Ordino. 5 de la mañana.
Nos levantamos para ponernos en
marcha para el gran reto que se nos viene encima. 170 km y 13.500 m D+.
Gran ambiente en la salida con
batucada y todo. Pasamos al redil de los participantes. Tengo suerte con el
control de material porque me piden el silbato y no tengo que desordenar nada
en la mochila. Jose Torralba (Torry)
que nos ha acercado a la salida nos hace alguna foto que refleja esas sonrisas
nerviosas antes del comienzo.
Salida en Ordino |
A las 7 de la mañana dan el
pistoletazo de salida. Atravesamos el arco en la parte trasera del grupo
trotando tranquilamente cuando Jose Juan (Pati)
dice que se le ha caído la chuleta de la alimentación. Vuelve a buscarla hacia
la salida mientras que Paco y yo seguimos andando por Ordino hasta que cerramos
la carrera con el coche de policía detrás. Pati nos alcanza y se va con un buen
ritmo hacia adelante mientras que nosotros a nuestro paso nos acercamos a la
cola del grupo en el primer repecho duro. En estos primeros metros coincidimos
con Iván. Andorrano con experiencia en la Ronda que nos recuerda lo larga que
es y que todo lo que economices te puede otorgar más opciones de terminar.
Seguimos cerrando carrera hasta la llegada del primer repecho en senda donde
encontramos al grupo un poco atascado.
Jose Juan ya había tirado para
arriba e Iván, junto a su compañero, iban ganando posiciones entre la hilera de
corredores. Paco y yo subíamos tranquilos. Él siempre diciéndome que amarrase
los caballos. “Con desgana, sube con desgana”, literalmente me recordaba. Y es
que el ritmo que podíamos llevar era mucho más alto que este. Me llama la
atención ver un corredor con la bandera – creo distinguir- de Singapur. La
subida por el pinar es larga, con algún repecho duro, pero con un ritmo muy
llevadero estando embebido en el grupo.
Senda de camino a la Collada Ferreroles |
Paradas de distinta naturaleza –
fotográficas y fisiológicas – hacen que deje a Paco un poco más abajo y voy
adelantando a ver si veo a Pati o Iván que sería buena referencia. La
casualidad quiere que en un tramo de zigzags los vea a los dos juntos medio
centenar de metros más arriba. Le pego una voz a Pati para que supiera de mi
presencia, a lo que el me responde dándose por enterado. ¿Pensarán los japoneses que estamos asalvajados? 😉 El caso es que, llegando a su altura,
busco entre la hilera de corredores que asciende a Paco que viene a un par de
minutos.
Encarando la suave bajada del
segundo descanso de la ascensión, Jose Juan mantiene una conversación con otro
corredor en la que le comenta de cachondeo que esa tos es del tabaco. A mí se
me escapa una carcajada porque ha ido a dar justo con el único ultramaratoniano
que debe fumar. Pati, tienes que dejar eso ya. El otro alucinaba, incluso se
pensaría que era vacile.
Abandonamos la arboleda para
salir a la última parte abierta de la ascensión. El sol ya ha alcanzado altura
y la crema se hace indispensable. Paramos los tres, aunque uno de nosotros se
va al pinar. Antes de ponernos de nuevo en marcha, mis dos compañeros me hacen
un posado de exaltación de la amistad. Me escacharro de la risa. ¡Vamos! Que llevamos 10 km y seguimos entre
los 15/20 últimos. En el ascenso ahora ya hay mucho más espacio y el grupo
se ha ido separando. Pati tira a un buen ritmo y nos saca unos metros. Vamos
adelantando a algunos de los que nos habían pasado en la última parada. Entre
ellos, a un corredor mexicano.
La collada Ferreroles ya se
muestra en detalle con su afloramiento de pizarra característico, sin praderas
que la recubran. Primera ascensión de carrera hecha sin gastar demasiado.
Salvados los primeros 1400-1500 m de desnivel.
Dos cracks: Paco y Jose Juan |
El trazado por la collada es de
los que menos me gustan. Sendero a media ladera con algo de arenilla y piedra suelta.
De esos que pisas mal y que dicen aquello de “Se va la cabra se va por el barranquillo”.
Tras coronar, primera bajada al
valle de Sorteny pasando por los primeros lagos que salpican el recorrido. De
cuando en cuando echamos la vista atrás para ver de dónde venimos. En un
terreno que resulta algo más cómodo empiezo a trotar situándome entre Pati y
Paco. Sigue habiendo un reguero de corredores, pero estamos ya bastante más
separados que en el tramo más duro del ascenso. A estas alturas el GPS en modo ultratrac
ya marca bastante más de lo que realmente llevo. El descenso ya cerca del
avituallamiento cruza un puente donde hay un fotógrafo y giramos a la
izquierda. Sigo detrás de una pareja de franceses sobre los que más o menos
mantengo la distancia. La senda termina en una pista forestal con marcas de la
carrera que continua el descenso. Se me hace largo encontrar el refugio. En el
descenso, tras pasar un jardín botánico, la senda abandona la pista y baja por
un tramo escalonado hasta que la vuelve a retomar. Ya pedí de vista a la pareja
que me precedía. Cuando las marcas vuelven a tomar una senda que abandona la
pista llega el horror. ¡Encuentro una señal que indica Refugio de Sorteny (45
min) en sentido contrario! Me había salido del recorrido. Estaba siguiendo las
marcas de la parte final de la carrera (km 160 o así, se pasa dos veces por
Sorteny). Ante el estupor, incredulidad y el sentir ridículo, comencé a trotar
cuesta arriba por la pista forestal volviendo a pasar por el jardín botánico y
la barrera que limitaba el acceso de vehículos. La gente a la que preguntaba me
confirmaba la dirección correcta mientras seguía dándole vueltas al tremendo –
craso- error de haber seguido a unos corredores y no haber estado pendiente de
las marcas. Llego a Sorteny en 5:30 horas.
Disfrutando del paisaje |
Km 21. Refugio Sorteny. 05:28:08
Unos 25/30 minutos después de lo
que lo hubiera hecho sin perderme y con el calentón de subir corriendo por la
pista. Allí los voluntarios me dicen que los chicos han ido subiendo despacio
para ver si podía llegar a ellos. Como, reposo un momento y salgo… ¡por el lado
equivocado! “Eh, que es por ahí arriba.
Centra la cabeza”. Tenía razón.
Había que reconducir la situación del
estado de nervios. Una vez en el camino correcto alcanzo a una japonesa que
acababa de salir y la adelanto antes de terminar la primera loma. Tras el
primer descenso intrincado entre los árboles, el valle se abre en curva hacia
la izquierda dejando intuir el ascenso a la collada Rialp.
Por aquí se subía al refugio |
Bellísima subida a la Collada Rialp |
Aunque sea en la distancia, ya
alcanzo a ver a una terna de corredores. El primero de ellos el mexicano con el
que seguiré coincidiendo en varias ocasiones y al que le comento mi incidente.
Se hace larga la subida, aunque viene servida con la motivación de ir
alcanzando corredores y del disfrute del paisaje jalonado por cascadas vestidas
aún de primavera. En el collado unas magníficas vistas que se pierden en el
horizonte. Además, el camino de descenso es arenoso y zigzagueante que deja
correr y pasártelo como un crío. Previamente, el voluntario que controlaba los
dorsales me dice que Paco había pasado como hace unos 20 minutos.
En el tramo final de la bajada
pacían relativamente tranquilos un grupo de caballos, casi llegando a la
penúltima vaguada antes de Arcalís. Converso un minuto con un voluntario, antes
de afrontar la subida a pleno sol a un lago que precede un tramo bastante llano,
según me indica. La subida se me atraganta un poco, de hecho, veo a un corredor
parado en la parte final. Cuando llego a pie de lago, me siento un momento a
recuperar un poco de aire. Aún sigo acelerado por saber qué tiempo llevo
perdido con Jose Juan y Paco. En la última parte antes de llegar a Arcalís, de
nuevo, supero a tres o cuatro corredores, entre ellos Matsumoto. Corredor japonés disfrazado y bautizado así por Paco. Ya
llegando al restaurante veo que están los dos en el avituallamiento. ¡Qué
alivio!
Caballos. Al fondo Coma Arcalís |
Km 31. Coma Arcalís 9:09:09
Aunque ya llevaban un rato y se
puede decir que se marchaban, verlos suponía situarnos a los tres en carrera.
Mientras repongo fuerzas en el avituallamiento, los veo alejarse ascendiendo
por las pistas de Arcalís. Casi un cuarto de hora después me pongo en marcha
despidiéndome de los acompañantes del corredor mexicano y de él mismo, que
acaba de sentarse.
El ascenso por las pistas es
claro, y después de todo lo pasado, me veo mucho más animado, así que con buena
marcha veo que tengo mejor ritmo que los participantes que me preceden. Dejamos
a mano izquierda un túnel que conduce a Francia. Inundado, ahora se encuentra
cerrado al público. La subida abandona las pistas y asciende por canchales de
pizarra hasta alcanzar la brecha de Arcalís. Ya tengo a la vista a mis
compañeros de aventura. A algo más de un centenar de metros. Pati me pega una
voz dirigida al fondo del valle. Con la marcha que llevo, no puedo contestarle
y que me oiga, hasta que dirige su mirada hacia la derecha y su cara se vuelve
de sorpresa. Ya estaba con ellos.
En la bajada y sucesiva ascensión
al Clot Cavall, los tres marchamos juntos. Y en el descenso del Clot Cavall
camino de un lago situado en un bellísimo enclave ocurre una de las anécdotas
más divertida de la carrera: hay que descender por un nevero en el que había
una cuerda. Como yo no soy demasiado habilidoso ni el nevero es suficientemente
largo como para ponerme los crampones, decido sentarme, soltar la cuerda y
deslizarme como si fuera un tobogán. Un montículo de nieve acumulada en la
parte inferior hace que la frenada no tenga ningún peligro.
Vistas desde la Brecha de Arcalís |
La senda gira hacia la derecha
camino del refugio de Pla de Estany. La última dificultad es cruzar uno de los
arroyos sin calarse demasiado los pies. En el refugio Pati y yo creamos
tendencia con el Nesquik, allí, de repente, a todo el mundo le pareció buena
idea.
Km 44. Refugio Pla del Estany. 12:55:44
Alto en el camino a Pla del Estany |
Me adelanto algo a mis
compañeros, quiero emprender el descenso tranquilo en la noche que acababa de
despertar. A mitad de bajada en otro nevero paro a ponerme los crampones,
aunque cuando me alcanza Jose Juan resulta que se puede esquivar. Ya no me los
quito, aún queda otro con cuerda y sobre el que nos han avisado: si caes por la ladera, acabas en un lago.
No resultó tan complicado como lo pintaban, con lo que una vez rebasado
buscamos el refugio de Comapedrosa.
Km 50. Refugio de Comapedrosa
16:45:59
En el refugio de Comapedrosa le
pido a una voluntaria de la cruz roja - con sutileza y quizás también con poco
tacto - el asiento con respaldo que ocupaba en un banco. Le agradezco
enormemente que me cediera el sitio y aprovecho para descansar con las piernas
estiradas durante unos cinco minutos. Esta voluntaria había previamente trabajado
su jornada levantándose como nosotros a las 5 de la mañana. La subida al techo
de Andorra ha sido dura tanto física como mentalmente puesto que nuestras
previsiones de tiempo han resultado descaradamente optimistas frente a lo que
nos enseña la realidad. Sea por esto, o porque en esta primera mitad ya no
quedan subidas tan largas, decido ponerme en marcha tranquilamente, comentando
a Paco y Jose Juan que ya me cogerán de camino al Coll de la Botella. La subida
a la Portella Sanfons arranca del refugio como si fuera un aeropuerto. Las
sucesivas balizas colocadas en líneas paralelas asemejan el camino a la pista
de un aeródromo. Veo a algún corredor delante – creo recordar que japonés- y le
voy siguiendo recortándole distancia poco a poco hasta que se toma un descanso
y le adelanto. Ya vuelvo a la dinámica habitual: motivado por llevar buen ritmo
y no siendo el terreno tan técnico, veo que puedo alcanzar el siguiente
avituallamiento en un tiempo razonable. Tras coronar la Portella, breve
descenso hasta una vaguada donde un voluntario nos indica el camino a seguir
hasta el Port de Cabús. Desde aquí se observan las instalaciones del Coll de la
Botella con una impresionante media luna roja asomando por el horizonte.
Comienza un descenso intercalando tramos más tendidos y otros más pronunciados
hasta llegar a un control en una carretera donde me parece observar que la voluntaria
puede resguardarse del frío en una autocaravana. Poco antes, había calibrado la
cámara de un fotógrafo que esperaba a los primeros de la Mitic siendo yo su
primer corredor capturado.
La bajada continua por el fondo
del valle dejando la carretera a la izquierda. El coll queda enfrente algo
escorado a la derecha. Todo lo que se baje habrá que volverlo a subir. Un
nevero casi me sorprende en la noche tras poner el primer pie y deslizarme con
ese primer paso. El descenso lo continuo a un ritmo aceptable para lo que llevo
de carrera, hasta que junto al camino hay un caballo dándome la parte de la
espalda que pierde su nombre y en el momento en el que voy a pasar me dedica
una serenata eterna con aroma incluido. La carcajada y el tufo que satura mi olfato
se mezclan a partes iguales.
Voy solo. Adelante ningún
frontal, quizás alguna luz me parezca intuir. Atrás, nadie. Atravieso un corral
lleno de vacas a las que voy avisando de mi presencia para que no se
sorprendan. En esta zona el marcaje estaba peor. Quizás los animales lo hayan
pisado. Hay que echar la vista lejos para buscar el reflejo de alguna
banderola. Se me va haciendo larga la bajada y en uno de los tramos más
inclinados, aunque corto, el primer corredor de la Mitic me adelanta. Cuando
llego al río que hay que vadear para iniciar la subida al avituallamiento, ya
le había perdido.
Ascensión por las pistas de
esquí. No es muy larga, pero se hace dura. La tripa empieza a molestar un poco,
sin embargo, la parada que hago a menos de un kilómetro de las luces no tiene
el resultado esperado. Ahora dándome la vuelta ya veo una serie de luces.
Imagino que ahí vendrán Jose Juan y Paco y unos cuantos corredores del Mitic.
Aprieto en el último tramo, a ver si me puedo tumbar algo antes de que vengan
los compañeros. 3:05 de la mañana y hay ambiente de pub en el Coll de la
Botella.
Km 60. Coll de la Botella. 20:05:56
Aviso a los de control, me voy a
echar un rato. Entre que cargo el reloj y dejo trastos, se quedan en 10 minutos
los que paro tumbado en la camilla. Los tres reunidos ya en el avituallamiento
constatamos que vamos justos de tiempo, que esta carrera no es comparable a lo
vivido en otras. Jose Juan no se encuentra muy bien, tiene molestias en los
pies. Le hacen dudar. Paco nos recuerda lo rápido que marcha el reloj estando
aquí parado. Hablamos. Decidimos. Paco y yo salimos. Jose Juan se lo va a
pensar. Lo intentó, pero tuvo que volverse para definitivamente abandonar. Una
pena porque había entrenado muy bien.
Salimos del Coll de la Botella
por una pista forestal ondulada entre un pinar. Descanso a nivel técnico que
Paco y yo aprovechamos para conversar. Vamos cediendo el paso a los corredores
del Mitic que van llegando. El ritmo se acelera y es más constate que el
atrancado paso que desarrollábamos en subidas anteriores. Las primeras
estrellas del oriente van desapareciendo con las primeras luces del amanecer,
aún hay que llevar el frontal, pero ya sabemos que llegaremos al Bony de la
Pica de día. Casi mejor porque a Paco le tuve que dejar mi segundo frontal y el
mío se había quedado en modo emergencia desde hacía casi una hora. Después de
una breve subida llegamos a la cresta que con otro empujón culmina en el
control del Bony de la Pica.
Km 66. Bony de la Pica. 22:47:21
Ya llevaba un buen rato barruntando
cómo sería la bajada de Margineda, sobre la que tanto me habían hablado. Guardo
los bastones y a paso muy lento inicio el descenso. En este torpe avanzar uno
de los corredores que me adelanta me saluda. Torry, nuestro compañero de viaje
que corre la Mitic y que terminará haciendo un carrerón.
Los primeros metros del descenso
se van consumiendo expectante a lo que pueda venir. Paco, que se había
adelantado unos metros, me espera justo antes de encarar una canal a mano
izquierda donde la pendiente se vuelve mucho más vertical. Aquí estamos con los
primeros rayos de sol poniendo a prueba cuádriceps y meniscos con los escalones
que vamos bajando. La senda en ocasiones zigzaguea permitiendo cierto descanso
muscular. En este momento, y con cierto aire de capricho del destino, de
llamada al mal augurio por mis miedos creados por el relato recibido sobre este
descenso o simplemente por la casualidad, escucho las llamadas de atención por
parte de dos corredores franceses que venían justo detrás de nosotros. ¡Atención, atención! Cuando me vuelvo,
una roca casi del tamaño de una sandía viene rodando ladera abajo. Realmente no
tengo tiempo de reacción y girar la cabeza hacia un lado fue un acto reflejo
más que un remedio para evitar daños. La fortuna quiso que la piedra continuara
avanzando ladera abajo a unos 4 o 5 metros de donde yo me encontraba. Si la
adrenalina ya estaba alta, ahora se había salido de rango. Poco después
afrontamos la parte más difícil de la bajada: la de las cadenas. Por suerte,
Paco y yo nos pudimos organizar dejándonos espacio para sujetarnos cada uno a
un segmento sin molestarnos con tirones y el consiguiente riesgo de
desestabilización y caída. Tras pasar la zona delicada, el descenso prosigue
hasta llegar a la aldea de Aixás donde hay un nuevo control.
Un corto tramo llano y una
pequeña subida para afrontar la bajada definitiva a Margineda. Vamos justos de
tiempo. El reloj se nos echa encima. Se ven las primeras edificaciones, pero
aún quedan numerosas curvas que salvar. Le comento a Paco si nos dejarán salir
después de las 9 de la mañana. Pensamos que sí, que lo importante es entrar
antes. Dejamos el sendero para ascender hacia el polideportivo por el asfalto.
8:15 de la mañana.
Km 73. Margineda. 25:17:52.
Nos dicen en el control que hay
que abandonar el polideportivo antes de las 9. Moralmente esto me hunde. En el
plan estaba ducharse, dormir unos minutos, comer y reposar otros 5 antes de
salir. “Paco, no sigo. Aquí me quedo”.
Paro el reloj. Estoy fuera de carrera. Y así hubiera sido si no es por mi
compañero. Me dice que me tumbe en la colchoneta 5/10 minutos mientras que él
se ducha y luego vemos. Antes de que se marche al vestuario le digo que ok, que
para adelante. Hasta donde lleguemos en tiempo. A esto hemos venido, ¿no? Dos minutos fue lo que tuve el Garmin parado.
Gracias, Paco, por esos ánimos en un momento crítico. Me quedo en duermevela
antes de que regrese. Me ducho. Van avisando que quedan 20 minutos para los
corredores de la Ronda. El tiempo apremia y mi compañero me ayuda con la
alimentación haciéndome servicio de catering. No tuve opción de arreglarme un
poco los pies que, hasta ahora, van estupendamente, también debido a un par de
calcetines que previamente me había dejado Paco después de calarme los pies y
que yo le devolvía ahora en menudo estado para que los dejara en su bolsa. 8:59
fichamos de salida en el control para continuar y ver lo que nos deparará esta
carrera.
Dejamos el
polideportivo, acompañados por un grupo de personas… ¡los escobas! Charlamos un
rato con ellos e incluso les pedimos que nos hagan alguna foto en el paso del
río antes de iniciar la subida a Costa Seda. Tentadora es la posibilidad de
quedarnos con ellos cuando nos dicen que llevan butifarra. Antes de salir de
Margineda ya habíamos adelantado a un corredor y vimos a otro en sentido
contrario que volvía para retirarse. Andorra ya se ha despertado y nosotros
apenas hemos tenido las piernas en horizontal. Estamos cansados, los objetivos
marcados son cortos y cercanos, pero el tiempo avanza imperturbable
recordándonos que no nos va a sobrar. El ascenso por la ladera de umbría nos da
una tregua con los rayos de sol matutinos. Parece que hemos sacado algo de
hueco con los que cierran la carrera e incluso adelantamos a otro par de
corredores en la subida. Ya internados en el pinar nos juntamos con un
portugués que se conoce la subida y nos cuenta que tiene 28 curvas desde el
repecho que tenemos justo delante y que gira a la izquierda. No estoy como para
contarlas, pero sí para darme cuenta de que están separadas. Esto va a ser
largo. Paco y yo seguimos manteniendo bien la cabeza – tras mi momento crítico
en Margineda – con la filosofía del hasta
que nos echen. El arbolado va llegando a su fin y los rayos se cuelan
haciendo más intenso el calor. Nuestro guía hace media docena de curvas que nos
dice que esa era la última. Flaco favor que nos hizo hasta llegar a la zona
despejada donde está el collado. Se me ha hecho dura y le comento a Paco que
quiero sentarme 5 minutos a la sombra. Reponemos fuerzas perdiendo alguna
posición, entre los que nos adelantan un corredor que ya conoce la Ronda y nos
advirtió en el camino de subida que llegaríamos fuera de control a Pas de la
Casa. Eso no nos iba a hacer dejar de luchar.
Cascada en Llumaneres |
Km 86. Hotel Coma
Bella. 30:10:27
Allí nos
juntamos con el mexicano y Lawrence, un irlandés con el que ya habíamos
mantenido conversación. Serán nuestros compañeros – metro arriba, metro abajo –
de la siguiente parte de la carrera.
El sueño
presiona cada vez más y decidimos que hay que tumbarse 10 minutos en las
camillas, avituallarse y salir. Esta vez no había ganas de Nesquik con
mojicones. Unos pedazos de sandía era lo que mejor me entraba.
Con filosofía
y analizando el perfil afrontamos la subida más larga que queda en la carrera:
el Pic Negre. 1200 metros de desnivel que en unos 10 kilómetros parecen más
llevaderos que otras subidas anteriores. Nos organizamos para llevar el GPS con
la información de velocidad y de desnivel positivo acumulado para hacernos una
idea de lo que nos queda. La primera parte de la subida contrariamente a lo
esperado es relativamente sombreada. Hacemos una parada porque el reloj se ha
quedado sin batería. Paco me deja una de las suyas y él también aprovecha para
cargar su reloj. El mío no termina de iniciar y el mosqueo va en aumento.
Aprovecho para darme crema y, por fin, el GPS revive y puedo continuar
registrando la actividad. Mexicano e irlandés nos han adelantado en este
paréntesis. Resuelto el problema técnico, volvemos a coger ritmo. Llegamos a
Naturlandia a 2000 m de altura y seguimos el ascenso por una pista forestal. El
cielo se va nublando dando el calor una tregua. La arboleda desaparece y el camino
de ascenso se deja ver como una pared. En verdad, la primera parte por la
pradera resulta más tendida de lo que parecía. En el último tramo de subida
dejando atrás Naturlandia, me paro junto a un árbol que se había parado el
mexicano. Paco y Lawrence llegan al momento. Iremos los cuatro más o menos
cerca y aparecemos en Roca de Pimes. Avituallamiento ligero situado en el km
93.
Atrás han quedado los engaños de la vista al cerebro haciéndome querer ver
lo que no existe en la realidad: unas mesas de merendero cuando lo que más
anhelas es sentarte. Me tuve que conformar con un tocón. Tras la breve para en
Roca de Pimes reanudo la marcha a bastante buen ritmo, recortando poco a poco
la distancia que nos habían sacado nuestros ya compañeros de carrera. La pendiente
es más suave de lo que veíamos desde abajo y nos anima. Con la pista ancha y
sin dificultad técnica, nos permitimos dar algún paso con los ojos cerrados.
Luego me confesará Paco que habría andado dormido. Me recuerda a La Larga
Marcha de Stephen King. El cielo hace rato que se ha nublado y en la lejanía se
empieza a oír tronar. Al menos, nos hemos librado del calor en esta parte de la
subida tan abierta. Un último repecho duro que ataja el trazado de la pista
forestal y llega a la cuerda del Pic Negre. No veo la cima, pero el terreno es
prácticamente llano. El viento sopla fuerte, hemos tenido suerte en toda la
subida con el viento de espaldas. Espero tranquilamente a Paco mientras que me
pongo el chubasquero. Aprovecho para sacar algunas fotos. La tormenta se oye
más cerca.
Cresta del Pic Negre |
El terreno
cambia de la arena de la pista forestal a la pizarra del Pic Negre. Un par de
vehículos todoterreno esperan en el control. Pasamos los cuatro juntos. Paco y
yo habíamos comentado tratar de trotar en esta bajada antes de afrontar la
subida que precede al refugio de Claror. Las piernas están cansadas, pero
alargamos la zancada aumentando el ritmo. No llevamos ni cinco minutos cuando
nos percatamos de que ahora sí, tenemos la tormenta encima. Al tronar se le
unen las primeras bolas de granizo que impactan sobre nosotros. La intensidad
aumenta. La naturaleza nos obliga a volver a andar. ¡Justo en el terreno en el
que habíamos pensado en recortar algo de tiempo con respecto al fuera de
control! Agachamos la cabeza. El viento lateral obliga a no poder levantar
mucho la mirada a riesgo de ser blanco de una de las piedras heladas que caían
del gris oscuro que tenía el cielo. El chubasquero para la mochila finalmente
lo uso a modo de toldo sujetado por los brazos. Pica el pedrisco que cae sobre
éstos, la cabeza o la pequeña parte descubierta entre el pantalón y las pantorrilleras.
Sorprendentemente, no tenía frío. Entiendo que debido a esa mezcla de asombro y
reparo en verme envuelto y a merced de la naturaleza. Resulta increíble haber
vivido esos momentos.
Hay que salir de ahí, pero me quedaría contemplando esa
fuerza que no podemos dominar durante el tiempo que durase. Al menos, no se
oyen truenos muy cerca. Es más, los dos comentamos más adelante que en estos
momentos habíamos pensado en resguardarnos en alguna roca que nos protegiera
del viento lateral y del granizo, pero lo que encontrábamos era una pradera
herbácea y rocosa donde nada sobresalía más de medio metro del suelo. La
tormenta va amainando y nos deja el suelo como un parque de bolas de los niños,
aunque aquí todas son blancas y heladas. Hubo momentos en los que parecía que
te las tiraban a puñados y te golpeaban tres o cuatro simultáneamente en la
misma parte del cuerpo. La tormenta ha aflojado. Ha parado totalmente al llegar
a una cruz blanca y bajar hacia la izquierda por una senda relativamente
sencilla, pero que con el cansancio de los cuádriceps y el terreno mojado
obliga a prestar atención. Llegamos a un cruce donde un voluntario nos toma
nota de paso. En la comprobación del dorsal que lo llevo debajo del
chubasquero, me lo arrancará sin querer. Lo tendré que llevar en el bolsillo
hasta que me lo pueda poner en algún sitio. Ahora esa no es mi mayor
preocupación. Volvemos a comentar Paco y yo la situación. Una señal del sendero
indica Refugio de Claror 1h 40 min y son las 6 de la tarde. Tratamos de
mantener un buen ritmo en la sucesión de subidas y bajadas cortas. Tras una
media hora, vemos un refugio en una loma cuya ascensión no serán más de 50
metros de desnivel. No me cuadra que fuera Claror. Apenas pasan unos minutos de
las 7 de la tarde. Vemos a un voluntario. Damos la vuelta al refugio y nos
encontramos con una quincena de corredores. La carrera estaba suspendida. Nueva
situación en mi experiencia en el Trail.
La tormenta se nos echaba encima |
Hasta aquí
hemos llegado Paco y yo. Nos damos la mutua enhorabuena por haberlo luchado.
Algo más de 36 horas de carrera. 103 km y 8700 m D+.
Vuelvo a casa
contento. Contento por haberlo luchado. Por el gran entrenamiento que ha sido
para el UTMB. Por haberme repuesto de una pérdida de media hora en el inicio de
la carrera. Por haber aprendido la lección de seguir las marcas y no a un
corredor. Me voy
contento por las personas con las que he compartido el viaje y que me han dado
mucha moral para mi cita en Chamonix.Vuelvo
contento por el apoyo recibido de mi familia que, esta vez, no pudo acompañarme.