Viernes, 7 de octubre, 19:00 h.
Castielfabib, Valencia.
Pocos minutos antes os anuncio
que tengo ante mí el arco de salida de la Ultra Trail El Rincón. 170 km con 42
horas de tiempo máximo. Un auténtico reto. Aún resuenan las palabras de mi
mujer, Lourdes, “100 km bueno, pero 170…” No va a ser fácil. Pero si estamos
aquí, seguro que a nadie le han dicho que vaya a serlo.
Preparando los bastones
Se da el pistoletazo de salida (cuenta atrás en realidad) y los 32 valientes que nos hemos reunido allí empezamos marcha bajando por las calles del pueblo.
Se da el pistoletazo de salida (cuenta atrás en realidad) y los 32 valientes que nos hemos reunido allí empezamos marcha bajando por las calles del pueblo.
Imágenes de la salida
Más del Olmo. Km 19. 2h 36 min
En línea con lo estimado. Y lo
más importante, metido en un grupito para que no se haga más pesada la primera
noche. En este avituallamiento paró un poco más, además de para beber y
rellenar, empiezo el primer picoteo: un poco de frutos secos y chocolate, las gominolas
pasarán a un segundo plano. Siguiente objetivo: Alto de Barracas, punto
culminante de la carrera.
En la subida se forma un grupo de
cuatro corredores. Además de Paco, se une Juan Carlos, y Jose. Se hace más
ameno el camino compartiendo experiencias e impresiones. Me doy cuenta de que
no soy el único que debuta en las 100 millas. Pienso: “alguno entonces tendrá
los mismos temores que yo”. La subida constante hace que poco a poco la
tertulia se vaya perdiendo. Primero Juan Carlos va perdiendo unos metros y ,
tras adelantar al corredor uruguayo y preguntarle cómo estaba, un servidor ha
dejado de darle a la sin hueso desde hace un rato. El ritmo de Paco y Jose se
empieza a hacer cada vez más insostenible. Me preguntan cómo voy, “me lleváis
con el gancho”, quedaba sólo un diálogo entre ellos, yo ni respondía con
monosílabos. A falta de unos 5 km para coronar, me descolgué de ellos, fue como
los ciclistas que te sacan de rueda, poco a poco se fueron alejando. Un tramo
de subida vuelve a ser pista forestal hormigonada, y veo a unos cuantos
corredores. ¡Tan cerca! Pero se van alejando. En este tramo hay un corredor
sentado. Por el esfuerzo que llevaba, no pensé claramente y no pregunté cómo
estaba. Quiero pedir disculpas, pues luego me comentaron que se encontraba mal
de la tripa. Una señal de “Alto de Barracas 2,2 km” y con la pista llaneando,
me anima, pero, de repente, la carrera discurre cuesta abajo, “¡oh,oh!, esto
hay que volver a subirlo”. Un último repecho duro, que se hizo eterno hasta ver
el cartel de los 30 km, donde paré un poco a comer tranquilamente. “Queda uno
para la cima - pensé - ¡vamos!”. Hace ya un rato que iba solo. Se hizo la luz
con los frontales de los voluntarios en el punto de control. Y tuvieron el
detalle de hacerme una foto. Sólo una indicación más, el avituallamiento ahí
abajo a 500 m.
Alto de Barracas. Km 31. 5h 08
min
Avituallamiento de Collado del Buey (Alto de Barracas)
En el avituallamiento siento que
hay que descansar las piernas un poco y pongo los pies en alto. Es a la
intemperie, pero no hace demasiado frío y tienen una superficie plana junto a
una pequeña construcción de piedra. Los voluntarios me ofrecen una silla. No me
cansaré de elogiar su predisposición a ayudar que tuvieron en toda la carrera.
Un poco antes de salir de allí, llegan Juan Carlos y Ricardo, el corredor
uruguayo, que también paran. Decido tirar para adelante, solo, puesto que ya
había recuperado. La salida del avituallamiento era amable, por una pista
forestal sin apenas desnivel. Al poco, me encuentro un corredor de frente que
me pregunta por el punto de control. Le quedaba como un kilómetro. ¿se lo
habría saltado? ¿se encontraría mal y volvía para retirarse? Tras unos
kilómetros, la cosa vuelve a ponerse seria con el tránsito por un cortafuegos,
no es mucha distancia, pero lo suficiente para que las piernas vayan
calentitas. En la soledad de la noche, me da tiempo a echar la vista al cielo y
disfrutar de lo que no tenemos en una gran ciudad iluminada. Eso sí, sin
despistar mucho la vista del suelo porque en los claros del bosque, aún sigue
habiendo mucha piedra suelta y menos balizas, puesto que no hay dónde
colgarlas. De bajada hacia la Puebla, la carrera transcurre por un camino
marcado, incluso con indicaciones de madera, pero se nota la poca presión
humana en esta zona. En muchos parajes, no sólo piedras, sino plantas invaden
los caminos que, supongo, una vez fueron utilizados para la actividad ganadera.
Con las luces de la Puebla de San Miguel el ánimo sube, pues ya son unas
cuantas horas solo, desde que me quedé entre las dos parejas. Llegada a la
Puebla de San Miguel. Sitio calentito.
Puebla de San Miguel. Km 45. 7h 54
min
Avituallamieto con su chimenea,
¡qué peligro! La tentación de quedarse ahí. Repito operación, tumbarme en el suelo,
con los pies en alto. Allí estaba Paco y Jose, que ya se iban. Yo tenía que
descansar, no debía salir así, a lo loco. Buena tertulia tenían allí, un
corredor que se retiraba por problemas de estómago y los voluntarios pendientes
de si te hacía falta algo. Un caldito, algún sándwich. Es el primer
avituallamiento completo. De esos que invitan a quedarte.
La salida desde esta parada va a
ser ya una constante en lo que queda de carrera. Menuda tiritona los primeros
metros. En seguida, se pasa una pequeña vaguada y se asciende por una pista
hormigonada que, afortunadamente, sirvió para entrar en calor rápidamente. Tras
cruzar una carretera y ascender brevemente por un cortafuegos, se inicia un
pequeño descenso hasta un área recreativa. Este tramo es uno de los más limpios
(sin piedra suelta) de esta primera parte de la carrera. La pista que asciende
por el pinar es de pendiente constante, muy corrible para los que tuvieran
fuerzas. A mí me basta coger un aceptable ritmo de paso durante unos kilómetros
sin que se vea interrumpido por terreno técnico o cambio de pendiente. Cerca de
la cumbre de Tortajada, de nuevo un par de suaves lomas antes de proceder al
inicio del descenso hacia Casas Bajas. Previo paso y breve parada por el
avituallamiento ligero del collado Castellanos. Falta poco para que amanezca y
ya tengo ganas de quitarme el frontal. Finalmente, están siendo unas cuantas
horas de carrera solo, desde la quinta hora, aproximadamente. Quizás la primera
noche no ha salido como esperaba en cuanto a lo de ir acompañado. Quedarme
entre dos aguas me ha condenado. Pero, ahora, Ademuz empieza a aparecer como
una realidad. “Si llegáis a Ademuz, tendréis muchas posibilidades de acabar”.
Esas palabras retumban en mi cabeza como inyección de moral. El descenso a
Casas Bajas ya lo hago de día. Parte de él, además, por una pista ancha. Desde
las alturas el avituallamiento se deja ver unos minutos antes de llegar a él.
Desde ahí, sólo quedará un colladito a Ademuz. Pasan unos minutos de las 13
horas de carrera.
Casas Bajas. Km 65, 5. 13h 09 min
En el avituallamiento, además de
a los voluntarios, me encuentro con Carlos. Uno de los que había pasado en
cabeza por Más del Olmo y que decidió bajar el ritmo por la cantidad de piedra
suelta que había. No quería arriesgarse a una lesión o caída. Llevaba una hora
durmiendo en el coche que tenía la organización allí. ¡Qué envidia! Tras
recuperar fuerzas, tanto como para hacerles la gracia a los voluntarios de que
“ahora es cuando remonto”, salgo con Carlos camino de Ademuz. En el primer
tramo llano antes de ascender el collado, le digo que si quiere pasar. Siempre
tengo la sensación de que, si llevo a alguien detrás, puede ir más rápido que yo.
En este caso, creo que era así. Una parada que hace él, nos separa durante el
ascenso. Ahora me veo bien, Ademuz tiene que estar aquí al lado y bien merece
la pena el esfuerzo. Tras coronar, unos escalones para salvar el viaducto de la
carretera nacional y una bajada donde pude echar a correr un rato, hacen que
las primeras casas de Ademuz aparezcan rápido. Por el camino del río, se llega
al avituallamiento. No sin antes haber dejado atrás un perro con ganas de
juerga que salía detrás de todo aquél que fuese corriendo. Le tuve que echar un
par de coces con los bastones.
Ademuz. Km 74. 14h 58 min
En Ademuz hay un buen jolgorio, y
eso que soy de los últimos en llegar. Al ser punto de bolsa de vida los
corredores emplean más tiempo. Ya sea para hacer un almuerzo en condiciones,
cambio de ropa, como fue mi caso, o zapatillas, o para ver si hay que pasar por
taller o valorar molestias que lleva uno a estas alturas de carrera. Yo no
llevaba nada del otro mundo, cambié la camiseta por chaleco pensando estar más
fresco durante el día y un donut. ¡Qué ganas tenía! Lo preparé especialmente
para que me sirviera de motivación estos últimos kilómetros. Allí quien
verdaderamente era el alma de la fiesta era Jose. Decía que llevaba allí un
buen rato y que, con la compañía de los voluntarios y su cervecita, no salía de
allí. Llevaba 45 minutos. Me cuenta que Paco tiró hacia adelante, así que de
aquellos 5 de la subida al Alto de Barracas, vuelve a haber dos parejas con
Paco yendo fuerte por delante.
La salida de Ademuz la hacemos
Jose y yo con apenas un minuto de diferencia, aprovecho para mandar los
mensajes rutinarios a la familia de que las cosas siguen para adelante y
disfrutando de la senda por el río. ¡Qué comarca más sorprendente, cuánta agua!
Subiendo de camino de Vallanca, aparece un desvío a una cascada. Estaría al
lado, pero no estoy como para desviarme a verla. Señales de madera indicando
Vallanca 1h 30 anima a pensar que el trayecto no será muy largo. La senda
asciende bruscamente para brevemente salir del cañón y llanear por pista que
aprovecho para trotar un poco. Con la mañana bien entrada, recibo unos cuantos
mensajes de ánimo. Otro repecho, se enlaza con la carretera y la entrada al
pueblo de Vallanca. La senda cruza el río y asciende por una ladera hacia una
loma en frente del pueblo. Vuelvo a tener buenas sensaciones en la subida.
Cuando estoy coronando, veo que viene Jose saliendo de Vallanca, “Vamos Green
Power” - animo. Un contacto visual que suponen unos 10-15 minutos andando. Tras
alcanzar la meseta y perder de vista Vallanca. Intuyo que el camino hasta
Negrón no va a ser tan fácil. No por el desnivel, sino porque no se aprecia
ninguna población en el horizonte. Con lo que llevo ya, medir la distancia de
forma apropiada no parece que sea una cualidad que mi cerebro vaya a conservar.
Lo dicho, el terreno no es complicado, pequeñas vaguadas, pistas forestales,
rodeados de algunos árboles plantados, ¿almendros? El sol empieza a pegar y
este tramo entre avituallamientos es largo. En la distancia distingo lo que
creo que es un silo e intuyo que pudiera ser Negrón, pero las balizas no van en
esa dirección. Tras un giro a la derecha en la meseta, parece que la pista
inicia su descenso. Bajada agradable en la que se puede trotar y con una
sorpresa muy agradable situada un par de kilómetros antes de llegar a Negrón:
una fuente de la que manaba abundante agua y que me sirvió para refrescarme y
beber un poco porque las reservas de agua iban ya un poco justas. Veo un
corredor a lo lejos ascendiendo por la ladera situada al otro lado del valle y
que culmina en Negrón. No va tan mal el tema si mantengo un ritmo similar a
otros. Asciendo por esa ladera agrandándose las casas de Negrón. Un par de
voluntarios majísimos – como todos – me esperan para tomar el control de dorsal
y ofrecerme lo que les queda allí. Me dan una silla para poner los pies en
alto, y a los pocos minutos llega Jose maldiciendo en arameo porque su gps le
ha marcado 6 kilómetros más de los que, en teoría, tenía este trayecto. Otro
que dio gracias a la fuente.
Negrón. Km 86. 17h 55 min.
La salida de Negrón hay que
hacerla con filosofía, nos acercamos al kilómetro 100 de carrera y 600 metro de
desnivel de subida no son moco de pavo. Ahora los ojos recorren el perfil
demasiado rápido, ansiosos porque llegue un collado, un río, una referencia que
indique claramente que has avanzado. Sin embargo, el ritmo es el que es y el
tiempo pasa como tiene que pasar: rápido con la mente, en hora,
afortunadamente, en la realidad. Con todo y con eso me dispongo a afrontar la
subida de muy buena manera, salvando los andares de pingüino que tengo en cada
salida de avituallamiento. La subida al Talayón es larga, a ratos con buena
pendiente, en otras suavizando un poco y dando oxígeno a las piernas. Se
alterna senda con pista. Todo el trayecto discurre por parajes poco
transitados, es la tónica de la carrera. La cabeza empieza a jugar con uno y ve
cosas donde no las hay. Unos árboles cuyos troncos en la distancia simulan una
estructura que pudiera ser un avituallamiento, unas piedras acostadas que
parecen un corredor tumbado… Aquí el trayecto entre avituallamientos también es
largo y con la subida y algo de calor, se pierde y consume bastante agua. Tras
más de media subida, veo a Thierry, el corredor francés que había visto en la
llegada a Negrón. Una referencia. Eso siempre es positivo, nos damos ánimos,
puesto que ya no debe quedar mucho para hacer cumbre. Se vislumbra que el pinar
no asciende mucho más, aunque aún quedaría una última sorpresa. En un claro
situado ya en la cuerda que accede al Talayón aparecen unos carteles de control
de dorsales, ¡vamos!, la euforia se contiene cuando en uno de ellos se indica
que la cumbre está a un kilómetro. Otro cuarto de hora que habrá que
mentalizarse. Llego al control un poco inquieto por las noticias que me habían
llegado sobre que se habían quedado sin agua. Afortunadamente, el voluntario
que había allí, había subido un par de botellas y, entretanto, los forestales
también habían acercado una garrafa.
Talayón. Km 94 19h 49 min
Tumbado entre las hierbas y
bebiendo unos cuantos vasos de agua, llega Thierry que ficha, bebe un poco y
continua de vuelta hacia el cruce que habíamos dejado. Yo tardaré un par de
minutos en salir. De camino al cruce, le digo a Jose que le quedan dos minutos
para el control. Que lo tiene ahí mismo. La bajada desde el Talayón es amplia
en algunos tramos y con bastante pendiente en otros. Se hace con ganas de que
aparezca el avituallamiento de Santerón, puesto que aún pesa el esfuerzo de la
subida. Llegando a la parada de Santerón, en un terreno más cómodo y que algo
se puede trotar por la pista, aparecemos en cuestión de un par de minutos,
Thierry, Jose y yo.
Camino Santerón. km 98 20h 46 min
En este avituallamiento un niño
pide apuntarnos los dorsales. ¡Qué gustazo ver a las familias implicadas en
esto! Qué los más pequeños aprendan a valorar el entorno que tienen, que en
esta comarca vale lo suyo. Yo vengo machacado. Mientras Jose aprovecha para
llamar a casa y comenta que lleva toda la carrera pensando en un cigarro. Le
toca la lotería cuando una chica de la brigada le dice que sí que tiene. Colgó
el teléfono y se fue a por él. La poca fuerza que tenía se me fue en
carcajadas. Había una bebé tumbada en una mantita, pedí que si tenían algo para
hacer lo mismo. Los voluntarios me acercaron una manta para poder recostarme un
poco y descansar las piernas. También encontré allí un corredor que se
retiraba. A mí me preguntan lo mismo. Es verdad que llego agotado, pero en
parte porque mi único objetivo es la siguiente parada/avituallamiento. Y con
ese pensamiento y mis andares peculiares dejé a la familia, creo que, con
cierta intriga de cómo me iría. Tras un pequeño descanso, la carrera asciende
por un barranco que, a estas alturas, me parece durísimo. En ocasiones había
que andar por el cauce seco, salvando escalones de un metro. Ardua tarea con
más de 100 kilómetros en las piernas, aún sigue pegando el sol, así que esto
tampoco ayuda. Resulta curioso que una fracción tan pequeña de la carrera quede
tan grabada. En el ascenso, vuelvo a encontrarme con Thierry que también me
cuenta que Jose va por delante. Terminando de salir del barranco y coronando
una loma que da al valle por donde discurre la carretera nacional que viene
desde Cuenca, algo no me cuadra. Estaba convencido de que Arroyo Cerezo iba a
aparecer ahí, que ya lo tenía, pero sólo se ve la carretera. Ya al fondo de la
vaguada, en el camino de servicio, veo a Jose. Me quedan fuerzas para bajar
corriendo y ponerme a su altura antes del paso subterráneo para salvar la
carretera. Ahora me toca a mí animarle. “Ya no puede quedar mucho”, le digo sin
convicción de nada. Al otro lado nos adentramos en unos cultivos y una zona de
castaños donde unas mujeres ya habían llenado dos sábanas de castañas. Poco más
adelante ya aparecen las casas de Arroyo Cerezo.
Arroyo Cerezo. Km 110. 23h 38 min
Un bar. Avituallamiento bien
montado. Nos encontramos a Paco que ya había descendido de la Cruz de los Tres
Reinos. ¡Qué máquina! El plan previsto era dormir algo aquí, pero le digo a
Jose que si aprovechamos los últimos minutos de luz para hacer parte de la
vuelta al Tres Reinos sin el frontal. Nada más salir nos encontramos a otros
corredores que bajan. Comentan que se tarda unas 3 horas, ¡uf, vaya esfuerzo
mental toca hacer para volver al mismo punto! El comienzo de la subida la
hacemos a buen paso, animándonos que unos 6 kilómetros los completaríamos en
una hora, hora y cuarto. Sin embargo, al llegar a la parte superior del circo
del Tres Reinos, la senda cambia y mucho. Ésta se aproxima al borde del cortado
y, con la noche ya encima, hay que poner toda la concentración en el camino.
Sin ser peligroso, había anchura, no estaba el asunto para despistes y 115 kilómetros
exigen ir atento. Es evidente que este tramo de “crestería” ralentiza el ritmo,
el cuál recuperamos al salir a la parte más alta del pinar con la cumbre
redondeada en busca del Tres Reinos. Se hace largo este tramo por el pinar, la
segunda noche ya ha entrado y los ánimos empiezan a sufrir vaivenes. Después de
una hora y media aproximadamente de ascensión, pasamos el control de dorsales.
Cruz de los Tres Reinos. Km 116,5.
25h 38 min
La bajada la afrontamos con más
ánimo hasta llegar de nuevo a los cortados. La ansiedad hace mella en los
ánimos y no parece llegar nunca la salida desde el circo hasta el pueblo. Menos
mal que voy con compañía. Los temas de conversación con Jose ya entran en un
terreno algo más personal, no sin dejar de comentar impresiones de carreras
anteriores, sobre todo por su parte, ¡qué yo poco puedo contar! (Sólo un Ultra:
GTP 2014) Vernos escupidos del circo hacia la zona baja, nos da el impulso
necesario para creer que vamos a estar de regreso en menos de tres horas. Una
zona de llano por el río y, en seguida, aparece el cruce donde nos encontramos
a los corredores que bajaban. Primeras casas y regreso al bar. Algo menos de 3
horas después.
2 horas y 50 minutos, creo
recordar.
Ya han caído 123 km de la carrera,
aunque después de todo, no hay un plan definido para llegar a Castielfabib. El
plan se va improvisando. Yo pregunto mucho por las zonas técnicas que quedan.
El primer barranco de camino a Centenares. La oficina de turismo. Allí en el
bar, poniendo la cabeza en orden, nos encontramos a Toño y Alfredo. Escobas que
habían ido recogiendo balizas en el tramo anterior y que iban para la oficina
de turismo. Les preguntamos si podemos ir con ellos. Más compañía, perfecto.
Como ya sabéis a estas alturas, mi salida del avituallamiento no es la más
glamurosa del panorama nacional. Toño y Jose salen bastante mejor que yo, y
Alfredo me hace el favor de quedarse conmigo unos metros más atrás. Aún no
hemos iniciado el descenso y, tras el paso por una pequeña vaguada (en realidad
era bajar y subir el mismo cortado), veo que estoy retrasando al grupo. Juro
que no puedo ir más rápido… hasta que no engrase. En la bajada técnica ya no
hay tanta diferencia, quizás sea porque los escobas no quieran arriesgar. El
caso es que vadeamos el barranco los cuatro prácticamente juntos. Toca salir de
él por una buena subida con piedra suelta. Ya me voy encontrando mejor. Toño
nos deja pasar porque va a esperar a Alfredo. Salimos del barranco y, por el
perfil, parece que queda un terreno más cómodo hasta Centenares, pero por el
tiempo… ¡joder! Estoy dando todo lo que tengo y lo único que hago es perder
parte del colchón de las 2 horas de margen que tenía acumuladas. ¡Voy a quedar
fuera por no pasar los controles en tiempo! No sé si fue por este agobio, o por
el café que me tomé – el último creo que fue en Selectividad -, la cuestión es
que las piernas echaron a correr en un tramo de descenso por una pista forestal
ancha y limpia. “Hasta que no se acabe, no se puede parar”. Una mezcla de
agonía y subidón describía el ánimo en aquellos instantes. ¡130 kilómetros y yo
corriendo! El desconocimiento de la zona hace que vaya buscando luces en el
horizonte, en mitad de la noche. Mientras, la pista forestal se acaba y se
vuelve a meter por una senda con el distintivo de peligro de caídas por talud.
Increíblemente, es el mejor tramo de senda de este tipo que hago. Dentro de mi
habilidad en las bajadas, claro. La confianza y el agobio vuelven a ser los
factores. Salgo a un tramo de carretera y, de nuevo, por una senda a media
ladera girando ampliamente hacia la derecha, se ven las luces de lo que, por
narices, tiene que ser Centenares. Antes de llegar, la carrera va a poner de
nuevo en juego la fortaleza mental de los que quedamos. Y es que el recorrido
no va en línea recta, sino que va salvando barrancos. 1, 2, 3… ¡hasta 4! Llego
a unas casas, pero no está ahí la oficina, aún queda un kilómetro por pista
hasta la otra agrupación de luces.
Centenares. Km 137. 30h 15 min
Agotado. Necesito tumbarme.
Necesito dormir. Apenas he llegado con 40 minutos de margen sobre el tiempo de
paso máximo. Una vez recuperada la respiración, me cambio la camiseta (apenas
llevo nada más en la bolsa de vida) y trato de comer algo. El líquido entra muy
bien, pero el apetito por lo sólido me empieza a fallar, ¡si apenas pude darle
un par de bocados a un sándwich de Nocilla! Jose llega unos minutos después, y
acto seguido Toño y Alfredo. Hablo con Jose de la idea que tiene. Dice que una
ducha y que se dormirá un poco que los enanitos del bosque han vuelto a
aparecer. Agradezco a Toño y a Alfredo su inestimable ayuda en uno de los
momentos más duros de la carrera. Todo en orden, me voy a dormir. ¡Qué nos
despierten en media hora! Dar las gracias desde aquí, una vez más, a los
voluntarios que estaban en la oficina de turismo. De corazón. Una vez en pie
otra vez, ya sabía que había cometido el error de pensar que todos los tiempos
de corte iban a ir igual de ajustados de aquí a meta, así que conociendo que se
abría la ventana de paso, ese parecía un problema a olvidar. La salida de
Centenares comienza con bajada al río y, como me veo tiritando, peco un poco de
conservador y me atavío con la chaqueta y las mallas largas. Luego no resultó
para tanto. En seguida vadeamos y comenzamos la subida hacia Tormón. Jose
claramente va mejor que yo y le voy perdiendo de vista. Ahora ya coincide la
carrera con el recorrido de la de 34 kilómetros, por lo que tenemos una
referencia más de kilometraje. Se suceden un par de subidas y bajadas, pero
ninguna desencadena la ascensión final hacia Morrones. Vadeamos algún cauce
seco más. Cuando encaramos la subida, ésta resultó ser una buena pared. La
iniciamos los dos más o menos a la par, aunque pronto se ve que Jose lleva más
ritmo que yo. Los repechos se suceden uno tras otro, sin dejar lugar a
recuperación de las piernas y mente. En un pequeño descanso ya empiezo a buscar
alguna luz de los voluntarios que estén en el avituallamiento. La cabeza se
ceba mucho en esa meta. Ya no quedan muchas fuerzas y la noche está más cerca de
su fin que de su inicio. Buscando algún tipo de referencia, oigo que gritan mi
nombre desde la lejanía. Es Jose a bastante más altura, me parecía, situado al
otro lado de un valle. “Hasta allá arriba”, pienso algo desmoralizado. En este
punto, todo ya me parece un mundo. En realidad, pasa más rápido de lo que
hubiese creído y la pendiente es también más suave. Corrible si no llevase 145
kilómetros en las piernas. Las luces del avituallamiento aparecen. Otra meta
parcial conseguida.
Morrones. Km 146,5. 34h 03 min
Apenas pasan un par de minutos en
los que estoy sentado, tomo algo de líquido, pero sólido no me entra nada. El
estómago es como si se hubiese cerrado. Jose, que había llegado 10-15 minutos antes
ha aprovechado para dormir en el coche… ¡por aquello de los enanitos! Salimos a
la vez de Morrones y antes de iniciar el descenso, la carrera nos prepara otro
regalito: niebla. Por suerte, la pista es ancha y no tiene pérdida, la
pendiente suave. Para correr a buen ritmo cualquier día que sales a entrenar. Ahora
imposible. Para cuando inicio la bajada hacia Tormón, las nubes ya se han
marchado. Ya voy solo de nuevo, con pocas fuerzas. Sé que el objetivo está
cerca. Y que, al ampliarse las ventanas de paso, hasta me podré permitir un
descanso. Las luces de Tormón aparecen dando paso a una bajada por un herbazal
en zigzag, cuando llego al avituallamiento apenas falta una hora para que
amanezca.
Tormón. Km 155,5 (sin tiempo
oficial: 35h 30min aprox.)
Jose está listo para marcharse.
Le digo que necesito tumbarme, dejar el cuerpo en posición horizontal un rato y
que, además, para lo que queda, quiero ver los estrechos del Ebrón de día. Así
que nos despedimos después de haber compartido media carrera, desde Ademuz. El
colchón que tienen dispuesto es gloria bendita y, tapado con una buena manta,
se hace casi como estar en casa, dadas las circunstancias. Creo que no me llego
a dormir, pero esta media hora de descanso viene bien. Amanece. Hoy sólo hay
que hacer una salida de 15 kilómetros. Parece alcanzable. Bebo y lo poco que
puedo comer es algo de melón. Salgo tranquilamente con la intención de
disfrutar del paisaje que depara este río. Pronto la senda discurre junto al
cauce y las acequias que van paralelas a él. Algún paso con alguna cuerda y
cruce por un puente. En un momento dado pierdo el marcaje de la carrera que
resulta se encuentra balizado al otro lado del río. Unos troncos bien
dispuestos sirven de plataforma para vadearlo. Aún queda alguna subida por
culminar y es, desde las alturas, cuando se aprecian los estrechos en toda su
belleza. La senda es entretenida y tiene algún paso con escalones metálicos y
cadenas colocados al efecto. ¡Aquí sobran los bastones! Qué incordio. La
realidad es que al instante vuelven a hacerme falta. Desde la parte más
elevada, las vistas son maravillosas, ¡qué paren el crono! Además, se ve por
donde transcurre la bajada que culmina con el cruce por una pasarela por encima
del cañón. Hay también un tramo de escalera. Bastante inclinada. La bajada no
da lugar al aburrimiento, con algo de material suelto, pero nada comparado con
lo vivido. Después de la pasarela toca remontar una pequeña loma para luego
iniciar el descenso definitivo hacia el cauce del Ebrón y buscar El Cuervo. Las
señales del sendero indican la población, pero no el tiempo. Así que sigo sin
referencia exacta. Una última pasarela colgada de la pared un par de metros
sobre el nivel del cauce, me depara la última sorpresa – para mal- de la
carrera. Quedan unos escalones y, de ahí, un salto a tierra firme. No sé si
medí mal, si mi cabeza no quiso procesar lo que realmente era, o si simplemente
es que fui lerdo, la cuestión es que donde creí que apenas había una lámina de
agua, resultó ser de un calado lo suficientemente profundo para dejarme los dos
pies empapados. ¡Qué dolor las ampollas con el agua! No me lo podía creer, no
debían quedar ni 7 kilómetros para el final. Las molestias al trotar son
bastante claras. Me tumbo en la hierba y me quito una de las zapatillas. Ahí
veo que poco puedo hacer. Tirar para adelante hasta que la cabeza se olvide de
esto. Ya el terreno es llano, incluso por pista ancha. Me obligo a trotar hasta
El Cuervo. Como siempre, después de lo que yo pensaba, aparecen los
voluntarios.
El Cuervo. Km 165,5. 38h 39 min
Llegando a meta
Castielfabib. Km 170. 39 horas 35
minutos
Cruzo la meta y ahí estaba mi
compañero de fatigas, Jose. Nos felicitamos mutuamente por haberlo conseguido.
¡Vaya ratos que hemos pasado! Y así, a pocos a pocos conseguí ser Finisher de
la Ultra Trail el Rincón.
Felicitaciones en meta entre dos
Finisher que pusieron todo su empeño para acabar
“Eres un tipo duro”, palabras de
Paco cuando ya nos íbamos. Creo que nunca me lo habían dicho.
Cansancio y satisfacción
Felicitar por último a la
organización y a los voluntarios.
De la carrera me llevo además de
los kilómetros, la gente que he conocido. Haberlo hecho en carrera ha sido una
experiencia novedosa para mí.
Gracias a todos los que me
apoyaron para preparar la carrera y los que me dieron ánimos durante la misma.