domingo, 15 de julio de 2018

CRÓNICA DE LA RONDA DELS CIMS 2018


Ordino. 5 de la mañana.
Nos levantamos para ponernos en marcha para el gran reto que se nos viene encima. 170 km y 13.500 m D+.

Gran ambiente en la salida con batucada y todo. Pasamos al redil de los participantes. Tengo suerte con el control de material porque me piden el silbato y no tengo que desordenar nada en la mochila. Jose Torralba (Torry) que nos ha acercado a la salida nos hace alguna foto que refleja esas sonrisas nerviosas antes del comienzo.
Salida en Ordino

A las 7 de la mañana dan el pistoletazo de salida. Atravesamos el arco en la parte trasera del grupo trotando tranquilamente cuando Jose Juan (Pati) dice que se le ha caído la chuleta de la alimentación. Vuelve a buscarla hacia la salida mientras que Paco y yo seguimos andando por Ordino hasta que cerramos la carrera con el coche de policía detrás. Pati nos alcanza y se va con un buen ritmo hacia adelante mientras que nosotros a nuestro paso nos acercamos a la cola del grupo en el primer repecho duro. En estos primeros metros coincidimos con Iván. Andorrano con experiencia en la Ronda que nos recuerda lo larga que es y que todo lo que economices te puede otorgar más opciones de terminar. Seguimos cerrando carrera hasta la llegada del primer repecho en senda donde encontramos al grupo un poco atascado.

Jose Juan ya había tirado para arriba e Iván, junto a su compañero, iban ganando posiciones entre la hilera de corredores. Paco y yo subíamos tranquilos. Él siempre diciéndome que amarrase los caballos. “Con desgana, sube con desgana”, literalmente me recordaba. Y es que el ritmo que podíamos llevar era mucho más alto que este. Me llama la atención ver un corredor con la bandera – creo distinguir- de Singapur. La subida por el pinar es larga, con algún repecho duro, pero con un ritmo muy llevadero estando embebido en el grupo.
Senda de camino a la Collada Ferreroles


Paradas de distinta naturaleza – fotográficas y fisiológicas – hacen que deje a Paco un poco más abajo y voy adelantando a ver si veo a Pati o Iván que sería buena referencia. La casualidad quiere que en un tramo de zigzags los vea a los dos juntos medio centenar de metros más arriba. Le pego una voz a Pati para que supiera de mi presencia, a lo que el me responde dándose por enterado. ¿Pensarán los japoneses que estamos asalvajados? 😉 El caso es que, llegando a su altura, busco entre la hilera de corredores que asciende a Paco que viene a un par de minutos.

Encarando la suave bajada del segundo descanso de la ascensión, Jose Juan mantiene una conversación con otro corredor en la que le comenta de cachondeo que esa tos es del tabaco. A mí se me escapa una carcajada porque ha ido a dar justo con el único ultramaratoniano que debe fumar. Pati, tienes que dejar eso ya. El otro alucinaba, incluso se pensaría que era vacile.

Abandonamos la arboleda para salir a la última parte abierta de la ascensión. El sol ya ha alcanzado altura y la crema se hace indispensable. Paramos los tres, aunque uno de nosotros se va al pinar. Antes de ponernos de nuevo en marcha, mis dos compañeros me hacen un posado de exaltación de la amistad. Me escacharro de la risa. ¡Vamos! Que llevamos 10 km y seguimos entre los 15/20 últimos. En el ascenso ahora ya hay mucho más espacio y el grupo se ha ido separando. Pati tira a un buen ritmo y nos saca unos metros. Vamos adelantando a algunos de los que nos habían pasado en la última parada. Entre ellos, a un corredor mexicano.
Dos cracks: Paco y Jose Juan
La collada Ferreroles ya se muestra en detalle con su afloramiento de pizarra característico, sin praderas que la recubran. Primera ascensión de carrera hecha sin gastar demasiado. Salvados los primeros 1400-1500 m de desnivel. 
El trazado por la collada es de los que menos me gustan. Sendero a media ladera con algo de arenilla y piedra suelta. De esos que pisas mal y que dicen aquello de “Se va la cabra se va por el barranquillo”.

Disfrutando del paisaje
Tras coronar, primera bajada al valle de Sorteny pasando por los primeros lagos que salpican el recorrido. De cuando en cuando echamos la vista atrás para ver de dónde venimos. En un terreno que resulta algo más cómodo empiezo a trotar situándome entre Pati y Paco. Sigue habiendo un reguero de corredores, pero estamos ya bastante más separados que en el tramo más duro del ascenso. A estas alturas el GPS en modo ultratrac ya marca bastante más de lo que realmente llevo. El descenso ya cerca del avituallamiento cruza un puente donde hay un fotógrafo y giramos a la izquierda. Sigo detrás de una pareja de franceses sobre los que más o menos mantengo la distancia. La senda termina en una pista forestal con marcas de la carrera que continua el descenso. Se me hace largo encontrar el refugio. En el descenso, tras pasar un jardín botánico, la senda abandona la pista y baja por un tramo escalonado hasta que la vuelve a retomar. Ya pedí de vista a la pareja que me precedía. Cuando las marcas vuelven a tomar una senda que abandona la pista llega el horror. ¡Encuentro una señal que indica Refugio de Sorteny (45 min) en sentido contrario! Me había salido del recorrido. Estaba siguiendo las marcas de la parte final de la carrera (km 160 o así, se pasa dos veces por Sorteny). Ante el estupor, incredulidad y el sentir ridículo, comencé a trotar cuesta arriba por la pista forestal volviendo a pasar por el jardín botánico y la barrera que limitaba el acceso de vehículos. La gente a la que preguntaba me confirmaba la dirección correcta mientras seguía dándole vueltas al tremendo – craso- error de haber seguido a unos corredores y no haber estado pendiente de las marcas. Llego a Sorteny en 5:30 horas.
Imágenes de la subida a Ferreroles

Km 21. Refugio Sorteny. 05:28:08

Unos 25/30 minutos después de lo que lo hubiera hecho sin perderme y con el calentón de subir corriendo por la pista. Allí los voluntarios me dicen que los chicos han ido subiendo despacio para ver si podía llegar a ellos. Como, reposo un momento y salgo… ¡por el lado equivocado! “Eh, que es por ahí arriba. Centra la cabeza”. Tenía razón.

Por aquí se subía al refugio
Había que reconducir la situación del estado de nervios. Una vez en el camino correcto alcanzo a una japonesa que acababa de salir y la adelanto antes de terminar la primera loma. Tras el primer descenso intrincado entre los árboles, el valle se abre en curva hacia la izquierda dejando intuir el ascenso a la collada Rialp.

Bellísima subida a la Collada Rialp




Aunque sea en la distancia, ya alcanzo a ver a una terna de corredores. El primero de ellos el mexicano con el que seguiré coincidiendo en varias ocasiones y al que le comento mi incidente. Se hace larga la subida, aunque viene servida con la motivación de ir alcanzando corredores y del disfrute del paisaje jalonado por cascadas vestidas aún de primavera. En el collado unas magníficas vistas que se pierden en el horizonte. Además, el camino de descenso es arenoso y zigzagueante que deja correr y pasártelo como un crío. Previamente, el voluntario que controlaba los dorsales me dice que Paco había pasado como hace unos 20 minutos. 
Vista desde la Collada Rialp
No estaban tan lejos entonces.
En el tramo final de la bajada pacían relativamente tranquilos un grupo de caballos, casi llegando a la penúltima vaguada antes de Arcalís. Converso un minuto con un voluntario, antes de afrontar la subida a pleno sol a un lago que precede un tramo bastante llano, según me indica. La subida se me atraganta un poco, de hecho, veo a un corredor parado en la parte final. Cuando llego a pie de lago, me siento un momento a recuperar un poco de aire. Aún sigo acelerado por saber qué tiempo llevo perdido con Jose Juan y Paco. En la última parte antes de llegar a Arcalís, de nuevo, supero a tres o cuatro corredores, entre ellos Matsumoto. Corredor japonés disfrazado y bautizado así por Paco. Ya llegando al restaurante veo que están los dos en el avituallamiento. ¡Qué alivio!
Caballos. Al fondo Coma Arcalís

Km 31. Coma Arcalís 9:09:09

Aunque ya llevaban un rato y se puede decir que se marchaban, verlos suponía situarnos a los tres en carrera. Mientras repongo fuerzas en el avituallamiento, los veo alejarse ascendiendo por las pistas de Arcalís. Casi un cuarto de hora después me pongo en marcha despidiéndome de los acompañantes del corredor mexicano y de él mismo, que acaba de sentarse.

El ascenso por las pistas es claro, y después de todo lo pasado, me veo mucho más animado, así que con buena marcha veo que tengo mejor ritmo que los participantes que me preceden. Dejamos a mano izquierda un túnel que conduce a Francia. Inundado, ahora se encuentra cerrado al público. La subida abandona las pistas y asciende por canchales de pizarra hasta alcanzar la brecha de Arcalís. Ya tengo a la vista a mis compañeros de aventura. A algo más de un centenar de metros. Pati me pega una voz dirigida al fondo del valle. Con la marcha que llevo, no puedo contestarle y que me oiga, hasta que dirige su mirada hacia la derecha y su cara se vuelve de sorpresa. Ya estaba con ellos.
En la bajada y sucesiva ascensión al Clot Cavall, los tres marchamos juntos. Y en el descenso del Clot Cavall camino de un lago situado en un bellísimo enclave ocurre una de las anécdotas más divertida de la carrera: hay que descender por un nevero en el que había una cuerda. Como yo no soy demasiado habilidoso ni el nevero es suficientemente largo como para ponerme los crampones, decido sentarme, soltar la cuerda y deslizarme como si fuera un tobogán. Un montículo de nieve acumulada en la parte inferior hace que la frenada no tenga ningún peligro.
Vistas desde la Brecha de Arcalís

La senda gira hacia la derecha camino del refugio de Pla de Estany. La última dificultad es cruzar uno de los arroyos sin calarse demasiado los pies. En el refugio Pati y yo creamos tendencia con el Nesquik, allí, de repente, a todo el mundo le pareció buena idea.









Km 44. Refugio Pla del Estany. 12:55:44

Alto en el camino a Pla del Estany
Atardece y hay que encarar la subida más dura de la prueba. 900 m de desnivel el apenas 2 km. Desde luego, vamos alarmantemente por detrás en nuestras previsiones de paso. La subida se hace dura, larga… eterna. Casi empleamos una hora para llegar al collado que conduce a la cresta. Se nos ha hecho bola. En realidad, imagino que a todos los que íbamos a estas horas por este punto de la carrera. Nos colocamos los frontales en el collado para ascender a la cima. A unos 2700 m se nota que las pulsaciones se aceleran. En la cumbre del Comapedrosa a 2980 metros y ya de noche aparecen las luces de las poblaciones en el fondo de los valles. Unas fotos a la cima, un momento de reposo junto al fuego que ya eran brasas y comienzo del descenso al refugio de Comapedrosa.

Km 47. Pico de Comapedrosa 15:21:36

Cima del Comapedrosa. Llegamos ya de noche.


Me adelanto algo a mis compañeros, quiero emprender el descenso tranquilo en la noche que acababa de despertar. A mitad de bajada en otro nevero paro a ponerme los crampones, aunque cuando me alcanza Jose Juan resulta que se puede esquivar. Ya no me los quito, aún queda otro con cuerda y sobre el que nos han avisado: si caes por la ladera, acabas en un lago. No resultó tan complicado como lo pintaban, con lo que una vez rebasado buscamos el refugio de Comapedrosa.

Km 50. Refugio de Comapedrosa 16:45:59

En el refugio de Comapedrosa le pido a una voluntaria de la cruz roja - con sutileza y quizás también con poco tacto - el asiento con respaldo que ocupaba en un banco. Le agradezco enormemente que me cediera el sitio y aprovecho para descansar con las piernas estiradas durante unos cinco minutos. Esta voluntaria había previamente trabajado su jornada levantándose como nosotros a las 5 de la mañana. La subida al techo de Andorra ha sido dura tanto física como mentalmente puesto que nuestras previsiones de tiempo han resultado descaradamente optimistas frente a lo que nos enseña la realidad. Sea por esto, o porque en esta primera mitad ya no quedan subidas tan largas, decido ponerme en marcha tranquilamente, comentando a Paco y Jose Juan que ya me cogerán de camino al Coll de la Botella. La subida a la Portella Sanfons arranca del refugio como si fuera un aeropuerto. Las sucesivas balizas colocadas en líneas paralelas asemejan el camino a la pista de un aeródromo. Veo a algún corredor delante – creo recordar que japonés- y le voy siguiendo recortándole distancia poco a poco hasta que se toma un descanso y le adelanto. Ya vuelvo a la dinámica habitual: motivado por llevar buen ritmo y no siendo el terreno tan técnico, veo que puedo alcanzar el siguiente avituallamiento en un tiempo razonable. Tras coronar la Portella, breve descenso hasta una vaguada donde un voluntario nos indica el camino a seguir hasta el Port de Cabús. Desde aquí se observan las instalaciones del Coll de la Botella con una impresionante media luna roja asomando por el horizonte. Comienza un descenso intercalando tramos más tendidos y otros más pronunciados hasta llegar a un control en una carretera donde me parece observar que la voluntaria puede resguardarse del frío en una autocaravana. Poco antes, había calibrado la cámara de un fotógrafo que esperaba a los primeros de la Mitic siendo yo su primer corredor capturado.

La bajada continua por el fondo del valle dejando la carretera a la izquierda. El coll queda enfrente algo escorado a la derecha. Todo lo que se baje habrá que volverlo a subir. Un nevero casi me sorprende en la noche tras poner el primer pie y deslizarme con ese primer paso. El descenso lo continuo a un ritmo aceptable para lo que llevo de carrera, hasta que junto al camino hay un caballo dándome la parte de la espalda que pierde su nombre y en el momento en el que voy a pasar me dedica una serenata eterna con aroma incluido. La carcajada y el tufo que satura mi olfato se mezclan a partes iguales.

Voy solo. Adelante ningún frontal, quizás alguna luz me parezca intuir. Atrás, nadie. Atravieso un corral lleno de vacas a las que voy avisando de mi presencia para que no se sorprendan. En esta zona el marcaje estaba peor. Quizás los animales lo hayan pisado. Hay que echar la vista lejos para buscar el reflejo de alguna banderola. Se me va haciendo larga la bajada y en uno de los tramos más inclinados, aunque corto, el primer corredor de la Mitic me adelanta. Cuando llego al río que hay que vadear para iniciar la subida al avituallamiento, ya le había perdido.

Ascensión por las pistas de esquí. No es muy larga, pero se hace dura. La tripa empieza a molestar un poco, sin embargo, la parada que hago a menos de un kilómetro de las luces no tiene el resultado esperado. Ahora dándome la vuelta ya veo una serie de luces. Imagino que ahí vendrán Jose Juan y Paco y unos cuantos corredores del Mitic. Aprieto en el último tramo, a ver si me puedo tumbar algo antes de que vengan los compañeros. 3:05 de la mañana y hay ambiente de pub en el Coll de la Botella.

Km 60. Coll de la Botella. 20:05:56

Aviso a los de control, me voy a echar un rato. Entre que cargo el reloj y dejo trastos, se quedan en 10 minutos los que paro tumbado en la camilla. Los tres reunidos ya en el avituallamiento constatamos que vamos justos de tiempo, que esta carrera no es comparable a lo vivido en otras. Jose Juan no se encuentra muy bien, tiene molestias en los pies. Le hacen dudar. Paco nos recuerda lo rápido que marcha el reloj estando aquí parado. Hablamos. Decidimos. Paco y yo salimos. Jose Juan se lo va a pensar. Lo intentó, pero tuvo que volverse para definitivamente abandonar. Una pena porque había entrenado muy bien.

Salimos del Coll de la Botella por una pista forestal ondulada entre un pinar. Descanso a nivel técnico que Paco y yo aprovechamos para conversar. Vamos cediendo el paso a los corredores del Mitic que van llegando. El ritmo se acelera y es más constate que el atrancado paso que desarrollábamos en subidas anteriores. Las primeras estrellas del oriente van desapareciendo con las primeras luces del amanecer, aún hay que llevar el frontal, pero ya sabemos que llegaremos al Bony de la Pica de día. Casi mejor porque a Paco le tuve que dejar mi segundo frontal y el mío se había quedado en modo emergencia desde hacía casi una hora. Después de una breve subida llegamos a la cresta que con otro empujón culmina en el control del Bony de la Pica.

Km 66. Bony de la Pica. 22:47:21

Ya llevaba un buen rato barruntando cómo sería la bajada de Margineda, sobre la que tanto me habían hablado. Guardo los bastones y a paso muy lento inicio el descenso. En este torpe avanzar uno de los corredores que me adelanta me saluda. Torry, nuestro compañero de viaje que corre la Mitic y que terminará haciendo un carrerón.

Los primeros metros del descenso se van consumiendo expectante a lo que pueda venir. Paco, que se había adelantado unos metros, me espera justo antes de encarar una canal a mano izquierda donde la pendiente se vuelve mucho más vertical. Aquí estamos con los primeros rayos de sol poniendo a prueba cuádriceps y meniscos con los escalones que vamos bajando. La senda en ocasiones zigzaguea permitiendo cierto descanso muscular. En este momento, y con cierto aire de capricho del destino, de llamada al mal augurio por mis miedos creados por el relato recibido sobre este descenso o simplemente por la casualidad, escucho las llamadas de atención por parte de dos corredores franceses que venían justo detrás de nosotros. ¡Atención, atención! Cuando me vuelvo, una roca casi del tamaño de una sandía viene rodando ladera abajo. Realmente no tengo tiempo de reacción y girar la cabeza hacia un lado fue un acto reflejo más que un remedio para evitar daños. La fortuna quiso que la piedra continuara avanzando ladera abajo a unos 4 o 5 metros de donde yo me encontraba. Si la adrenalina ya estaba alta, ahora se había salido de rango. Poco después afrontamos la parte más difícil de la bajada: la de las cadenas. Por suerte, Paco y yo nos pudimos organizar dejándonos espacio para sujetarnos cada uno a un segmento sin molestarnos con tirones y el consiguiente riesgo de desestabilización y caída. Tras pasar la zona delicada, el descenso prosigue hasta llegar a la aldea de Aixás donde hay un nuevo control.

Un corto tramo llano y una pequeña subida para afrontar la bajada definitiva a Margineda. Vamos justos de tiempo. El reloj se nos echa encima. Se ven las primeras edificaciones, pero aún quedan numerosas curvas que salvar. Le comento a Paco si nos dejarán salir después de las 9 de la mañana. Pensamos que sí, que lo importante es entrar antes. Dejamos el sendero para ascender hacia el polideportivo por el asfalto. 8:15 de la mañana.

Km 73. Margineda. 25:17:52.

Nos dicen en el control que hay que abandonar el polideportivo antes de las 9. Moralmente esto me hunde. En el plan estaba ducharse, dormir unos minutos, comer y reposar otros 5 antes de salir. “Paco, no sigo. Aquí me quedo”. Paro el reloj. Estoy fuera de carrera. Y así hubiera sido si no es por mi compañero. Me dice que me tumbe en la colchoneta 5/10 minutos mientras que él se ducha y luego vemos. Antes de que se marche al vestuario le digo que ok, que para adelante. Hasta donde lleguemos en tiempo. A esto hemos venido, ¿no? Dos minutos fue lo que tuve el Garmin parado. Gracias, Paco, por esos ánimos en un momento crítico. Me quedo en duermevela antes de que regrese. Me ducho. Van avisando que quedan 20 minutos para los corredores de la Ronda. El tiempo apremia y mi compañero me ayuda con la alimentación haciéndome servicio de catering. No tuve opción de arreglarme un poco los pies que, hasta ahora, van estupendamente, también debido a un par de calcetines que previamente me había dejado Paco después de calarme los pies y que yo le devolvía ahora en menudo estado para que los dejara en su bolsa. 8:59 fichamos de salida en el control para continuar y ver lo que nos deparará esta carrera.

Dejamos el polideportivo, acompañados por un grupo de personas… ¡los escobas! Charlamos un rato con ellos e incluso les pedimos que nos hagan alguna foto en el paso del río antes de iniciar la subida a Costa Seda. Tentadora es la posibilidad de quedarnos con ellos cuando nos dicen que llevan butifarra. Antes de salir de Margineda ya habíamos adelantado a un corredor y vimos a otro en sentido contrario que volvía para retirarse. Andorra ya se ha despertado y nosotros apenas hemos tenido las piernas en horizontal. Estamos cansados, los objetivos marcados son cortos y cercanos, pero el tiempo avanza imperturbable recordándonos que no nos va a sobrar. El ascenso por la ladera de umbría nos da una tregua con los rayos de sol matutinos. Parece que hemos sacado algo de hueco con los que cierran la carrera e incluso adelantamos a otro par de corredores en la subida. Ya internados en el pinar nos juntamos con un portugués que se conoce la subida y nos cuenta que tiene 28 curvas desde el repecho que tenemos justo delante y que gira a la izquierda. No estoy como para contarlas, pero sí para darme cuenta de que están separadas. Esto va a ser largo. Paco y yo seguimos manteniendo bien la cabeza – tras mi momento crítico en Margineda – con la filosofía del hasta que nos echen. El arbolado va llegando a su fin y los rayos se cuelan haciendo más intenso el calor. Nuestro guía hace media docena de curvas que nos dice que esa era la última. Flaco favor que nos hizo hasta llegar a la zona despejada donde está el collado. Se me ha hecho dura y le comento a Paco que quiero sentarme 5 minutos a la sombra. Reponemos fuerzas perdiendo alguna posición, entre los que nos adelantan un corredor que ya conoce la Ronda y nos advirtió en el camino de subida que llegaríamos fuera de control a Pas de la Casa. Eso no nos iba a hacer dejar de luchar. 

Cascada en Llumaneres
La bajada a Coma Bella es una bendición: pendiente no muy inclinada y ¡hasta un tramo de carretera llano! Pasamos Llumaneres al trote y en el desvío que deja la carretera atrás, disfrutamos de una refrescante cascada en la que aprovechamos para mojarnos la cabeza y rellenar agua ya que el tramo que prosigue parece bastante soleado. De hecho, tras pasar un tramo de senda estrecho, la carrera llega a un tramo de descenso por una pista forestal zigzagueando entre campos de cultivo y huertos. ¡Quién tuviera fuerzas para correr alegremente por aquí! Buscando deshacernos del calor hasta esperamos a que uno de los aspersores que mojan el camino nos refrigere. Aún vamos bien de tiempo, convencidos que la parte alta de la localidad que alcanzamos – Aixirivall- es donde está el Hotel Coma Bella. Nada más lejos de la realidad, bueno, la realidad se encuentra a 3 o 4 kilómetros. Eso supondría casi una hora con lo que el tiempo que pensábamos que estábamos ganando se evapora. De nuevo en una zona boscosa y sin referencias, las ondulaciones del terreno se vuelven desesperantes. Aprieto un poco el paso tirando de Paco y alcanzamos al corredor mexicano con el que hemos ido cerca toda la carrera. La ansiedad aumenta, aún no se ve ninguna carretera. Les he dejado unos metros atrás. Un último repecho y la senda llega a unas casas. “¡Ya está aquí la carretera!”- les grito monte abajo dándoles una esperanza equivocada. Entre las casas sigue discurriendo una senda y no es hasta cientos de metros más allá cuando el asfalto hace acto de presencia. ¿Y el avituallamiento? La carretera plana deja intuir su trazado durante medio kilómetro. El tiempo corre. Ya es la 1 de la tarde. 30 horas de carrera. Necesito respuestas. Pregunto. Una pareja que paseaba me dice que aún queda un kilómetro. ¿Un kilómetro? Me imagino la cara de incredulidad y asombro que le puse. Aprieto los dientes, el siguiente objetivo lo tenemos ahí. Diez minutos después llego al Hotel Coma Bella.

Km 86. Hotel Coma Bella. 30:10:27

Allí nos juntamos con el mexicano y Lawrence, un irlandés con el que ya habíamos mantenido conversación. Serán nuestros compañeros – metro arriba, metro abajo – de la siguiente parte de la carrera.

El sueño presiona cada vez más y decidimos que hay que tumbarse 10 minutos en las camillas, avituallarse y salir. Esta vez no había ganas de Nesquik con mojicones. Unos pedazos de sandía era lo que mejor me entraba.

Con filosofía y analizando el perfil afrontamos la subida más larga que queda en la carrera: el Pic Negre. 1200 metros de desnivel que en unos 10 kilómetros parecen más llevaderos que otras subidas anteriores. Nos organizamos para llevar el GPS con la información de velocidad y de desnivel positivo acumulado para hacernos una idea de lo que nos queda. La primera parte de la subida contrariamente a lo esperado es relativamente sombreada. Hacemos una parada porque el reloj se ha quedado sin batería. Paco me deja una de las suyas y él también aprovecha para cargar su reloj. El mío no termina de iniciar y el mosqueo va en aumento. Aprovecho para darme crema y, por fin, el GPS revive y puedo continuar registrando la actividad. Mexicano e irlandés nos han adelantado en este paréntesis. Resuelto el problema técnico, volvemos a coger ritmo. Llegamos a Naturlandia a 2000 m de altura y seguimos el ascenso por una pista forestal. El cielo se va nublando dando el calor una tregua. La arboleda desaparece y el camino de ascenso se deja ver como una pared. En verdad, la primera parte por la pradera resulta más tendida de lo que parecía. En el último tramo de subida dejando atrás Naturlandia, me paro junto a un árbol que se había parado el mexicano. Paco y Lawrence llegan al momento. Iremos los cuatro más o menos cerca y aparecemos en Roca de Pimes. Avituallamiento ligero situado en el km 93.

Cresta del Pic Negre
Atrás han quedado los engaños de la vista al cerebro haciéndome querer ver lo que no existe en la realidad: unas mesas de merendero cuando lo que más anhelas es sentarte. Me tuve que conformar con un tocón. Tras la breve para en Roca de Pimes reanudo la marcha a bastante buen ritmo, recortando poco a poco la distancia que nos habían sacado nuestros ya compañeros de carrera. La pendiente es más suave de lo que veíamos desde abajo y nos anima. Con la pista ancha y sin dificultad técnica, nos permitimos dar algún paso con los ojos cerrados. Luego me confesará Paco que habría andado dormido. Me recuerda a La Larga Marcha de Stephen King. El cielo hace rato que se ha nublado y en la lejanía se empieza a oír tronar. Al menos, nos hemos librado del calor en esta parte de la subida tan abierta. Un último repecho duro que ataja el trazado de la pista forestal y llega a la cuerda del Pic Negre. No veo la cima, pero el terreno es prácticamente llano. El viento sopla fuerte, hemos tenido suerte en toda la subida con el viento de espaldas. Espero tranquilamente a Paco mientras que me pongo el chubasquero. Aprovecho para sacar algunas fotos. La tormenta se oye más cerca.

El terreno cambia de la arena de la pista forestal a la pizarra del Pic Negre. Un par de vehículos todoterreno esperan en el control. Pasamos los cuatro juntos. Paco y yo habíamos comentado tratar de trotar en esta bajada antes de afrontar la subida que precede al refugio de Claror. Las piernas están cansadas, pero alargamos la zancada aumentando el ritmo. No llevamos ni cinco minutos cuando nos percatamos de que ahora sí, tenemos la tormenta encima. Al tronar se le unen las primeras bolas de granizo que impactan sobre nosotros. La intensidad aumenta. La naturaleza nos obliga a volver a andar. ¡Justo en el terreno en el que habíamos pensado en recortar algo de tiempo con respecto al fuera de control! Agachamos la cabeza. El viento lateral obliga a no poder levantar mucho la mirada a riesgo de ser blanco de una de las piedras heladas que caían del gris oscuro que tenía el cielo. El chubasquero para la mochila finalmente lo uso a modo de toldo sujetado por los brazos. Pica el pedrisco que cae sobre éstos, la cabeza o la pequeña parte descubierta entre el pantalón y las pantorrilleras. Sorprendentemente, no tenía frío. Entiendo que debido a esa mezcla de asombro y reparo en verme envuelto y a merced de la naturaleza. Resulta increíble haber vivido esos momentos.


La tormenta se nos echaba encima
Hay que salir de ahí, pero me quedaría contemplando esa fuerza que no podemos dominar durante el tiempo que durase. Al menos, no se oyen truenos muy cerca. Es más, los dos comentamos más adelante que en estos momentos habíamos pensado en resguardarnos en alguna roca que nos protegiera del viento lateral y del granizo, pero lo que encontrábamos era una pradera herbácea y rocosa donde nada sobresalía más de medio metro del suelo. La tormenta va amainando y nos deja el suelo como un parque de bolas de los niños, aunque aquí todas son blancas y heladas. Hubo momentos en los que parecía que te las tiraban a puñados y te golpeaban tres o cuatro simultáneamente en la misma parte del cuerpo. La tormenta ha aflojado. Ha parado totalmente al llegar a una cruz blanca y bajar hacia la izquierda por una senda relativamente sencilla, pero que con el cansancio de los cuádriceps y el terreno mojado obliga a prestar atención. Llegamos a un cruce donde un voluntario nos toma nota de paso. En la comprobación del dorsal que lo llevo debajo del chubasquero, me lo arrancará sin querer. Lo tendré que llevar en el bolsillo hasta que me lo pueda poner en algún sitio. Ahora esa no es mi mayor preocupación. Volvemos a comentar Paco y yo la situación. Una señal del sendero indica Refugio de Claror 1h 40 min y son las 6 de la tarde. Tratamos de mantener un buen ritmo en la sucesión de subidas y bajadas cortas. Tras una media hora, vemos un refugio en una loma cuya ascensión no serán más de 50 metros de desnivel. No me cuadra que fuera Claror. Apenas pasan unos minutos de las 7 de la tarde. Vemos a un voluntario. Damos la vuelta al refugio y nos encontramos con una quincena de corredores. La carrera estaba suspendida. Nueva situación en mi experiencia en el Trail.

Hasta aquí hemos llegado Paco y yo. Nos damos la mutua enhorabuena por haberlo luchado. Algo más de 36 horas de carrera. 103 km y 8700 m D+.
La sensación inmediata a la suspensión de la carrera es que no hubiéramos llegado a tiempo. A medida que pasan las horas el sentimiento se torna en positivo. Ya en el viaje de regreso, reflexionamos que, habiendo aguantado el sueño un poco más, realmente sí teníamos opciones de haberlo conseguido.

Vuelvo a casa contento. Contento por haberlo luchado. Por el gran entrenamiento que ha sido para el UTMB. Por haberme repuesto de una pérdida de media hora en el inicio de la carrera. Por haber aprendido la lección de seguir las marcas y no a un corredor. Me voy contento por las personas con las que he compartido el viaje y que me han dado mucha moral para mi cita en Chamonix.Vuelvo contento por el apoyo recibido de mi familia que, esta vez, no pudo acompañarme.