sábado, 22 de octubre de 2016

Crónica del Ultra Trail El Rincón 170 km 2016

Viernes, 7 de octubre, 19:00 h. Castielfabib, Valencia.
Pocos minutos antes os anuncio que tengo ante mí el arco de salida de la Ultra Trail El Rincón. 170 km con 42 horas de tiempo máximo. Un auténtico reto. Aún resuenan las palabras de mi mujer, Lourdes, “100 km bueno, pero 170…” No va a ser fácil. Pero si estamos aquí, seguro que a nadie le han dicho que vaya a serlo.
Preparando los bastones

Se da el pistoletazo de salida (cuenta atrás en realidad) y los 32 valientes que nos hemos reunido allí empezamos marcha bajando por las calles del pueblo.

Imágenes de la salida

Salgo el último, vamos a ver cómo sale la gente puesto que ya me sorprendió cuando hice el GTP (115 km). La bajada se hace a un ritmo razonable y, aunque no veo ya a los primeros corredores se podría decir que vamos más o menos juntos. La primera anécdota ocurre cuando uno de ellos para a orinar. El comentario gracioso está servido: “a mi hija le digo que haga pis antes de salir”. El cuerpo está fresco para estas bromas. En la primera rampa, la gente se echa a andar. Menos mal, un alivio. No me voy a quedar solo a las primeras de cambio. Se empiezan a entablar las primeras conversaciones por parte de quién no nos conocemos sobre la carrera, sobre la experiencia de cada uno en esto. En un cruce de carretera está la guardia civil cortando el tráfico. Un pequeño tramo por un sembrado abandonado y llegamos al primer avituallamiento en Torrebaja. Paso de los últimos, creo que el 5º por la cola. Aunque no hay hambre ni sed, bebo un poco de agua e isotónico, relleno el camelbak (que lo llevaba vacío de salida), y tomo un par de gominolas. Pronto se hará de noche. Aparece la primera subida por una pista forestal ancha, cómoda y, aunque con ciertos repechos, corrible cualquier día de entrenamiento corto. En este momento comienzo a conversar con Paco Belda, uno de los corredores, especialista en marcha nórdica, que me aconseja que vaya tranquilo, que esto es muy largo. Me sirve para no animarme demasiado. De hecho, a los corredores que van alternando trote y marcha, les vamos recortando algo de distancia en las subidas. Ya es noche cerrada y empiezo a mirar algo inquieto el reloj. Más del Olmo no aparece, hasta que sus luces nos esperan tras cruzar una pequeña loma.
Más del Olmo. Km 19. 2h 36 min
En línea con lo estimado. Y lo más importante, metido en un grupito para que no se haga más pesada la primera noche. En este avituallamiento paró un poco más, además de para beber y rellenar, empiezo el primer picoteo: un poco de frutos secos y chocolate, las gominolas pasarán a un segundo plano. Siguiente objetivo: Alto de Barracas, punto culminante de la carrera.
En la subida se forma un grupo de cuatro corredores. Además de Paco, se une Juan Carlos, y Jose. Se hace más ameno el camino compartiendo experiencias e impresiones. Me doy cuenta de que no soy el único que debuta en las 100 millas. Pienso: “alguno entonces tendrá los mismos temores que yo”. La subida constante hace que poco a poco la tertulia se vaya perdiendo. Primero Juan Carlos va perdiendo unos metros y , tras adelantar al corredor uruguayo y preguntarle cómo estaba, un servidor ha dejado de darle a la sin hueso desde hace un rato. El ritmo de Paco y Jose se empieza a hacer cada vez más insostenible. Me preguntan cómo voy, “me lleváis con el gancho”, quedaba sólo un diálogo entre ellos, yo ni respondía con monosílabos. A falta de unos 5 km para coronar, me descolgué de ellos, fue como los ciclistas que te sacan de rueda, poco a poco se fueron alejando. Un tramo de subida vuelve a ser pista forestal hormigonada, y veo a unos cuantos corredores. ¡Tan cerca! Pero se van alejando. En este tramo hay un corredor sentado. Por el esfuerzo que llevaba, no pensé claramente y no pregunté cómo estaba. Quiero pedir disculpas, pues luego me comentaron que se encontraba mal de la tripa. Una señal de “Alto de Barracas 2,2 km” y con la pista llaneando, me anima, pero, de repente, la carrera discurre cuesta abajo, “¡oh,oh!, esto hay que volver a subirlo”. Un último repecho duro, que se hizo eterno hasta ver el cartel de los 30 km, donde paré un poco a comer tranquilamente. “Queda uno para la cima - pensé - ¡vamos!”. Hace ya un rato que iba solo. Se hizo la luz con los frontales de los voluntarios en el punto de control. Y tuvieron el detalle de hacerme una foto. Sólo una indicación más, el avituallamiento ahí abajo a 500 m.
Alto de Barracas. Km 31. 5h 08 min
Avituallamiento de Collado del Buey (Alto de Barracas)
En el avituallamiento siento que hay que descansar las piernas un poco y pongo los pies en alto. Es a la intemperie, pero no hace demasiado frío y tienen una superficie plana junto a una pequeña construcción de piedra. Los voluntarios me ofrecen una silla. No me cansaré de elogiar su predisposición a ayudar que tuvieron en toda la carrera. Un poco antes de salir de allí, llegan Juan Carlos y Ricardo, el corredor uruguayo, que también paran. Decido tirar para adelante, solo, puesto que ya había recuperado. La salida del avituallamiento era amable, por una pista forestal sin apenas desnivel. Al poco, me encuentro un corredor de frente que me pregunta por el punto de control. Le quedaba como un kilómetro. ¿se lo habría saltado? ¿se encontraría mal y volvía para retirarse? Tras unos kilómetros, la cosa vuelve a ponerse seria con el tránsito por un cortafuegos, no es mucha distancia, pero lo suficiente para que las piernas vayan calentitas. En la soledad de la noche, me da tiempo a echar la vista al cielo y disfrutar de lo que no tenemos en una gran ciudad iluminada. Eso sí, sin despistar mucho la vista del suelo porque en los claros del bosque, aún sigue habiendo mucha piedra suelta y menos balizas, puesto que no hay dónde colgarlas. De bajada hacia la Puebla, la carrera transcurre por un camino marcado, incluso con indicaciones de madera, pero se nota la poca presión humana en esta zona. En muchos parajes, no sólo piedras, sino plantas invaden los caminos que, supongo, una vez fueron utilizados para la actividad ganadera. Con las luces de la Puebla de San Miguel el ánimo sube, pues ya son unas cuantas horas solo, desde que me quedé entre las dos parejas. Llegada a la Puebla de San Miguel. Sitio calentito.
Puebla de San Miguel. Km 45. 7h 54 min
Avituallamieto con su chimenea, ¡qué peligro! La tentación de quedarse ahí. Repito operación, tumbarme en el suelo, con los pies en alto. Allí estaba Paco y Jose, que ya se iban. Yo tenía que descansar, no debía salir así, a lo loco. Buena tertulia tenían allí, un corredor que se retiraba por problemas de estómago y los voluntarios pendientes de si te hacía falta algo. Un caldito, algún sándwich. Es el primer avituallamiento completo. De esos que invitan a quedarte.
La salida desde esta parada va a ser ya una constante en lo que queda de carrera. Menuda tiritona los primeros metros. En seguida, se pasa una pequeña vaguada y se asciende por una pista hormigonada que, afortunadamente, sirvió para entrar en calor rápidamente. Tras cruzar una carretera y ascender brevemente por un cortafuegos, se inicia un pequeño descenso hasta un área recreativa. Este tramo es uno de los más limpios (sin piedra suelta) de esta primera parte de la carrera. La pista que asciende por el pinar es de pendiente constante, muy corrible para los que tuvieran fuerzas. A mí me basta coger un aceptable ritmo de paso durante unos kilómetros sin que se vea interrumpido por terreno técnico o cambio de pendiente. Cerca de la cumbre de Tortajada, de nuevo un par de suaves lomas antes de proceder al inicio del descenso hacia Casas Bajas. Previo paso y breve parada por el avituallamiento ligero del collado Castellanos. Falta poco para que amanezca y ya tengo ganas de quitarme el frontal. Finalmente, están siendo unas cuantas horas de carrera solo, desde la quinta hora, aproximadamente. Quizás la primera noche no ha salido como esperaba en cuanto a lo de ir acompañado. Quedarme entre dos aguas me ha condenado. Pero, ahora, Ademuz empieza a aparecer como una realidad. “Si llegáis a Ademuz, tendréis muchas posibilidades de acabar”. Esas palabras retumban en mi cabeza como inyección de moral. El descenso a Casas Bajas ya lo hago de día. Parte de él, además, por una pista ancha. Desde las alturas el avituallamiento se deja ver unos minutos antes de llegar a él. Desde ahí, sólo quedará un colladito a Ademuz. Pasan unos minutos de las 13 horas de carrera.
Casas Bajas. Km 65, 5. 13h 09 min
En el avituallamiento, además de a los voluntarios, me encuentro con Carlos. Uno de los que había pasado en cabeza por Más del Olmo y que decidió bajar el ritmo por la cantidad de piedra suelta que había. No quería arriesgarse a una lesión o caída. Llevaba una hora durmiendo en el coche que tenía la organización allí. ¡Qué envidia! Tras recuperar fuerzas, tanto como para hacerles la gracia a los voluntarios de que “ahora es cuando remonto”, salgo con Carlos camino de Ademuz. En el primer tramo llano antes de ascender el collado, le digo que si quiere pasar. Siempre tengo la sensación de que, si llevo a alguien detrás, puede ir más rápido que yo. En este caso, creo que era así. Una parada que hace él, nos separa durante el ascenso. Ahora me veo bien, Ademuz tiene que estar aquí al lado y bien merece la pena el esfuerzo. Tras coronar, unos escalones para salvar el viaducto de la carretera nacional y una bajada donde pude echar a correr un rato, hacen que las primeras casas de Ademuz aparezcan rápido. Por el camino del río, se llega al avituallamiento. No sin antes haber dejado atrás un perro con ganas de juerga que salía detrás de todo aquél que fuese corriendo. Le tuve que echar un par de coces con los bastones.
Ademuz. Km 74. 14h 58 min
En Ademuz hay un buen jolgorio, y eso que soy de los últimos en llegar. Al ser punto de bolsa de vida los corredores emplean más tiempo. Ya sea para hacer un almuerzo en condiciones, cambio de ropa, como fue mi caso, o zapatillas, o para ver si hay que pasar por taller o valorar molestias que lleva uno a estas alturas de carrera. Yo no llevaba nada del otro mundo, cambié la camiseta por chaleco pensando estar más fresco durante el día y un donut. ¡Qué ganas tenía! Lo preparé especialmente para que me sirviera de motivación estos últimos kilómetros. Allí quien verdaderamente era el alma de la fiesta era Jose. Decía que llevaba allí un buen rato y que, con la compañía de los voluntarios y su cervecita, no salía de allí. Llevaba 45 minutos. Me cuenta que Paco tiró hacia adelante, así que de aquellos 5 de la subida al Alto de Barracas, vuelve a haber dos parejas con Paco yendo fuerte por delante.
La salida de Ademuz la hacemos Jose y yo con apenas un minuto de diferencia, aprovecho para mandar los mensajes rutinarios a la familia de que las cosas siguen para adelante y disfrutando de la senda por el río. ¡Qué comarca más sorprendente, cuánta agua! Subiendo de camino de Vallanca, aparece un desvío a una cascada. Estaría al lado, pero no estoy como para desviarme a verla. Señales de madera indicando Vallanca 1h 30 anima a pensar que el trayecto no será muy largo. La senda asciende bruscamente para brevemente salir del cañón y llanear por pista que aprovecho para trotar un poco. Con la mañana bien entrada, recibo unos cuantos mensajes de ánimo. Otro repecho, se enlaza con la carretera y la entrada al pueblo de Vallanca. La senda cruza el río y asciende por una ladera hacia una loma en frente del pueblo. Vuelvo a tener buenas sensaciones en la subida. Cuando estoy coronando, veo que viene Jose saliendo de Vallanca, “Vamos Green Power” - animo. Un contacto visual que suponen unos 10-15 minutos andando. Tras alcanzar la meseta y perder de vista Vallanca. Intuyo que el camino hasta Negrón no va a ser tan fácil. No por el desnivel, sino porque no se aprecia ninguna población en el horizonte. Con lo que llevo ya, medir la distancia de forma apropiada no parece que sea una cualidad que mi cerebro vaya a conservar. Lo dicho, el terreno no es complicado, pequeñas vaguadas, pistas forestales, rodeados de algunos árboles plantados, ¿almendros? El sol empieza a pegar y este tramo entre avituallamientos es largo. En la distancia distingo lo que creo que es un silo e intuyo que pudiera ser Negrón, pero las balizas no van en esa dirección. Tras un giro a la derecha en la meseta, parece que la pista inicia su descenso. Bajada agradable en la que se puede trotar y con una sorpresa muy agradable situada un par de kilómetros antes de llegar a Negrón: una fuente de la que manaba abundante agua y que me sirvió para refrescarme y beber un poco porque las reservas de agua iban ya un poco justas. Veo un corredor a lo lejos ascendiendo por la ladera situada al otro lado del valle y que culmina en Negrón. No va tan mal el tema si mantengo un ritmo similar a otros. Asciendo por esa ladera agrandándose las casas de Negrón. Un par de voluntarios majísimos – como todos – me esperan para tomar el control de dorsal y ofrecerme lo que les queda allí. Me dan una silla para poner los pies en alto, y a los pocos minutos llega Jose maldiciendo en arameo porque su gps le ha marcado 6 kilómetros más de los que, en teoría, tenía este trayecto. Otro que dio gracias a la fuente.
Negrón. Km 86. 17h 55 min.
La salida de Negrón hay que hacerla con filosofía, nos acercamos al kilómetro 100 de carrera y 600 metro de desnivel de subida no son moco de pavo. Ahora los ojos recorren el perfil demasiado rápido, ansiosos porque llegue un collado, un río, una referencia que indique claramente que has avanzado. Sin embargo, el ritmo es el que es y el tiempo pasa como tiene que pasar: rápido con la mente, en hora, afortunadamente, en la realidad. Con todo y con eso me dispongo a afrontar la subida de muy buena manera, salvando los andares de pingüino que tengo en cada salida de avituallamiento. La subida al Talayón es larga, a ratos con buena pendiente, en otras suavizando un poco y dando oxígeno a las piernas. Se alterna senda con pista. Todo el trayecto discurre por parajes poco transitados, es la tónica de la carrera. La cabeza empieza a jugar con uno y ve cosas donde no las hay. Unos árboles cuyos troncos en la distancia simulan una estructura que pudiera ser un avituallamiento, unas piedras acostadas que parecen un corredor tumbado… Aquí el trayecto entre avituallamientos también es largo y con la subida y algo de calor, se pierde y consume bastante agua. Tras más de media subida, veo a Thierry, el corredor francés que había visto en la llegada a Negrón. Una referencia. Eso siempre es positivo, nos damos ánimos, puesto que ya no debe quedar mucho para hacer cumbre. Se vislumbra que el pinar no asciende mucho más, aunque aún quedaría una última sorpresa. En un claro situado ya en la cuerda que accede al Talayón aparecen unos carteles de control de dorsales, ¡vamos!, la euforia se contiene cuando en uno de ellos se indica que la cumbre está a un kilómetro. Otro cuarto de hora que habrá que mentalizarse. Llego al control un poco inquieto por las noticias que me habían llegado sobre que se habían quedado sin agua. Afortunadamente, el voluntario que había allí, había subido un par de botellas y, entretanto, los forestales también habían acercado una garrafa.
Talayón. Km 94 19h 49 min
Tumbado entre las hierbas y bebiendo unos cuantos vasos de agua, llega Thierry que ficha, bebe un poco y continua de vuelta hacia el cruce que habíamos dejado. Yo tardaré un par de minutos en salir. De camino al cruce, le digo a Jose que le quedan dos minutos para el control. Que lo tiene ahí mismo. La bajada desde el Talayón es amplia en algunos tramos y con bastante pendiente en otros. Se hace con ganas de que aparezca el avituallamiento de Santerón, puesto que aún pesa el esfuerzo de la subida. Llegando a la parada de Santerón, en un terreno más cómodo y que algo se puede trotar por la pista, aparecemos en cuestión de un par de minutos, Thierry, Jose y yo.
Camino Santerón. km 98 20h 46 min
En este avituallamiento un niño pide apuntarnos los dorsales. ¡Qué gustazo ver a las familias implicadas en esto! Qué los más pequeños aprendan a valorar el entorno que tienen, que en esta comarca vale lo suyo. Yo vengo machacado. Mientras Jose aprovecha para llamar a casa y comenta que lleva toda la carrera pensando en un cigarro. Le toca la lotería cuando una chica de la brigada le dice que sí que tiene. Colgó el teléfono y se fue a por él. La poca fuerza que tenía se me fue en carcajadas. Había una bebé tumbada en una mantita, pedí que si tenían algo para hacer lo mismo. Los voluntarios me acercaron una manta para poder recostarme un poco y descansar las piernas. También encontré allí un corredor que se retiraba. A mí me preguntan lo mismo. Es verdad que llego agotado, pero en parte porque mi único objetivo es la siguiente parada/avituallamiento. Y con ese pensamiento y mis andares peculiares dejé a la familia, creo que, con cierta intriga de cómo me iría. Tras un pequeño descanso, la carrera asciende por un barranco que, a estas alturas, me parece durísimo. En ocasiones había que andar por el cauce seco, salvando escalones de un metro. Ardua tarea con más de 100 kilómetros en las piernas, aún sigue pegando el sol, así que esto tampoco ayuda. Resulta curioso que una fracción tan pequeña de la carrera quede tan grabada. En el ascenso, vuelvo a encontrarme con Thierry que también me cuenta que Jose va por delante. Terminando de salir del barranco y coronando una loma que da al valle por donde discurre la carretera nacional que viene desde Cuenca, algo no me cuadra. Estaba convencido de que Arroyo Cerezo iba a aparecer ahí, que ya lo tenía, pero sólo se ve la carretera. Ya al fondo de la vaguada, en el camino de servicio, veo a Jose. Me quedan fuerzas para bajar corriendo y ponerme a su altura antes del paso subterráneo para salvar la carretera. Ahora me toca a mí animarle. “Ya no puede quedar mucho”, le digo sin convicción de nada. Al otro lado nos adentramos en unos cultivos y una zona de castaños donde unas mujeres ya habían llenado dos sábanas de castañas. Poco más adelante ya aparecen las casas de Arroyo Cerezo.
Arroyo Cerezo. Km 110. 23h 38 min
Un bar. Avituallamiento bien montado. Nos encontramos a Paco que ya había descendido de la Cruz de los Tres Reinos. ¡Qué máquina! El plan previsto era dormir algo aquí, pero le digo a Jose que si aprovechamos los últimos minutos de luz para hacer parte de la vuelta al Tres Reinos sin el frontal. Nada más salir nos encontramos a otros corredores que bajan. Comentan que se tarda unas 3 horas, ¡uf, vaya esfuerzo mental toca hacer para volver al mismo punto! El comienzo de la subida la hacemos a buen paso, animándonos que unos 6 kilómetros los completaríamos en una hora, hora y cuarto. Sin embargo, al llegar a la parte superior del circo del Tres Reinos, la senda cambia y mucho. Ésta se aproxima al borde del cortado y, con la noche ya encima, hay que poner toda la concentración en el camino. Sin ser peligroso, había anchura, no estaba el asunto para despistes y 115 kilómetros exigen ir atento. Es evidente que este tramo de “crestería” ralentiza el ritmo, el cuál recuperamos al salir a la parte más alta del pinar con la cumbre redondeada en busca del Tres Reinos. Se hace largo este tramo por el pinar, la segunda noche ya ha entrado y los ánimos empiezan a sufrir vaivenes. Después de una hora y media aproximadamente de ascensión, pasamos el control de dorsales.
Cruz de los Tres Reinos. Km 116,5. 25h 38 min
La bajada la afrontamos con más ánimo hasta llegar de nuevo a los cortados. La ansiedad hace mella en los ánimos y no parece llegar nunca la salida desde el circo hasta el pueblo. Menos mal que voy con compañía. Los temas de conversación con Jose ya entran en un terreno algo más personal, no sin dejar de comentar impresiones de carreras anteriores, sobre todo por su parte, ¡qué yo poco puedo contar! (Sólo un Ultra: GTP 2014) Vernos escupidos del circo hacia la zona baja, nos da el impulso necesario para creer que vamos a estar de regreso en menos de tres horas. Una zona de llano por el río y, en seguida, aparece el cruce donde nos encontramos a los corredores que bajaban. Primeras casas y regreso al bar. Algo menos de 3 horas después.
2 horas y 50 minutos, creo recordar.
Ya han caído 123 km de la carrera, aunque después de todo, no hay un plan definido para llegar a Castielfabib. El plan se va improvisando. Yo pregunto mucho por las zonas técnicas que quedan. El primer barranco de camino a Centenares. La oficina de turismo. Allí en el bar, poniendo la cabeza en orden, nos encontramos a Toño y Alfredo. Escobas que habían ido recogiendo balizas en el tramo anterior y que iban para la oficina de turismo. Les preguntamos si podemos ir con ellos. Más compañía, perfecto. Como ya sabéis a estas alturas, mi salida del avituallamiento no es la más glamurosa del panorama nacional. Toño y Jose salen bastante mejor que yo, y Alfredo me hace el favor de quedarse conmigo unos metros más atrás. Aún no hemos iniciado el descenso y, tras el paso por una pequeña vaguada (en realidad era bajar y subir el mismo cortado), veo que estoy retrasando al grupo. Juro que no puedo ir más rápido… hasta que no engrase. En la bajada técnica ya no hay tanta diferencia, quizás sea porque los escobas no quieran arriesgar. El caso es que vadeamos el barranco los cuatro prácticamente juntos. Toca salir de él por una buena subida con piedra suelta. Ya me voy encontrando mejor. Toño nos deja pasar porque va a esperar a Alfredo. Salimos del barranco y, por el perfil, parece que queda un terreno más cómodo hasta Centenares, pero por el tiempo… ¡joder! Estoy dando todo lo que tengo y lo único que hago es perder parte del colchón de las 2 horas de margen que tenía acumuladas. ¡Voy a quedar fuera por no pasar los controles en tiempo! No sé si fue por este agobio, o por el café que me tomé – el último creo que fue en Selectividad -, la cuestión es que las piernas echaron a correr en un tramo de descenso por una pista forestal ancha y limpia. “Hasta que no se acabe, no se puede parar”. Una mezcla de agonía y subidón describía el ánimo en aquellos instantes. ¡130 kilómetros y yo corriendo! El desconocimiento de la zona hace que vaya buscando luces en el horizonte, en mitad de la noche. Mientras, la pista forestal se acaba y se vuelve a meter por una senda con el distintivo de peligro de caídas por talud. Increíblemente, es el mejor tramo de senda de este tipo que hago. Dentro de mi habilidad en las bajadas, claro. La confianza y el agobio vuelven a ser los factores. Salgo a un tramo de carretera y, de nuevo, por una senda a media ladera girando ampliamente hacia la derecha, se ven las luces de lo que, por narices, tiene que ser Centenares. Antes de llegar, la carrera va a poner de nuevo en juego la fortaleza mental de los que quedamos. Y es que el recorrido no va en línea recta, sino que va salvando barrancos. 1, 2, 3… ¡hasta 4! Llego a unas casas, pero no está ahí la oficina, aún queda un kilómetro por pista hasta la otra agrupación de luces.
Centenares. Km 137. 30h 15 min
Agotado. Necesito tumbarme. Necesito dormir. Apenas he llegado con 40 minutos de margen sobre el tiempo de paso máximo. Una vez recuperada la respiración, me cambio la camiseta (apenas llevo nada más en la bolsa de vida) y trato de comer algo. El líquido entra muy bien, pero el apetito por lo sólido me empieza a fallar, ¡si apenas pude darle un par de bocados a un sándwich de Nocilla! Jose llega unos minutos después, y acto seguido Toño y Alfredo. Hablo con Jose de la idea que tiene. Dice que una ducha y que se dormirá un poco que los enanitos del bosque han vuelto a aparecer. Agradezco a Toño y a Alfredo su inestimable ayuda en uno de los momentos más duros de la carrera. Todo en orden, me voy a dormir. ¡Qué nos despierten en media hora! Dar las gracias desde aquí, una vez más, a los voluntarios que estaban en la oficina de turismo. De corazón. Una vez en pie otra vez, ya sabía que había cometido el error de pensar que todos los tiempos de corte iban a ir igual de ajustados de aquí a meta, así que conociendo que se abría la ventana de paso, ese parecía un problema a olvidar. La salida de Centenares comienza con bajada al río y, como me veo tiritando, peco un poco de conservador y me atavío con la chaqueta y las mallas largas. Luego no resultó para tanto. En seguida vadeamos y comenzamos la subida hacia Tormón. Jose claramente va mejor que yo y le voy perdiendo de vista. Ahora ya coincide la carrera con el recorrido de la de 34 kilómetros, por lo que tenemos una referencia más de kilometraje. Se suceden un par de subidas y bajadas, pero ninguna desencadena la ascensión final hacia Morrones. Vadeamos algún cauce seco más. Cuando encaramos la subida, ésta resultó ser una buena pared. La iniciamos los dos más o menos a la par, aunque pronto se ve que Jose lleva más ritmo que yo. Los repechos se suceden uno tras otro, sin dejar lugar a recuperación de las piernas y mente. En un pequeño descanso ya empiezo a buscar alguna luz de los voluntarios que estén en el avituallamiento. La cabeza se ceba mucho en esa meta. Ya no quedan muchas fuerzas y la noche está más cerca de su fin que de su inicio. Buscando algún tipo de referencia, oigo que gritan mi nombre desde la lejanía. Es Jose a bastante más altura, me parecía, situado al otro lado de un valle. “Hasta allá arriba”, pienso algo desmoralizado. En este punto, todo ya me parece un mundo. En realidad, pasa más rápido de lo que hubiese creído y la pendiente es también más suave. Corrible si no llevase 145 kilómetros en las piernas. Las luces del avituallamiento aparecen. Otra meta parcial conseguida.
Morrones. Km 146,5. 34h 03 min
Apenas pasan un par de minutos en los que estoy sentado, tomo algo de líquido, pero sólido no me entra nada. El estómago es como si se hubiese cerrado. Jose, que había llegado 10-15 minutos antes ha aprovechado para dormir en el coche… ¡por aquello de los enanitos! Salimos a la vez de Morrones y antes de iniciar el descenso, la carrera nos prepara otro regalito: niebla. Por suerte, la pista es ancha y no tiene pérdida, la pendiente suave. Para correr a buen ritmo cualquier día que sales a entrenar. Ahora imposible. Para cuando inicio la bajada hacia Tormón, las nubes ya se han marchado. Ya voy solo de nuevo, con pocas fuerzas. Sé que el objetivo está cerca. Y que, al ampliarse las ventanas de paso, hasta me podré permitir un descanso. Las luces de Tormón aparecen dando paso a una bajada por un herbazal en zigzag, cuando llego al avituallamiento apenas falta una hora para que amanezca.
Tormón. Km 155,5 (sin tiempo oficial: 35h 30min aprox.)
Jose está listo para marcharse. Le digo que necesito tumbarme, dejar el cuerpo en posición horizontal un rato y que, además, para lo que queda, quiero ver los estrechos del Ebrón de día. Así que nos despedimos después de haber compartido media carrera, desde Ademuz. El colchón que tienen dispuesto es gloria bendita y, tapado con una buena manta, se hace casi como estar en casa, dadas las circunstancias. Creo que no me llego a dormir, pero esta media hora de descanso viene bien. Amanece. Hoy sólo hay que hacer una salida de 15 kilómetros. Parece alcanzable. Bebo y lo poco que puedo comer es algo de melón. Salgo tranquilamente con la intención de disfrutar del paisaje que depara este río. Pronto la senda discurre junto al cauce y las acequias que van paralelas a él. Algún paso con alguna cuerda y cruce por un puente. En un momento dado pierdo el marcaje de la carrera que resulta se encuentra balizado al otro lado del río. Unos troncos bien dispuestos sirven de plataforma para vadearlo. Aún queda alguna subida por culminar y es, desde las alturas, cuando se aprecian los estrechos en toda su belleza. La senda es entretenida y tiene algún paso con escalones metálicos y cadenas colocados al efecto. ¡Aquí sobran los bastones! Qué incordio. La realidad es que al instante vuelven a hacerme falta. Desde la parte más elevada, las vistas son maravillosas, ¡qué paren el crono! Además, se ve por donde transcurre la bajada que culmina con el cruce por una pasarela por encima del cañón. Hay también un tramo de escalera. Bastante inclinada. La bajada no da lugar al aburrimiento, con algo de material suelto, pero nada comparado con lo vivido. Después de la pasarela toca remontar una pequeña loma para luego iniciar el descenso definitivo hacia el cauce del Ebrón y buscar El Cuervo. Las señales del sendero indican la población, pero no el tiempo. Así que sigo sin referencia exacta. Una última pasarela colgada de la pared un par de metros sobre el nivel del cauce, me depara la última sorpresa – para mal- de la carrera. Quedan unos escalones y, de ahí, un salto a tierra firme. No sé si medí mal, si mi cabeza no quiso procesar lo que realmente era, o si simplemente es que fui lerdo, la cuestión es que donde creí que apenas había una lámina de agua, resultó ser de un calado lo suficientemente profundo para dejarme los dos pies empapados. ¡Qué dolor las ampollas con el agua! No me lo podía creer, no debían quedar ni 7 kilómetros para el final. Las molestias al trotar son bastante claras. Me tumbo en la hierba y me quito una de las zapatillas. Ahí veo que poco puedo hacer. Tirar para adelante hasta que la cabeza se olvide de esto. Ya el terreno es llano, incluso por pista ancha. Me obligo a trotar hasta El Cuervo. Como siempre, después de lo que yo pensaba, aparecen los voluntarios.
El Cuervo. Km 165,5. 38h 39 min
Último avituallamiento. Sólo 5 kilómetros. Ahora intentar hacer menos de 40 horas. Les digo a los voluntarios que ya no viene nadie más, que los siguientes serán los de la carrera de 34 kilómetros. Hace ya tiempo que voy el último, sin nadie a quien esperar para luego agarrarse. Lo que queda es un paseo después de todo lo pasado. Ahora se siente más la euforia de llegar a Castielfabib antes que los dolores que salpican el cuerpo. Buena parte de estos 5 kilómetros los hago corriendo, salvo algún repecho que todavía tienen preparado a última hora. Parte de la motivación para apretar era llegar antes que los primeros de la carrera de 34 kilómetros. ¡Yo también quería mi momento! Pasando por una pequeña vaguada, ya sólo queda la subida a Castielfabib. Hace más de un día y medio que salí de allí. Pasando junto a los coches aparcados, uno de ellos pita. Era Paco, dándome la enhorabuena por haberlo conseguido. Una última curva y ¡la plaza! El crono se para en 39:35:05.
Llegando a meta
Castielfabib. Km 170. 39 horas 35 minutos
Cruzo la meta y ahí estaba mi compañero de fatigas, Jose. Nos felicitamos mutuamente por haberlo conseguido. ¡Vaya ratos que hemos pasado! Y así, a pocos a pocos conseguí ser Finisher de la Ultra Trail el Rincón.
Felicitaciones en meta entre dos Finisher que pusieron todo su empeño para acabar
“Eres un tipo duro”, palabras de Paco cuando ya nos íbamos. Creo que nunca me lo habían dicho.
Cansancio y satisfacción
Felicitar por último a la organización y a los voluntarios.

De la carrera me llevo además de los kilómetros, la gente que he conocido. Haberlo hecho en carrera ha sido una experiencia novedosa para mí.

Gracias a todos los que me apoyaron para preparar la carrera y los que me dieron ánimos durante la misma.