ligera. Llego a la fuente de La Campanilla donde aprovecho para tomar un trago de agua y al comenzar la subida al collado del Piornal no hay atasco. Recuerdo haber estado parado aquí al acceder al sendero.
Durante la subida a La Maliciosa, trato de autoconvencer de no adelantar, apenas sirve y el esfuerzo de tres o cuatro zancadas largas, no compensa. El corazón vence en un par de ocasiones. Sorprendente (por donde entonces iba colocado) la vista hacia el fondo del valle de La Barranca en una de las revueltas del camino donde los centenares de frontales iluminaban la ascensión.
Al llegar al collado sigo andando y, durante el llano que precede la última parte de la ascensión, me irán adelantando. Se nota que no es mi sitio en carrera. Miro el reloj un par de veces y, con La Maliciosa ya a la vista, veo que va a ser una subida bastante más rápida que en 2014. El control está situado justo en la cima, otra cosa que ha cambiado. Igual que la meteorología. A pesar de ser madrugada y de que algo de aire corre, con el calentón de la subida ni me planteo ponerme una chaqueta.
Maliciosa 1:37:55
Inicio la bajada. Esa bajada de desamores. Que te exige al máximo y que te otorga mucha satisfacción cuando la has superado. Me va a adelantar hasta el apuntador llevo como prejuicio en mi mente. Así comienza siendo, pero mi grado de sorpresa va en aumento cuando en la parte más complicada (donde ya se ve y se tienen ganas de llegar a Maliciosa Baja) empiezo a remontar alguna posición. No me lo creo. Metido en la mitad de la carrera y, en bajada, voy a buen ritmo. Esto sí que me da confianza, confianza, mucha conf… Es en ese momento cuando el culetazo sobre una piedra me devuelve al mundo real. Menos mal que con los bastones este tipo de caídas suelen ser más a cámara lenta. Me levanto ya con los pies en la tierra. Aún habría otro susto con un tobillo un poquito más adelante. Esto si es más preocupante porque una molestia en los siguientes pasos puede significar la retirada.
Pasada La Maliciosa Baja y el primer cruce con la pista de las Zetas nos adentramos en el pinar por una senda bien marcada y transitada, de piso firme donde se puede correr muy bien. Buen detalle de la organización poner una cuerda en el talud que accede a la pista. Es un paso que cuando lo haces andando hay que poner atención. Perderé unas cuantas posiciones por estar fuera de mi sitio. Recuerdo que buena parte de esta bajada la hice andando por la hilera de corredores que estábamos en la parte trasera de la carrera. Con fuerza todavía para llegar a Canto Cochino llego al control una media hora antes que en el 14.
Canto Cochino 3:00:14
Primer avituallamiento. No paro mucho y trato de coger un ritmillo para la hoya de San Blas. En la subida al collado de La Pedriza, me encuentro que he gastado bastante y en los tramos de menos pendiente los grupos de corredores me adelantan uno tras otro. Era algo esperable. Peor es las cuentas que empieza ya (a 95 km de meta) que empieza a echar mi cabeza. Y es que quisiera que la familia viniera a la línea de meta y si no recorto más tiempo, se hará demasiado tarde el sábado. Es un error pensar a tan largo plazo. Esto también viene motivado, quizás, por la frustración que supone que le recorrido sea distinto y, por tanto, no se pueda comparar. Pretendiendo no ser repetitivo, diré que este pensamiento en la hora de llegada a la línea de meta permanecerá, prácticamente, hasta que acabe para mí la carrera.
Con estos cálculos, por la gran Cañada de La Pedriza, me llevo el gran susto de la noche, el tobillo derecho se dobla y esta vez el latigazo ha sido mayor, el agobio en esos momentos copa mi mente deseando al mismo tiempo que pueda seguir andando sin dolor. Por suerte, se quedó en eso, en un susto. Llego a lo que creo recordar como el collado de La Pedriza y no hay control. En la bajada posterior, ya veo que puedo poner la mente en la pista forestal que va al Hueco de San Blas. En la entrada donde está situada la singular Peña El Berrueco, hay unos voluntarios, pero no es el avituallamiento. Aún quedarían 3 km donde la mente debe trabajar.
Hueco de San Blas 5:10:53
El recorrido de la hoya de San Blas permite correr cualquier día que salgas al campo. Hoy yo ya voy justo, pero no me puedo relajar porque el siguiente punto es el crucial en la carrera. El límite de control está justo. Este también ha sido uno de los motivos por los que hacer los primeros 20 km de la carrera a un buen ritmo. Para no llegar mirando la hora.
Se forma cierto grupo de corredores en la parte final de la hoya y se consolida en el giro de la casa forestal. En esa subida media docena de corredores me preceden y les trato de seguir el ritmo. Al salir a la pista forestal algunos echan a trotar. Yo hace tiempo que prefiero mantener, siempre que pueda, un paso más constante. Ya amanece. Y ya tenía ganas de quitarme el frontal y el buff y que las meninges dilataran. Durante la última ascensión antes de llegar al puerto, un fotógrafo nos espera, no sé si para sacarnos con nuestra mejor cara. Ya asoma el sol que nos hace disfrutar de las vistas del valle de Miraflores de la Sierra. Coches aparcados ya indican que estamos casi arriba. Justo en el puerto unos voluntarios nos esperan. Pregunto por el control y me dicen que en el avituallamiento. A 1 km. Para los primeros esta distancia no será gran cosa, pero para los que vamos con el crono justo, no parece razonable que el control lo retrases un kilómetro. Ponlo en el puerto y luego indicas que el avituallamiento está a esa distancia. Como hacen en Ademuz con el Alto de Barracas. Recorro ese kilómetro pasando por la fuente del Cossío hasta el albergue. Con media hora de margen. Ya con ganas de coger una silla.
Puerto de la Morcuera 7:54:57
Salvado el primer control delicado, queda no relajarse mucho en la bajada a Rascafría. Unos 13 km. Los últimos tres por el paseo llano desde el Monasterio de El Paular hasta el pueblo. Desde luego las sensaciones en cuanto a fuerza no han mejorado y, encima he comenzado a tener molestias en el pie derecho con las ampollas. El calcetín se ve que ha dicho basta y ha hecho aguas con lo que la tierrecilla me estaba entrando en el pie. Al salir desde el refugio y enganchar la pista de El Purgatorio, aún daré un buen rodeo hasta la curva de donde se salía hace 3 años. Me cuesta empezar a correr. Y aquí no queda otra, como sea hay que hacerlo. Me sigue adelantando gente. Mi trote (debido a que ya voy en la reserva) es más bien de los últimos de la carrera. Se van sucediendo las curvas, remonto la loma de El Purgatorio (andando) y encaro la segunda parte de la bajada. Aquí encuentro referencias de algunos corredores, pero en la parte donde la pendiente se suaviza, les pierdo. Una vez llegado al fondo del valle, vuelvo a caminar, aunque hago un último esfuerzo mental para correr desde Las Presillas hasta el Puente de El Perdón. En el camino al polideportivo, haré compañero de viaje durante un par de kilómetros en una entretenida charla. Me veo ahora con un gramo de fuerza para volver a correr hasta la curva que sube al polideportivo.
Rascafría 10:08:10
Otros 20 puestos perdidos y 140 con respecto al paso de La Maliciosa. Anecdótico, pero que indica mi planteamiento de carrera. Está saliendo un poco regular. Me centro en no parar demasiado aquí, aunque tumbarse en el césped se antoja inevitable. El estómago empieza a pedir alimento fresco, y a pesar de los montados de jamón que te sirven, lo que me entra es la sandía. ¡Me tomaba una entera! Hago también cambio de camiseta, por una que no tiene mangas para ir algo más fresco con el calor que va a apretar, sin embargo, el gran fallo lo cometo al no cambiarme el calcetín. Pienso que con el compeed en el pie va a ser suficiente, pero peor aún es que no me los lleve en la mochila. ¡Qué desastre! Tengo la cabeza en la meta, y así no puede ser. Con la sensación de que me entretengo menos tiempo, salgo caminito al Puerto del Reventón.
Aquí ya casi todos los del GTP vamos parecidos, entre nosotros, se entremezclan con un ritmo muchísimo más ligero los corredores del TP60. “Dorsal verde, no cuenta” – pienso. Recupero sensaciones en la subida, hago grupo con 4 o 5 corredores y en un par de kilómetros veo que puedo un poco más y les dejo. El pie me vuelve a molestar. Me reprocho el olvido. Recuerdo que la senda por la que transito acaba en la pista que sube al avituallamiento. Ese será el punto fijado mentalmente hasta donde apretar. Cuando lo encuentro, una roca plana me sirve de silla para ver el estado del pie y quitarme la arenilla. Durante la parada en boxes, los compañeros de la primera parte de la subida me vuelven a pasar. Según me incorporo para salir, vuelve a demandar el sitio otro corredor en la tentadora roca.
El tramo de pista hasta el avituallamiento es como lo recordaba: eterno. Se suceden las revueltas, pero no termina de aparecer la carpa. Voy cogiendo referencias de corredores y no pierdo distancia con respecto a ellos, aunque tampoco soy capaz de recortarles. El sol ya está alto y, aunque una nube nos dio unos minutos de tregua, se espera un día sofocante. Desde aquí ya se divisa Peñalara, al fondo, tan lejos, tan alto. Afortunadamente, el reloj ya no aprieta tanto.
Alcanzado el avituallamiento del Reventón (no hay control ni aquí ni en el puerto) vuelve a ser apreciada una silla. Los voluntarios son para deshacerse en halagos porque en muchas ocasiones te llevan la bebida donde estás sentado.
Junto a la Laguna de Los Pájaros
Un último esfuerzo y se corona el puerto. Dando paso al tránsito por la cuerda hasta la Laguna de los Pájaros. Aquí vuelvo a coger algo de ritmo y parece que voy en línea con los corredores que me preceden. Llegado al puerto de Los Neveros (irónico nombre para el día que hace) se desencadena un esfuerzo mental adicional. Y es que habrá que volver aquí después de haber coronado Peñalara. Remonto la última loma hasta la Laguna de los Pájaros. Precioso lugar extraordinariamente protegido por la presión que ejercemos los humanos con nuestro comportamiento. La mente sigue puesta en no llegar demasiado tarde a meta para que pueda venir la familia, pero el cuerpo va por otro lado y no ve claro que pueda subir y bajar de Peñalara. Así que, junto a la voluntaria situada cerca de la laguna y sus reconfortantes ánimos, paro a beber y a comer tranquilamente. Ahora ya solo queda el último empujón. La pendiente se endurece en busca de la cara norte del Risco de los Claveles. Me viene a la mente las salidas en Asturias con pendientes de casi el 100% donde los gemelos aguantaban y aquí lo agradezco. Eso, y lo que había descansado antes de iniciar la subida. El paso por Claveles con cuidado. Un corredor se sitúa detrás de mí y me dice que pisará donde yo lo haga, que tiene vértigo. Por ponerle humor a la situación, le digo que si ve que me resbalo que ahí no ponga el pie. Peñalara ya está ahí y ahora queda el camino de vuelta. 

Peñalara 14:48:10
La carrera vuelve por el mismo trazado hasta el Puerto de Los Neveros. El doble paso por Claveles hace que pierda bastante tiempo en comparación con el recorrido de 2014 y empiezo a no ver muy factible que la familia pueda estar en meta. Al llegar de nuevo a la Laguna de los Pájaros con bastante más ánimo, ciertamente al ver que aún hay corredores que van subiendo, vuelvo a repetir ritual y dedico unos minutos a avituallarme parado, descansando y escuchando los ánimos de la voluntaria para aquellos que inician la ascensión.
Puesto en marcha de nuevo en el cruce de bajada ya hacia La Granja la senda por la que se desciende no resulta especialmente cómoda. Los piornos invaden buena parte de la anchura del camino llegando en algunos puntos a taparlo. En este primer tramo bajo prácticamente solo. Una vez adentrados en el pinar buscando ya el agua del avituallamiento avanzado del Raso del Pino la senda se ensancha hasta convertirse en una pista forestal. Llegado al mencionado puesto, la cabeza va más rápido que las piernas y pregunta cuánto queda a La Granja. No atiendo a la respuesta. Demasiados para un espíritu en exceso impaciente en estos momentos. De nuevo variaciones en el recorrido de bajada que nos conduce por una pista asfaltada a tramos y en la que me obligo a correr, a un ritmo bastante aceptable para lo que pudiera esperar. Los cuádriceps no están para tanto y avanzo con la sensación de que un pequeño fallo en la contracción de alguno de ellos me llevará de bruces contra el suelo. Un pequeño repecho y encuentro una senda ya más acorde con lo que recordaba. Más estrecha, buscando la parte trasera del palacio. Un último paso por un arroyo (la pasarela de madera estaba destruida) y llegamos a la pista que baja desde El Reventón. Un par de kilómetros y con el ánimo de la gente se llega al punto de control de La Granja.
La Granja 16:55:28
En el avituallamiento de La Granja hay prácticamente de todo, aunque sólo me entra comer fruta. No soy capaz de echarme un plato de pasta. Supongo que también influido por los nervios de saber que se va acercando la hora de si llegaré muy tarde a meta. Porque, salvo lesión, sé que he hecho lo más complicado. Con la sensación de volver a no entretenerme demasiado en la parada salgo camino a la Casa de la Pesca. El trazado que viene ahora no es complicado, un sendero bonito donde ahora lo que cuenta son las fuerzas que te quedan. Antes de abandonar el pueblo 4 ó 5 corredores me adelantan y trato de no perderles. Cada uno con su ritmo se van alternando las posiciones de cabeza y yo, apretando un poco los dientes en esos momentos en los que la musculatura aún está agarrotada por la parada, consigo no perderlos. Incluso me uno al grupo en la llegada a Valsaín. Y una vez dentro del sendero de las Pesquerías Reales los recuerdos me juegan una mala pasada queriendo recordar que la casa está más cerca de lo que realmente está. De hecho 2 o 3 kilómetros antes, junto a un antiguo puente, un grupo de voluntarios de la organización ofrecía agua por si íbamos un poco justo. Pregunté la distancia y no terminé de medir muy bien. Iba con menos agua de lo que creía. El puente que cruzaba el río tras pasar Los Asientos y Boca del Asno parecía no llegar nunca. En el momento en el que vi cruzar a los que me precedían apuré el último trago que me quedaba.
Casa de La Pesca 19:39:39
Aquí sí que me encuentro un poco más agotado si cabe. Tengo que tumbarme un momento. Me preguntan si va todo bien o si me mareo, contesto que sin problema. Cansancio, solo cansancio físico y mental porque el dichoso avituallamiento lo buscó mi mente mucho antes de donde se encontraba. Ahora toca poner la vista en el Arrastradero. Buena subida de cinco tramos en los que, después de 100 km, mejor no mirar hacia adelante.
La salida de la Casa de La Pesca se hace por pista asfaltada. Terreno fácil en el que ya son las pocas fuerzas que nos quedan a los que andamos por ahí las que determinan si se pierde o se rasca algún minuto. Después de coronar una pequeña loma y cruzar un arroyo que viene con bastante agua para lo que he ido viendo durante todo el día, empieza la subida dura hasta la Fuente de La Fuenfría. Aquí cada uno se pone a su ritmo, como buenamente puede. Las distancias se hacen eternas y ver, de repente, al que llevas delante sube la moral, pero el hecho es que aún queda lejos llegar al lugar por donde va. Cuatro, cinco tramos, y ya se oyen los ánimos de los voluntarios que están en la fuente. Ha sido menos de lo esperado. Ya saco la conclusión de cuanto más empinado el terreno, mejor porque no se puede correr. Llegada a la fuente y vacío lo que me quedaba de Aquarius de la botella que saqué de la bolsa de Rascafría.
Fuente de La Fuenfría 21:00:13
Un rato de reposo y vuelta a calcular a la hora a la que puedo llegar. ¡Ay, cuánto gasto mental! El Camino Schmidt con sus abarrotadas mañanas se muestra solitario, casi íntimo, al caer la noche. Apenas un pequeño grupo que venía de Siete Picos fue toda la gente que vi que no pertenecía a la carrera. La Casa del ejército de Artillería cuando aparece se muestra retadora poniendo a prueba por penúltima vez la mente de los corredores. Aún queda una subida. Nada comparable a lo recorrido, pero exige viendo ya el final cerca. Me llama la atención ver un árbitro de la carrera por el camino. Entiendo que para supervisar la compañía de los corredores. Cruce por la pista de esquí del Telégrafo y llega a la parte asfaltada donde se llega en un par de minutos al Puerto de Navacerrada. No tengo intención de parar y seguir directamente, pero en este año, te tienen que tomar nota en Venta Arias, así que aprovecho también para tomar algún fruto seco y sandía.
Salgo del Puerto de Navacerrada hacia la loma del Emburriadero. Los últimos 30 metros de desnivel positivo de la carrera. La noche ya está encima. La hora de retraso en la salida hará que esta vez la bajada por el valle de La Barranca la haga parcialmente de noche. En la primera parte de la bajada me veo con fuerzas y me conozco el terreno, aunque también ha habido alguna variación en el trazado. Adelanto unos cuantos corredores que me preguntan si toda la bajada tiene tanta piedra. Voy un poco justo de agua y me acuerdo de que, teóricamente, pasaré por la Fuente Mingo, ya enlazando con la pista forestal. Cuando llego a ella, creo que alguien que no sé si se habría percatado de su existencia, también aprovecha para llenar bidón. En la pista que conduce al parking, ya voy algo justo de fuerza y tampoco tengo confirmación de que la familia esté en meta. ¡Sólo me quedaba que llegase antes que ellos! Al llegar al parking no hay control como hace tres años. Los últimos 3 km se recorren demasiado rápido en la cabeza y el trote pesado que llevo no es precisamente veloz. Todos los que adelanté en la primera parte de la bajada, recuperarán su posición. Al llegar ya a la rotonda de la piedra tengo confirmación de que la familia está en meta. Tranquilamente y tratando de disfrutar al máximo el momento, jaleado por el ánimo de la gente que está en las terrazas. ¡Cuánto se agradece y cómo reconforta! La familia espera en meta y, lo que más deseaba, entra conmigo en línea de meta una personilla muy especial.
Navacerrada 24:07:42
Media hora más que en 2014 haciendo 5 km más y terreno más técnico.
Contento a medida que han ido pasando los días y poniendo la mente en Somiedo. Tengo ganas de correr en mi querida Asturias.