jueves, 13 de septiembre de 2018

CRÓNICA DEL UTMB 2018


Chamonix. Pocos minutos antes de las 6 de la tarde. Varios años pensando en este momento. Va a dar comienzo la edición 2018 del UTMB. Hace algo más de media hora que dejé a la familia a unos metros en la salida para ver el paso de los corredores. Para ver cómo salgo. El ambiente en la plaza impresiona. Está abarrotada de público y de corredores. Desde la parte alta de Place du Triangle de l`Amitié se ve el arco azul de salida jalonado por distintas banderas que portan los corredores. Hay participantes de todos los continentes.
Chamonix. Salida abarrotada de corredores.
Buena parte de los que me rodean vienen acompañados, conversando en esos momentos previos al inicio de este desafío.
Amenizada la última espera con música, con el helicóptero retrasmitiendo la salida en directo, con el speaker dando ánimos variando el idioma, se inicia la cuenta atrás que da comienzo a la carrera. 2700 inscritos. 2561 participantes que toman la salida. Cifras exageradas para una carrera de Trail. He aquí la primera gran diferencia: tardaré casi tres minutos en pasar por el arco de salida, pero no será la única en esta carrera.
Salgo por la parte izquierda de la calle esperando encontrar a los que me están esperando. Entretanto oigo en varias ocasiones ánimos del tipo “¡Vamos!”, por parte de otros españoles que hay apostados en ese lado. En la segunda curva saludo a la familia de la que me da tiempo a despedirme puesto que aún el atasco es considerable y no hemos comenzado a trotar. La carrera avanza por las calles de Chamonix que son un continuo reguero de aficionados. Esto sí que no lo había vivido anteriormente. El grupo se empieza a estirar y ahora ya cualquiera te anima con un “Allez” o un “Bravo”. Vi también el jaleo que me dio un grupo que me pareció que eran los organizadores de la Ehunmilak que estaban en el salón del corredor con los que conversé el día anterior. Como anécdota bizarra, decir que un corredor polaco iba a un ritmo de carrera de 10 km sorteando participantes por el lado izquierdo de la calle, pero lo peor de todo es que iba obligando a echarse para atrás a la gente que se había puesto para animar. Con gente de todo el mundo, pues es de esperar distintos comportamientos.
Llevo apenas un par de kilómetros y ya me tengo que parar para quitarme ropa. Porque, sí, también la climatología en la salida iba a ser distinta. Había estado lloviendo buena parte de la mañana y hasta pocos minutos antes de la salida. Después de comer y con los nervios, decidí salir con todo literalmente puesto. Las tres capas. Sabía que el inicio de la carrera era rápido, pero consideré que no podía arriesgar a quedarme frío antes de empezar. Así que me echo a un lado. Me quito la Wintertrail y vuelvo a reanudar la marcha. Y como no podía faltar a mi cita, cuando me doy la vuelta, veo al coche de la policía local que cierra la carrera. No entiendo lo que dicen en francés, pero sí mencionan que un español. Aligero esos metros hasta llegar a los últimos participantes.
Estos primeros 8 km hasta Les Houches son rápidos. Son muy rápidos y ese trote continuo me va haciendo darle vueltas a la cabeza de cuándo pagaré este esfuerzo. ¡Igualito que la salida de la Ronda dels Cims! Pero es que no queda otra opción. La primera barrera horaria está en el 21 con cuatro horas de margen. El trazado es sencillo. Una vez abandonado el asfalto, se sigue por un sendero ancho con pocas piedras y raíces. Aún sigue habiendo bastante gente animando. Trato de seguir un ritmo que me permita ir cómodo y procuro no mirar mucho el reloj, pero es cierto que cada zancada que doy vuelvo a pensar en que vamos muy rápido para lo largo que es esto. Comparativamente con otros corredores en la zona donde voy se mezclan los que me adelantan con los que paso. La salida del sendero boscoso buscando la localidad de Les Houches salva por un puente la autopista y se encarama en una serie de revueltas hacia el primer avituallamiento. Fue ver el ponerse la carretera cuesta arriba y tranquilizarme, ahora ya podía gestionar mejor el esfuerzo. Ahora el grupo – hasta donde mi vista alcanza – se vuelve a juntar como si fuera una manifestación. Subiendo puedo ir más rápido, pero como siempre intento aguantarme esas fuerzas de inicio de carrera. De nuevo, un par de parones más cuando el sendero se estrecha y llego a Les Houches. Paro el reloj para ver la vuelta. 1 hora 1 minuto. Se me ha ido un poco el tiempo. Hay que descontar lo que tardé en cruzar el arco, pero aun así.

Les Houches. Km 8 1:01:08

Tras el primer avituallamiento comienza la primera subida de la carrera a Le Délevret. Empieza a chispear otra vez y la pista por la que se asciende a ratos ya se encuentra embarrada. En algunos tramos la pendiente hace complicado el avance y ya se observan las conversaciones mucho más apagadas que en la ribera del río. Va anocheciendo, aunque creo que con el ritmo que llevo llegaré a coronar sin tener que ponerme el frontal. 
Llegando a Les Houches. La lluvia caía de forma intermitente.
Las nubes se van echando encima y a ratos llueve con algo más de intensidad, aunque no durará mucho. Una de las rectas de la pista que asciende bajo el telesilla obliga a no echar la mirada muy lejos. Mejor ir concentrado agachando los ojos (no la cabeza para no dificultar la respiración). Llego al Col de Boza para luego llanear y pasar el control de Le Délevret.

Le Délevret. Km 13,8. 02:13:18

Aún habría que salvar una pequeña loma para coronar e iniciar la bajada a Saint Gervais. El aire sopla y acentúa la sensación de frío. Aún puedo ver sin el frontal, así que decido apurar a estar un poco más al abrigo de los árboles para colocármelo. Tras pasar un prado, me detengo y enciendo el frontal para la noche está por venir.
La primera bajada de la carrera va a ser más que un aperitivo. Con el terreno embarrado por la lluvia caída y el paso de unos dos mil corredores antes que yo, tengo que acortar mucho la zancada y procurar que los apoyos en el terreno sean cortos. Alguna zona en la que se sale a una pista o que la pendiente se suaviza dan algo de respiro, ya no solo muscular, sino mental.
De tiempo veo que voy recuperando algo según lo que tenía previsto. Y, al menos, no tengo que arriesgar en la bajada más de lo que quisiera. Las casas de Saint-Gervais aparecen más abajo en la ladera y ahora con la senda que se ha estrechado, el grupo es una interminable fila.
Llegando a las primeras casas de Saint-Gervais ocurre uno de los hechos que más me impacto de la carrera. De repente se escuchan llamadas de atención (no pude oírlo exactamente ni entenderlo) sobre una decena de corredores más adelante desde donde yo me encontraba, al segundo y conseguir establecer contacto visual, hay dos o tres personas paradas en el borde del camino indicando que alguien se ha ido ladera abajo. El grupo que veníamos detrás nos paramos y, yo al menos, no veo luz alguna o escucho voz que proviniera del fondo del barranco. Avisamos rápidamente a la organización que tenía dos miembros apenas a una treintena de metros más abajo.
En lugar del accidente no era ni mucho menos el más técnico de la carrera, pero un mal paso puede conllevar una caída. En la bajada inmediata ya para llegar al asfalto, la organización había puesto unas planchas antideslizantes en un camino de pizarra para evitar precisamente resbalones. Con el impacto de lo ocurrido alcanzo el avituallamiento de Saint-Gervais en el tiempo previsto.

Saint Gervais. Km 21,55. 03:25:45

Recupero fuerzas en el avituallamiento. No me puedo relajar, pero tampoco voy con la hora muy pegada. Además, he salvado la bajada, según indican las previsiones meteorológicas, con el peor tiempo de todo el fin de semana. Ahora viene una larguísima subida hasta la Croix du Bonhomme, primero con una parte más tendida y luego picando mucho más para arriba. El trazado trascurre a la vera de un río pasando entre algunas casas y granjas. Me llamó la atención una de las veces unas marcas naranjas parecidas a las del recorrido, cuando llegué a estar lo suficientemente cerca resulto ser un campo de calabazas. Esta es una parte sencilla del recorrido, en la que se puede correr muy bien. En mi caso, trotar a ratos porque aún queda mucho de carrera. En una de las curvas se llega a un lago con una terraza amenizada por una banda musical que anima con el paso de los corredores.
El camino sigue alternando pequeñas subidas y bajadas. No es exigente, solo una subida algo empedrada para salvar la única loma hasta Les Contamines. De nuevo, una parte más llana y el último repecho para alcanzar la explanada donde está situado el avituallamiento.

Les Contamines Km. 31,84. 05:32:11

Comienza ahora la segunda parte de la subida al Col du Bonhomme con un avituallamiento intermedio, el de La Balme. La salida desde el pueblo es rápida y bastante llana para poder trotar durante un buen rato. Intento no perder de vista a media docena de corredores que llevo delante para, por lo menos, seguir un ritmo cómodo en esta parte más suave.
El camino junto al río llega hasta el santuario de Notre Dame de la Gorge. Tras cruzar el río por un puente que incitaba al descanso junto al calor de una hoguera, se inicia la subida definitiva al puerto. Me encuentro situado en la parte más trasera de la carrera y al comenzar el ascenso pongo mi marcheta con la que voy adelantando a corredores. Me propongo subir concentrado pensando en las fuerzas que gasto, pero sin caer en la relajación de aflojar el ritmo. A cada curva, en cada recta, veo que voy recortando o adelantando a gente. Aunque luego me pasen en la bajada, la motivación del momento es extraordinaria. Tengo delante de mí todo un sinfín de frontales que me preceden, que me anticipan por donde va el trazado. La noche no permite disfrutar del paisaje. Al menos, hace rato que dejó de llover y, parece, que no hace tanto frío como se esperaba. Yo, por lo menos, no lo siento. Mantengo ese ritmo machacón, gastando ese puntito extra cuando la pendiente te exprime un poco más para no quedarme muy atascado. Con ese paso, y sabiendo que aún queda el tercio más duro de la subida. Llego al avituallamiento de La Balme donde tengo que recuperar algo de aire para continuar.

La Balme. Km. 40,17. 07:11:04

Aún queda por coronar y también unas cuantas horas para que se haga de día. Prosigo la subida ahora ya con un ritmo un poco más pausado. El esfuerzo anterior, la acumulación de kilómetros y la altura en la última parte, determinan que el andar ahora sea algo más lento. Sin embargo, es un ritmo muy similar a los corredores que llevo a mi altura. Al llegar al Col, aún quedará un rodeo por una loma hasta la Croix de Bonhomme, con algunos tramos por piedra que requieren atención. Justo a las 3 de la mañana inicio la bajada hacia Les Chapieux.

Croix du Bonhomme. Km. 45,78. 08:59:18

De nuevo, toca afrontar una bajada larga, aún por la noche y con el terreno delicado. La senda está bastante embarrada y en numerosas ocasiones los que vamos en esta última parte de la carrera preferimos salirnos del camino y buscar algo de piedra y hierba que pueda agarrar mejor la pisada. La situación me exige mucha concentración y voy tenso. Muy lejos de poder soltar las piernas para acelerar el ritmo. Va a ser la tónica general de la carrera. Las bajadas van a ser la parte más delicada. Creo que en ese momento firmaba 20.000 positivos y ninguno negativo. Como siempre, hay alguien que va más atascado, pero la tónica general es que vaya siendo rebasado por participantes con los cuádriceps mucho más entonados que los míos. Máxime cuando aún estamos en la primera parte de la carrera. Las luces de Les Chapieux, aún no se ven en el fondo del valle y en estas situaciones mi mente vuela más que mis piernas.
Aproximadamente pasado la mitad de la bajada y cuando había cogido un ritmo – aunque normalito- que me daba confianza, piso una piedra en pendiente y me voy al suelo. Afortunadamente, con la mochila no me pegué el culetazo y apenas me rocé el codo derecho que con la chaqueta creo que no llegó ni a rasparse. El resbalón era algo que entraba dentro de lo previsto, pero no por eso, iba a conseguir recuperar la confianza en el resto de la bajada. En los últimos metros la senda se vuelve pista y las luces de Chapieux se dejan ver. 10 o 15 minutos en llegar me son indiferentes, decido bajar más tranquilo aún sabiendo que, de momento, tengo margen de tiempo en la carrera.

Les Chapiuex. Km. 50,81. 10:02:19

El avituallamiento en Les Chapiuex es uno de esos en los que se puede pasar por la cabeza parar a descansar un rato e incluso a dormir, pero verdaderamente como no voy a coger sueño fácil, ni me lo planteo. Me ciño a lo planeado en cuanto a tiempo de parada y en cuarto de hora abandono las casas iniciando el ascenso del Col de la Seigne. Casi un kilómetro vertical en donde tengo puesta la mirada para sacar margen con respecto a las barreras horarias e ir más sosegado. La subida comienza con un ascenso más llevadero al comienzo, aunque sin descanso, por una carretera ancha donde aún mi ritmo se empareja con el de los que me rodean. Abandonamos la carretera para continuar por una senda al otro lado del arroyo hasta Ville des Glaciers. Tras un breve descanso y pasar un refugio, la ascensión se encarama a unas revueltas. Aquí el avance de los corredores se hace más pesado. El mío no es tan alegre como al comienzo de la subida, pero lo mantengo mejor que otros participantes. No en vano, aunque no al ritmo de la subida de Balme, sigo adelantando gente. Es mi terreno. Dejamos los prados para adentrarnos en un terreno mucho más rocoso. Ninguna dificultad extraordinaria habiendo hecho parte de la Ronda.
La altura va jugando su papel en la última parte de la ascensión y la niebla le da un aire más misterioso aún a esa atmósfera de historias de contrabando y cruces de frontera clandestinos que se harían por estas montañas. Hace frío, pero soportable. Todos pensando en pasar esta primera noche donde daban peor tiempo y donde la lluvia era más intensa. Las primeras luces del día coinciden con la llegada a la cumbre.

Col de la Seigne. Amanece el sábado entre la niebla.

Col de la Seigne. Km. 61,43. 12:50:53

La niebla se despeja en el lado italiano. Y además ya nos había anunciado la organización la cancelación de la subida al Col de Pyramides Calcaires. Con lo que iniciando el descenso directo al Lac Combal mis tiempos previstos se mantendrían. 

Col de La Seigne. Lado italiano.

Col de La Seigne. Paso junto a la cima.
Fue bien la subida a la Seigne recuperando más de 150 posiciones, pero he de reconocer que en mis cálculos no saqué tanto tiempo a las barreras horarias como creía. Sea como fuere, me da moral para afrontar de nuevo una bajada en la que los cuádriceps me vuelven a decir que no están tan finos como para arriesgar en esta aventura. Así que a mí paso, perdiendo parte de lo ganado en la subida, voy descendiendo no perdiendo de vista los glaciares que asoman a mi izquierda y alejando la mirada hasta el llano donde se encuentra el avituallamiento de Lac Combal. La bajada no presenta dificultad y no tengo imprevisto ninguno. Únicamente que llego más despacio a Lac Combal.

Vistas del valle camino a Lac Combal.
Inicio del descenso del Col de la Seigne.
Lac Combal. Km. 66,31. 13:47:01

La salida continua por el llano del lago (ahora con poca agua donde se muestran los meandros de los arroyos que lo surcan), es una buena zona para trotar y correr, pero a estas alturas prefiero ir cogiendo ritmo hasta iniciar la subida a la Arete du Mont Favre. La última previa a la llegada a Courmayeur. Ahora los grupos están mucho más diseminados y se ciñen prácticamente a los corredores que hacen la carrera juntos.
Avituallamiento de Lac Combal.
De cualquier manera, en ningún momento te ves solo en la carrera. El inicio de la subida es por una zona arbolada que, en seguida dará paso a zona de pradera, permitiendo ver todo – o buena parte – de lo que queda para coronar. Las vacas nos miran despreocupadas y una de ellas hasta se pone en mitad del camino obligando a dar un pequeño rodeo. El sol trata de mostrarse con cierta timidez, aunque está muy lejos de calentar. Da igual, es muy bienvenido después de la noche pasada.
Sin tregua en la ascensión, se llega a un refugio donde se vira hacia la izquierda para llegar al control de cumbre. Merece la pena deleitarse con las vistas.

Arete du Mont Favre. Km. 70,29. 15:14:33

El descenso comienza por un sendero pedregoso que requiere atención puesto que va a media ladera y no conviene colocar el pie izquierdo en la parte externa del camino. No es de vértigo, pero sí algo aéreo dejando una panorámica del valle que remonta hasta el Lac Combal.

Panorámicas del valle desde la Arete du Mont Favre.

Se pasa junto al lago Chécrouit que me hace pensar que no debe estar muy lejos el avituallamiento.

Col Chécrouit. Km. 74,78. 16:07:37

Breve parada en el avituallamiento para seguir el descenso a Courmayeur. Ya entrando en las pistas de esquí, hay tramos donde me sigue costando retener las piernas. Como era de esperar perderé un centenar de posiciones en esta bajada. Esta vez, sin embargo, el sendero se desvía de las pistas para descender entre los árboles. Aquí, me sitúo detrás de un corredor griego que lleva un ritmo que puedo seguir y alcanzamos a otros dos franceses que les iba haciendo tapón un quinto corredor. Los cuatro bajamos por un camino zigzagueante y polvoriento. Entretenido. Hasta que llegamos a la altura de el siguiente grupo que iba más despacio y ya nos ajustamos a ese ritmo. Otra media docena de corredores se unirá a esté grupo. Esta coincidencia en este punto de la carrera hace que la polvareda que se levanta sea considerable y, como no había hecho falta hasta el momento, no llevo puestas las gafas que protejan un poco los ojos.
Courmayeur. Italia.
El regalo será una conjuntivitis unos días después.
El camino desemboca en una carretera a las afueras de Courmayeur, atravieso sus calles empedradas hasta llegar al polideportivo para recoger la bolsa de vida y pensar en cómo está yendo la carrera.

Courmayeur. Km. 79,22. 17:12:37

Este era el sitio para hacer el primer balance de la carrera. Con la bolsa de vida en mis manos, primero me acerco al puesto de Garmin para recargar el reloj y, posteriormente, me siento en uno de los pocos huecos que había para acondicionar los pies. Aquí no hay duchas como en la Ronda, así que ya había previsto una especie de limpieza en seco. Algo de jabón, unas gotas de agua – las que salen de apretar una vez el bidón y una toalla que pasará del blanco al marrón en instantes. No era lo ideal, pero suficiente para poder embadurnarme de vaselina teniendo los pies aceptablemente limpios. Entre unas gestiones y otras, apenas 10 minutos más para tomarme un par de platos de pasta y cambiarme de ropa. Se irá casi la hora cuando salga del polideportivo.
El callejeo por el pueblo lo hago un poco atascado, un par de corredores me sobrepasa y, tras pasar por la Plaza de Ange (donde veo imágenes de los primeros ya en Vallorcine), ya en la subida de la salida de Courmayeur tampoco me veo todo lo a gusto que quisiera y pierdo cierta distancia con la media docena de corredores que tengo a la vista.
Abandonando las últimas casas de Villair, la ascensión se adentra en el bosque en un terreno exigente que va ganando altura sin apenas descanso con un zigzagueo constante. No creo que yo me viera con más fuerzas, pero si con más moral cuando comienzo a rebasar participantes. Sé que luego viene una zona de rompepiernas hasta Arnouvaz, sin grandes paredes, así que hasta el Refugio Bertone puedo apretar con ese ritmo machacón sin riesgo a que pase después factura. Durante los dos primeros tercios de la subida sigo el ritmo de un corredor francés bastante más corpulento que yo, lo que me permite el descanso mental de no tener que andar fijando el ritmo. En la última parte, ya casi saliendo de la zona arbolada, conservo ese punto para sobrepasarle dándole ánimos por la gran subida que está haciendo. Posteriormente, en otro momento de la carrera, él me devolverá el gesto cuando me adelante.
El Refugio Bertone aparece en una zona despejada con unas privilegiadas vistas sobre el valle de Courmayeur. Merecido descanso durante unos minutos.

Refugio Bertone. Km. 84,13. 19:41:53

Refugio Bertone. Corta, pero exigente subida.

La salida del refugio se realiza bordeando una loma que deja a la vista las paredes del valle de Ferret.
Refugio Bertone. 
La senda, sin ser demasiado estrecha, requiere atención porque un resbalón te regalaría una caída de, al menos, medio centenar de metros. Este tramo, que no es muy exigente en el perfil se me hace un poco largo y cada vez que distingo una construcción en el camino mi esperanza es que sea el control del Refugio Bonatti. Esto es lo que me ocurrirá en un par de ocasiones, cuando el verdadero control se sitúa después de superar una vaguada con un centenar de metros de desnivel. El tiempo amenaza con volver a empeorar. Las nubes al fondo del valle se vuelven grises y advierten lluvia.

Refugio Bonatti. Km. 91,57. 21:33:09

Avituallamiento muy ligero. Para beber algo y tomar un poco de sopa. Salgo rápido. Me indican que me ponga el sobrepantalón. No lo tomo como una obligación, sino como una recomendación. Salgo manteniendo las buenas sensaciones. Ya hago mis cuentas de cuándo llegaré a Arnouvaz para avisar a la familia. Va todo, más o menos, según lo previsto. De nuevo, la impaciencia me puede y una construcción avanzado el valle quiero que sea el avituallamiento, pero echando la mirada abajo la vista – y la razón – me dirán que es precisamente junto al río dónde se encuentra el control. No es que la bajada sea complicada, al revés, es entretenida a ratos, pero luego habrá que subirlo para uno de los últimos platos fuertes que quedan en la carrera. De esta manera, y perdiendo algún puesto en la bajada como ya es costumbre, llego a Arnouvaz donde lo primero que me dicen es que es obligatorio el sobrepantalón desde hace una hora. Le indico al juez que ahora mismo me lo pongo, sin darle mucha explicación del malentendido en el avituallamiento anterior. Sorprendente fue que, al menos que yo viera, un participante al que también se lo exigieron no lo llevaba en la mochila y, por tanto, no podría continuar a menos que uno de los que había abandonado se lo dejara.

Arnouvaz. Km. 96,67. 22:42:23

Arnouvaz. Obligatorio sobrepantalón.
Tras haberme puesto el sobrepantalón para iniciar la subida al Gran Col Ferret, no demoro mucho el tiempo en comer. Empiezo a ingerir menos de lo que debiera. El estómago se empieza a cerrar para determinados alimentos.
En la salida se cruza un torrente por un puente de madera e inmediatamente se inicia la subida de casi un kilómetro vertical para entrar en Suiza. Este tramo va a ser exigente, aderezado con las nubes cubriendo las cimas de las montañas y el viento soplando con constancia y cierta intensidad. Un rebaño de vacas jalona el sendero teniendo que pasar cerca de alguna de ellas. También, algún corredor se ha dado la vuelta y regresa de bajada a Arnouvaz para finalizar su aventura. No es una inyección de ánimo desde luego. La subida, al haber ganado ya previamente bastante altura, transcurre por praderas. 
En el ascenso al Gran Col Ferret. Amenza lluvia.
Eso hace que el terreno sea más sencillo, pero a la vez si se alza la vista, se ve que la ascensión no termina. Así que hay que hacer un ejercicio de concentración en el ritmo marcado y sólo sacar la mirada del camino para ver todo lo que ya se ha ascendido y, también, para constatar que queda gente detrás en carrera. Sólo un pequeño paréntesis para unas fotos y un video del valle, antes de que la niebla de las cumbres tape la vista.
En esta parte trasera de la carrera mi ritmo de subida sigue siendo bueno comparativamente hablando con los corredores que me rodean, así que la moral en este sentido se mantiene alta, y más que lo hará cuando salve la última parte, ya entre las nubes y con el sendero más quebrado, de este Gran Col Ferret.

Grand Col Ferret. Km. 101,3. 24:37:59

Una de las primeras cosas que me llama la atención al entrar en territorio suizo es que en esta zona no aparecen distancias estimadas a los destinos que llevan los senderos. Y doy fe de que en otras zonas del país sí que aparecen los tiempos estimados. Estas señales me habían venido muy bien en Italia para ver cómo iba evolucionando la suma del tiempo transcurrido en carrera con lo que estimaban que faltaba para llegar al siguiente avituallamiento.
En cualquier caso, ya era casi todo bajada hasta La Fouly donde sabía que me esperaba la familia. Además, yendo sobre la hora prevista. La bajada resulto un bálsamo para los gemelos que habían trabajado toda la subida y, contrariamente a las ocasiones anteriores, bajaré al ritmo de los que me rodean. Entiendo que el cansancio empieza a hacer mella incluido a los que bajan mejor.

La Peule. Km. 104,96. 25:20:29

Tras pasar el control de La Peule, aún queda una pequeña loma antes de descender al valle de Ferret. Empieza a anochecer y, de nuevo la impaciencia me hace creer que llegaba a La Fouly antes de lo previsto. Las primeras casas junto al río correspondían a Ferret. El camino se torna llano entre el bosque que queda junto al cauce. En uno de los pasos sobre un tronco, el corredor que justo me precede pierde dos veces el equilibrio y decide ir por el barro. Con los bastones, desde luego, no me resultó complicado este paso.
El camino sigue sin perder altura y cruza un puente que salva el cauce casi seco de un torrente. Entonces sí, el sendero nos conduce a una pista junto al río donde ya se ven las casas de La Fouly. Se ha ido el sol y los que andamos -literalmente- por la zona apuramos a la llegada al avituallamiento para colocarnos el frontal. Es una pista forestal que en otras circunstancias correría alegremente. Un pequeño repecho donde se concentra un grupo de gente animando justo antes de llegar al asfalto que conducirá al avituallamiento. Ahí me espera la familia. La moral por las nubes, como el cansancio.

La Fouly. Km. 110,89. 26:39:12

Como algo. No demasiado. Empieza a costarme verdaderamente ingerir grandes cantidades de alimento. Me hidrato y salgo rápido para poder charlar un rato con los míos. Les digo que, si no hay un imprevisto importante, creo que podré gestionar el tiempo para pasar los cortes. La gran dificultad: la segunda noche. En esos momentos, tan bien acompañado, tienta la idea de quedarte con ellos. Que ya son más de 100 km para comentar y revivir experiencias.
La Fouly. Momentos con la familia.
Pero ese no es el plan y quedo en que, por la mañana, trataré de verlos en Vallorcine.
Me coloco el frontal y parto camino de la siguiente etapa: 15 km. Lourdes me acompaña hasta que la carrera se interna en un sendero que abandona el pueblo. Estimo que dentro de los 500 m de la zona establecida de acompañamiento. De nuevo un tramo para correr, y mucho. En otras circunstancias. Esta es la primera vez que camino solo en la carrera. No durará mucho porque en seguida se hace un grupo de media docena de participantes.
Estos primeros kilómetros son muy cómodos por caminos asfaltados y en ligera bajada. Aunque he perdido la referencia del reloj, supongo que habré dado un buen mordisco a este trayecto que conduce a Champex-Lac. El camino se ensancha en un giro brusco a la derecha en la Crete de Saleina. Jalonado por árboles que crecen de forma casi equidistante, me recuerda enormemente a uno de los tramos del Ultra Trail del Rincón.
La bajada ya mucho más pronunciada desde esta cresta llega a Praz de Fort donde ya es un poco tarde para que haya gente animando el paso de la carrera. Tan solo al llegar al puente sobre el río, hay algo de público. En la travesía por el pueblo me resultó curioso que los dos primeros coches que vi fueron un deportivo y uno de los más económicos del mercado. Vaya contraste en unos pocos metros. En la travesía también me sorprendió que dos corredores tomaron una calle equivocada – era un lugar que no tenía mayor dificultad- quizás por no ver las marcas por la noche. En cualquier caso, el grupo que íbamos justo detrás les advertimos del error.
La carrera continua en un terreno muy franco para coger velocidad y llegando a Issert consigo trotar un tramo para alcanzar la población lo antes posible. En Issert encontraré la casa con más enanitos que he visto en mi vida. Se sale de la localidad por el arcén de la carretera hasta comenzar la subida, ya sin tregua, hasta Champex-Lac.
La hilera de corredores era casi interminable y los tramos de fuertes repechos se sucedían. No era una subida muy larga, pero cometí un error de cálculo en el desnivel del que me daría cuenta mientras veía que el avituallamiento ni se asomaba. Un último tramo en zigzag donde volví a coger buen ritmo y que llegaba ya, por fin, a la parte baja de la estación. Pero aún quedaría otro tramo hasta desembocar por un sendero a la plaza justo antes de llegar al lago. ¡Qué larga se había hecho esta subida! Claramente era una cuestión moral, más que objetiva puesto que había habido varias ascensiones mucho más exigentes.

Champex-Lac. Km. 124,79. 30:14:29

Estoy verdaderamente cansado y necesito tumbarme un poco. Le pido a un chico de la organización a ver si puedo cargar el reloj, quien muy amablemente acepta. Es la excusa perfecta para descansar un rato. He llegado un poco tocado y uno de los médicos que está por allí me pregunta si estoy bien. Mi respuesta: que sólo necesito tumbarme un rato. Muy acertadamente me aconsejan hidratarme primero y luego echarme. Así lo hago. En la zona de camas hay bastante luz y se oye el ambiente de fondo de la gente animando a los que van llegando. No voy a conseguir dormir, pero las piernas sí se van a abstraer un rato del esfuerzo. Suena la alarma del móvil, me levanto y recojo el reloj. Beber y comer lo que puedo y a continuar.
La salida junto al lago, no sé de dónde sacaría fuerzas, pero comencé trotando. Quizás animando porque este primer tramo volvía a ser ligeramente descendente. Quizás porque, ciertamente, las piernas habían descansado.
Alcanzo Plan de L´Au con margen más que suficiente sobre la barrera horaria. Eso sí, la ascensión va a ser un alegato a la lentitud de movimientos. La densidad de corredores ha bajado considerablemente, pero aún se siguen viendo los frontales como iluminan intermitentemente el sendero que hay que seguir. Tras un tramo zigzagueante, se rodea una loma trazando un amplio giro hacia la izquierda en donde la ascensión culminará si control de paso. Antes de coronar, me paro para cambiar las pilas del frontal. Lo debo hacer mal y, como la cabeza no está muy ágil, decido ponerme el segundo frontal directamente sin invertir más tiempo en que ha ocurrido con el principal. Así que inicio la bajada encontrándome casi de forma inmediata con el control de La Giete.

La Giete. Km. 136,57. 34:17:37

La bajada transcurre sin imprevistos. Con unas vistas impresionantes de Martigny. La ciudad duerme junto al Ródano. Llega al Col de la Forclaz. Durante la carrera no me percaté al ser de noche, pero ya había pasado por aquí en coche. El descenso se hace mucho más pronunciado hasta que se cruza la carretera por un puente para evitar el paso al mismo nivel. Trient ya aparece en el fondo del valle. De nuevo, el camino gana pendiente y los cuádriceps vuelven a sufrir. Las luces de Trient dan la bienvenida a los que llegamos en las últimas horas de la segunda noche.

Trient. Km. 141,47. 35:30:45

De nuevo, lo primero que hago es parar en la estación de Garmin para cargar el reloj. Lo segundo, preguntar dónde es el sitio para dormir. ¡Cuál sería el cansancio que no me di cuenta del color tan característico de la iglesia de Trient! Y eso que dormí justo enfrente. Media hora de descanso en una zona habilitada mucho más adecuada para conciliar el sueño que la de Champex. Y, así fue, creo que conseguí dormir 10 o 15 minutos. Se me iba a ir la hora allí, pero estaba tranquilo. Había decido que ya no quería volverme a poner el frontal y por unos minutos, prefería descansar. Así que sobre las 6:30 de la mañana me pongo en marcha para afrontar el último día de carrera.
De nuevo, la salida desde el avituallamiento tiene un primer kilómetro para engrasar las piernas antes de la última larga subida de la carrera tras la cancelación del ascenso a Tete aux Vents. Subida suspendida por motivos, desafortunadamente, trágicos.
Se abandona el valle por un sendero a mano derecha que marcha por la ladera ganando altura con celeridad. El amanecer ya se ha echado encima y las primeras luces del día presentan el cielo más despejado de todo el fin de semana. Son apenas 4 kilómetros de subida, pero las piernas pesan. Sorprendentemente, el control de Les Tseppes – con un pequeño avituallamiento líquido incluido – llega antes de lo que tenía en mente. La sorpresa se tornó en lógica cuando aún quedaban medio centenar de metros para ganar la altura necesaria antes del inicio del descenso a Vallorcine.

Les Tseppes. Km. 145,19. 37:49:03

Apenas paro un momento para dar un trago y continuar lo poco que queda de ascensión.
El descenso lo comienzo con un buen ritmo que me da mucho ánimo, también disfruto de la bajada que no es muy pronunciada y el sendero con giros cerrados, pero sin ser muy técnico, me resulta de lo más entretenido. Alterna las zonas más abiertas con pasos por gargantas más estrechas. Siempre buscando una referencia conocida para saber la distancia a Vallorcine. Tras una corta y más pronunciada bajada llego a un telecabina donde se prosigue por una pista ancha. Tengo que trotar como sea, cambiar la musculatura de las piernas y, de paso, mantener el margen que me da tranquilidad sobre las barreras horarias. Me obligo a no aflojar hasta que el trazado de la carrera abandone la pista. Mientras, y quizás de ahí mi obstinación, veo señales que indican a Vallorcine más de 1 hora a pie. Mis cálculos se verían comprometidos si tardo ese tiempo hasta el control.
Con un brusco giro a la derecha, la carrera abandona la pedregosa pista forestal para adentrarse en el arbolado por un sendero que exige mucha más concentración y aflojar el ritmo de bajada. Ya estoy en las inmediaciones del pueblo. Una vez desemboco en el asfalto y cruzo un puente, paso junto al alojamiento donde estaba la familia. Lourdes me acompaña al avituallamiento como asistencia. Que, una vez más, encuentro abarrotado y con apenas sitio para sentarse.
Vallorcine. Km. 152,43. 39:28:14
“La carrera ya la tengo en mis manos” le comento mientras me acerca algo de beber. De todas formas, no me puedo entretener mucho. Unos 20 minutos estaré allí. También saco un par de minutos para compartir impresiones con mi madre que esperaba fuera. Mi padre ya me trasmitió ánimos desde el balcón porque los más pequeños aún no habían amanecido.
Me despido de la familia y les cito en meta. Ya después de comer imagino, pero en meta. La carrera sube suavemente hacia el Col de Montets. Es una subida sencilla por un sendero de fácil recorrido. Quizás la moral haga describirlo exageradamente simple, pero desde luego no tiene nada que ver con lo salvado.
Como en tantas otras ocasiones, un buen número de acompañantes se agolpa en los últimos metros antes del coronar. Hay unos cuantos españoles. Recibo ánimos que se agradecen una barbaridad en este momento de la carrera. Tras el puerto ahora no habrá que ascender, sino que junto a la carretera un estrecho sendero desciende hasta Tré Le Champs.

Tré Le Champs. Km. 156,96. 40:44:22

El perfil daba a entender que esta última parte de la carrera iba a ser mucho más sencilla que la ascensión a Tete aux Vents, a pesar de acumular prácticamente el mismo desnivel. Nada más lejos de la realidad. Tras cruzar la carretera que baja a Chamonix y pasar al lado derecho, el sendero se interna en el bosque convirtiéndose en una suerte de carrera de obstáculos donde piedras y raíces truncaban el avance en cuanto pretendía alargar la zancada. Es una auténtica emboscada. Un tramo muy concreto me recuerda a La Pedriza. No es el mejor sitio para hacer un Trail comiendo los kilómetros rápidamente. La cabeza en seguida va echando cuentas y sé que no debería estar mucho rato con este avance tan pesado. Tampoco es que vaya más atrancado que los que me rodean, pero el tiempo ahora corre más que mis piernas.
Dejando atrás esta zona, aún queda la última subida a La Flégére. El sol ya empieza a apretar y el calor resulta inédito para este finde de semana. Aún con las reminiscencias del frío y la lluvia soportados, me quito la chaqueta para quedarme en marga corta durante el resto del ascenso.
Pasamos por un chalé de montaña donde la gente regala sus ánimos disfrutando de sus bebidas bajo la sombrilla de la terraza. Casi no hay fuerzas para devolverles un leve agradecimiento por el gesto. El calor sigue apretando y parte de los que me adelantaron se paran para quitarse ropa que les sobraba. Oigo alguna petición de respuesta sobre lo que aún nos quedaba por subir. Y lo que quedaba reservaba lo peor para el final.
El último tramo de ascensión abandona la fresca sombra del arbolado para continuar el trazado de una de las pistas de esquí. Bajo un sofocante calor que, en mis circunstancias, lo podría comparar al del desierto, se atisba en la parte superior el edificio del telecabina de La Flégére. Ya me había quedado sin agua. Y, fallo mío, no me había puesto la gorra. Para este último kilómetro, me empecino en que ya no me la pondré. Comparto impresiones con otro corredor español que coincidimos en esos últimos metros. Él, muy amablemente, me ofrece agua al ser conocedor de mis circunstancias. Se lo agradezco, pero quedando un par de centenar de metros, me hidrato en el avituallamiento. Ha sido el último repecho de la carrera.

La Flégére. Km. 163,34. 42:58:35

Bebo, me siento, me tomo un minuto de relax. Sólo queda bajar. Solamente. Con mis cuádriceps que no dan para más. No voy a arriesgar en la bajada. No merece absolutamente de ninguna manera que por recortar un cuarto de hora ponga en juego la carrera.
Con mis reflexiones y pensamientos puestos en orden empieza el descenso por una pista forestal de servicio tan inclinada que apenas puedo lanzar las piernas para dejarme caer. Descendiendo a un ritmo muy prudente y tranquilo, voy perdiendo posiciones como el que vuelca un reloj de arena. Persevero en la tentación de no tratar de seguir a nadie. No sé si ni siquiera podría, pero el cansancio juega en mi contra en este partido. La pista forestal en la que ya había podido trotar algo se deja con un cerradísimo giro a la izquierda para entrar en un sendero zigzagueante y mucho más técnico. Me siguen pasando participantes y la excepción la confirman un par de corredores que van incluso más agarrotados (o agotados) que yo.
Las casas del valle de Chamonix se van viendo cada vez con más detalle y en la parte final del descenso se vuelve a retomar un camino ancho en el que vuelvo a trotar y que conduce, por fin, a las casas de la parte alta de Chamonix.
Se salva una carretera por una pasarela metálica construida específicamente para la semana del UTMB y se adentra en la ciudad por el paseo de ribera hasta callejear por el centro.
Mi familia me está esperando unos trescientos metros antes de la meta. Los más pequeños salen corriendo en mi busca. La emoción es inmensa. Culminar una carrera así en compañía de quien más quieres. Y el gran regalo final es que los niños se animaron a correr conmigo esos últimos metros y cruzar la meta del UTMB.

Gracias por todo tu apoyo.
Gracias, Lourdes, por cruzar también esta meta conmigo y grabar ese video que recoge toda esa emoción del momento.

Chamonix. Km. 170,12. 44:56:22

Finisher del UTMB. Celebrado a lo grande.

Finisher del UTMB. Meta inalcanzable hace 4 años cuando sólo soñaba con este momento.

domingo, 15 de julio de 2018

CRÓNICA DE LA RONDA DELS CIMS 2018


Ordino. 5 de la mañana.
Nos levantamos para ponernos en marcha para el gran reto que se nos viene encima. 170 km y 13.500 m D+.

Gran ambiente en la salida con batucada y todo. Pasamos al redil de los participantes. Tengo suerte con el control de material porque me piden el silbato y no tengo que desordenar nada en la mochila. Jose Torralba (Torry) que nos ha acercado a la salida nos hace alguna foto que refleja esas sonrisas nerviosas antes del comienzo.
Salida en Ordino

A las 7 de la mañana dan el pistoletazo de salida. Atravesamos el arco en la parte trasera del grupo trotando tranquilamente cuando Jose Juan (Pati) dice que se le ha caído la chuleta de la alimentación. Vuelve a buscarla hacia la salida mientras que Paco y yo seguimos andando por Ordino hasta que cerramos la carrera con el coche de policía detrás. Pati nos alcanza y se va con un buen ritmo hacia adelante mientras que nosotros a nuestro paso nos acercamos a la cola del grupo en el primer repecho duro. En estos primeros metros coincidimos con Iván. Andorrano con experiencia en la Ronda que nos recuerda lo larga que es y que todo lo que economices te puede otorgar más opciones de terminar. Seguimos cerrando carrera hasta la llegada del primer repecho en senda donde encontramos al grupo un poco atascado.

Jose Juan ya había tirado para arriba e Iván, junto a su compañero, iban ganando posiciones entre la hilera de corredores. Paco y yo subíamos tranquilos. Él siempre diciéndome que amarrase los caballos. “Con desgana, sube con desgana”, literalmente me recordaba. Y es que el ritmo que podíamos llevar era mucho más alto que este. Me llama la atención ver un corredor con la bandera – creo distinguir- de Singapur. La subida por el pinar es larga, con algún repecho duro, pero con un ritmo muy llevadero estando embebido en el grupo.
Senda de camino a la Collada Ferreroles


Paradas de distinta naturaleza – fotográficas y fisiológicas – hacen que deje a Paco un poco más abajo y voy adelantando a ver si veo a Pati o Iván que sería buena referencia. La casualidad quiere que en un tramo de zigzags los vea a los dos juntos medio centenar de metros más arriba. Le pego una voz a Pati para que supiera de mi presencia, a lo que el me responde dándose por enterado. ¿Pensarán los japoneses que estamos asalvajados? 😉 El caso es que, llegando a su altura, busco entre la hilera de corredores que asciende a Paco que viene a un par de minutos.

Encarando la suave bajada del segundo descanso de la ascensión, Jose Juan mantiene una conversación con otro corredor en la que le comenta de cachondeo que esa tos es del tabaco. A mí se me escapa una carcajada porque ha ido a dar justo con el único ultramaratoniano que debe fumar. Pati, tienes que dejar eso ya. El otro alucinaba, incluso se pensaría que era vacile.

Abandonamos la arboleda para salir a la última parte abierta de la ascensión. El sol ya ha alcanzado altura y la crema se hace indispensable. Paramos los tres, aunque uno de nosotros se va al pinar. Antes de ponernos de nuevo en marcha, mis dos compañeros me hacen un posado de exaltación de la amistad. Me escacharro de la risa. ¡Vamos! Que llevamos 10 km y seguimos entre los 15/20 últimos. En el ascenso ahora ya hay mucho más espacio y el grupo se ha ido separando. Pati tira a un buen ritmo y nos saca unos metros. Vamos adelantando a algunos de los que nos habían pasado en la última parada. Entre ellos, a un corredor mexicano.
Dos cracks: Paco y Jose Juan
La collada Ferreroles ya se muestra en detalle con su afloramiento de pizarra característico, sin praderas que la recubran. Primera ascensión de carrera hecha sin gastar demasiado. Salvados los primeros 1400-1500 m de desnivel. 
El trazado por la collada es de los que menos me gustan. Sendero a media ladera con algo de arenilla y piedra suelta. De esos que pisas mal y que dicen aquello de “Se va la cabra se va por el barranquillo”.

Disfrutando del paisaje
Tras coronar, primera bajada al valle de Sorteny pasando por los primeros lagos que salpican el recorrido. De cuando en cuando echamos la vista atrás para ver de dónde venimos. En un terreno que resulta algo más cómodo empiezo a trotar situándome entre Pati y Paco. Sigue habiendo un reguero de corredores, pero estamos ya bastante más separados que en el tramo más duro del ascenso. A estas alturas el GPS en modo ultratrac ya marca bastante más de lo que realmente llevo. El descenso ya cerca del avituallamiento cruza un puente donde hay un fotógrafo y giramos a la izquierda. Sigo detrás de una pareja de franceses sobre los que más o menos mantengo la distancia. La senda termina en una pista forestal con marcas de la carrera que continua el descenso. Se me hace largo encontrar el refugio. En el descenso, tras pasar un jardín botánico, la senda abandona la pista y baja por un tramo escalonado hasta que la vuelve a retomar. Ya pedí de vista a la pareja que me precedía. Cuando las marcas vuelven a tomar una senda que abandona la pista llega el horror. ¡Encuentro una señal que indica Refugio de Sorteny (45 min) en sentido contrario! Me había salido del recorrido. Estaba siguiendo las marcas de la parte final de la carrera (km 160 o así, se pasa dos veces por Sorteny). Ante el estupor, incredulidad y el sentir ridículo, comencé a trotar cuesta arriba por la pista forestal volviendo a pasar por el jardín botánico y la barrera que limitaba el acceso de vehículos. La gente a la que preguntaba me confirmaba la dirección correcta mientras seguía dándole vueltas al tremendo – craso- error de haber seguido a unos corredores y no haber estado pendiente de las marcas. Llego a Sorteny en 5:30 horas.
Imágenes de la subida a Ferreroles

Km 21. Refugio Sorteny. 05:28:08

Unos 25/30 minutos después de lo que lo hubiera hecho sin perderme y con el calentón de subir corriendo por la pista. Allí los voluntarios me dicen que los chicos han ido subiendo despacio para ver si podía llegar a ellos. Como, reposo un momento y salgo… ¡por el lado equivocado! “Eh, que es por ahí arriba. Centra la cabeza”. Tenía razón.

Por aquí se subía al refugio
Había que reconducir la situación del estado de nervios. Una vez en el camino correcto alcanzo a una japonesa que acababa de salir y la adelanto antes de terminar la primera loma. Tras el primer descenso intrincado entre los árboles, el valle se abre en curva hacia la izquierda dejando intuir el ascenso a la collada Rialp.

Bellísima subida a la Collada Rialp




Aunque sea en la distancia, ya alcanzo a ver a una terna de corredores. El primero de ellos el mexicano con el que seguiré coincidiendo en varias ocasiones y al que le comento mi incidente. Se hace larga la subida, aunque viene servida con la motivación de ir alcanzando corredores y del disfrute del paisaje jalonado por cascadas vestidas aún de primavera. En el collado unas magníficas vistas que se pierden en el horizonte. Además, el camino de descenso es arenoso y zigzagueante que deja correr y pasártelo como un crío. Previamente, el voluntario que controlaba los dorsales me dice que Paco había pasado como hace unos 20 minutos. 
Vista desde la Collada Rialp
No estaban tan lejos entonces.
En el tramo final de la bajada pacían relativamente tranquilos un grupo de caballos, casi llegando a la penúltima vaguada antes de Arcalís. Converso un minuto con un voluntario, antes de afrontar la subida a pleno sol a un lago que precede un tramo bastante llano, según me indica. La subida se me atraganta un poco, de hecho, veo a un corredor parado en la parte final. Cuando llego a pie de lago, me siento un momento a recuperar un poco de aire. Aún sigo acelerado por saber qué tiempo llevo perdido con Jose Juan y Paco. En la última parte antes de llegar a Arcalís, de nuevo, supero a tres o cuatro corredores, entre ellos Matsumoto. Corredor japonés disfrazado y bautizado así por Paco. Ya llegando al restaurante veo que están los dos en el avituallamiento. ¡Qué alivio!
Caballos. Al fondo Coma Arcalís

Km 31. Coma Arcalís 9:09:09

Aunque ya llevaban un rato y se puede decir que se marchaban, verlos suponía situarnos a los tres en carrera. Mientras repongo fuerzas en el avituallamiento, los veo alejarse ascendiendo por las pistas de Arcalís. Casi un cuarto de hora después me pongo en marcha despidiéndome de los acompañantes del corredor mexicano y de él mismo, que acaba de sentarse.

El ascenso por las pistas es claro, y después de todo lo pasado, me veo mucho más animado, así que con buena marcha veo que tengo mejor ritmo que los participantes que me preceden. Dejamos a mano izquierda un túnel que conduce a Francia. Inundado, ahora se encuentra cerrado al público. La subida abandona las pistas y asciende por canchales de pizarra hasta alcanzar la brecha de Arcalís. Ya tengo a la vista a mis compañeros de aventura. A algo más de un centenar de metros. Pati me pega una voz dirigida al fondo del valle. Con la marcha que llevo, no puedo contestarle y que me oiga, hasta que dirige su mirada hacia la derecha y su cara se vuelve de sorpresa. Ya estaba con ellos.
En la bajada y sucesiva ascensión al Clot Cavall, los tres marchamos juntos. Y en el descenso del Clot Cavall camino de un lago situado en un bellísimo enclave ocurre una de las anécdotas más divertida de la carrera: hay que descender por un nevero en el que había una cuerda. Como yo no soy demasiado habilidoso ni el nevero es suficientemente largo como para ponerme los crampones, decido sentarme, soltar la cuerda y deslizarme como si fuera un tobogán. Un montículo de nieve acumulada en la parte inferior hace que la frenada no tenga ningún peligro.
Vistas desde la Brecha de Arcalís

La senda gira hacia la derecha camino del refugio de Pla de Estany. La última dificultad es cruzar uno de los arroyos sin calarse demasiado los pies. En el refugio Pati y yo creamos tendencia con el Nesquik, allí, de repente, a todo el mundo le pareció buena idea.









Km 44. Refugio Pla del Estany. 12:55:44

Alto en el camino a Pla del Estany
Atardece y hay que encarar la subida más dura de la prueba. 900 m de desnivel el apenas 2 km. Desde luego, vamos alarmantemente por detrás en nuestras previsiones de paso. La subida se hace dura, larga… eterna. Casi empleamos una hora para llegar al collado que conduce a la cresta. Se nos ha hecho bola. En realidad, imagino que a todos los que íbamos a estas horas por este punto de la carrera. Nos colocamos los frontales en el collado para ascender a la cima. A unos 2700 m se nota que las pulsaciones se aceleran. En la cumbre del Comapedrosa a 2980 metros y ya de noche aparecen las luces de las poblaciones en el fondo de los valles. Unas fotos a la cima, un momento de reposo junto al fuego que ya eran brasas y comienzo del descenso al refugio de Comapedrosa.

Km 47. Pico de Comapedrosa 15:21:36

Cima del Comapedrosa. Llegamos ya de noche.


Me adelanto algo a mis compañeros, quiero emprender el descenso tranquilo en la noche que acababa de despertar. A mitad de bajada en otro nevero paro a ponerme los crampones, aunque cuando me alcanza Jose Juan resulta que se puede esquivar. Ya no me los quito, aún queda otro con cuerda y sobre el que nos han avisado: si caes por la ladera, acabas en un lago. No resultó tan complicado como lo pintaban, con lo que una vez rebasado buscamos el refugio de Comapedrosa.

Km 50. Refugio de Comapedrosa 16:45:59

En el refugio de Comapedrosa le pido a una voluntaria de la cruz roja - con sutileza y quizás también con poco tacto - el asiento con respaldo que ocupaba en un banco. Le agradezco enormemente que me cediera el sitio y aprovecho para descansar con las piernas estiradas durante unos cinco minutos. Esta voluntaria había previamente trabajado su jornada levantándose como nosotros a las 5 de la mañana. La subida al techo de Andorra ha sido dura tanto física como mentalmente puesto que nuestras previsiones de tiempo han resultado descaradamente optimistas frente a lo que nos enseña la realidad. Sea por esto, o porque en esta primera mitad ya no quedan subidas tan largas, decido ponerme en marcha tranquilamente, comentando a Paco y Jose Juan que ya me cogerán de camino al Coll de la Botella. La subida a la Portella Sanfons arranca del refugio como si fuera un aeropuerto. Las sucesivas balizas colocadas en líneas paralelas asemejan el camino a la pista de un aeródromo. Veo a algún corredor delante – creo recordar que japonés- y le voy siguiendo recortándole distancia poco a poco hasta que se toma un descanso y le adelanto. Ya vuelvo a la dinámica habitual: motivado por llevar buen ritmo y no siendo el terreno tan técnico, veo que puedo alcanzar el siguiente avituallamiento en un tiempo razonable. Tras coronar la Portella, breve descenso hasta una vaguada donde un voluntario nos indica el camino a seguir hasta el Port de Cabús. Desde aquí se observan las instalaciones del Coll de la Botella con una impresionante media luna roja asomando por el horizonte. Comienza un descenso intercalando tramos más tendidos y otros más pronunciados hasta llegar a un control en una carretera donde me parece observar que la voluntaria puede resguardarse del frío en una autocaravana. Poco antes, había calibrado la cámara de un fotógrafo que esperaba a los primeros de la Mitic siendo yo su primer corredor capturado.

La bajada continua por el fondo del valle dejando la carretera a la izquierda. El coll queda enfrente algo escorado a la derecha. Todo lo que se baje habrá que volverlo a subir. Un nevero casi me sorprende en la noche tras poner el primer pie y deslizarme con ese primer paso. El descenso lo continuo a un ritmo aceptable para lo que llevo de carrera, hasta que junto al camino hay un caballo dándome la parte de la espalda que pierde su nombre y en el momento en el que voy a pasar me dedica una serenata eterna con aroma incluido. La carcajada y el tufo que satura mi olfato se mezclan a partes iguales.

Voy solo. Adelante ningún frontal, quizás alguna luz me parezca intuir. Atrás, nadie. Atravieso un corral lleno de vacas a las que voy avisando de mi presencia para que no se sorprendan. En esta zona el marcaje estaba peor. Quizás los animales lo hayan pisado. Hay que echar la vista lejos para buscar el reflejo de alguna banderola. Se me va haciendo larga la bajada y en uno de los tramos más inclinados, aunque corto, el primer corredor de la Mitic me adelanta. Cuando llego al río que hay que vadear para iniciar la subida al avituallamiento, ya le había perdido.

Ascensión por las pistas de esquí. No es muy larga, pero se hace dura. La tripa empieza a molestar un poco, sin embargo, la parada que hago a menos de un kilómetro de las luces no tiene el resultado esperado. Ahora dándome la vuelta ya veo una serie de luces. Imagino que ahí vendrán Jose Juan y Paco y unos cuantos corredores del Mitic. Aprieto en el último tramo, a ver si me puedo tumbar algo antes de que vengan los compañeros. 3:05 de la mañana y hay ambiente de pub en el Coll de la Botella.

Km 60. Coll de la Botella. 20:05:56

Aviso a los de control, me voy a echar un rato. Entre que cargo el reloj y dejo trastos, se quedan en 10 minutos los que paro tumbado en la camilla. Los tres reunidos ya en el avituallamiento constatamos que vamos justos de tiempo, que esta carrera no es comparable a lo vivido en otras. Jose Juan no se encuentra muy bien, tiene molestias en los pies. Le hacen dudar. Paco nos recuerda lo rápido que marcha el reloj estando aquí parado. Hablamos. Decidimos. Paco y yo salimos. Jose Juan se lo va a pensar. Lo intentó, pero tuvo que volverse para definitivamente abandonar. Una pena porque había entrenado muy bien.

Salimos del Coll de la Botella por una pista forestal ondulada entre un pinar. Descanso a nivel técnico que Paco y yo aprovechamos para conversar. Vamos cediendo el paso a los corredores del Mitic que van llegando. El ritmo se acelera y es más constate que el atrancado paso que desarrollábamos en subidas anteriores. Las primeras estrellas del oriente van desapareciendo con las primeras luces del amanecer, aún hay que llevar el frontal, pero ya sabemos que llegaremos al Bony de la Pica de día. Casi mejor porque a Paco le tuve que dejar mi segundo frontal y el mío se había quedado en modo emergencia desde hacía casi una hora. Después de una breve subida llegamos a la cresta que con otro empujón culmina en el control del Bony de la Pica.

Km 66. Bony de la Pica. 22:47:21

Ya llevaba un buen rato barruntando cómo sería la bajada de Margineda, sobre la que tanto me habían hablado. Guardo los bastones y a paso muy lento inicio el descenso. En este torpe avanzar uno de los corredores que me adelanta me saluda. Torry, nuestro compañero de viaje que corre la Mitic y que terminará haciendo un carrerón.

Los primeros metros del descenso se van consumiendo expectante a lo que pueda venir. Paco, que se había adelantado unos metros, me espera justo antes de encarar una canal a mano izquierda donde la pendiente se vuelve mucho más vertical. Aquí estamos con los primeros rayos de sol poniendo a prueba cuádriceps y meniscos con los escalones que vamos bajando. La senda en ocasiones zigzaguea permitiendo cierto descanso muscular. En este momento, y con cierto aire de capricho del destino, de llamada al mal augurio por mis miedos creados por el relato recibido sobre este descenso o simplemente por la casualidad, escucho las llamadas de atención por parte de dos corredores franceses que venían justo detrás de nosotros. ¡Atención, atención! Cuando me vuelvo, una roca casi del tamaño de una sandía viene rodando ladera abajo. Realmente no tengo tiempo de reacción y girar la cabeza hacia un lado fue un acto reflejo más que un remedio para evitar daños. La fortuna quiso que la piedra continuara avanzando ladera abajo a unos 4 o 5 metros de donde yo me encontraba. Si la adrenalina ya estaba alta, ahora se había salido de rango. Poco después afrontamos la parte más difícil de la bajada: la de las cadenas. Por suerte, Paco y yo nos pudimos organizar dejándonos espacio para sujetarnos cada uno a un segmento sin molestarnos con tirones y el consiguiente riesgo de desestabilización y caída. Tras pasar la zona delicada, el descenso prosigue hasta llegar a la aldea de Aixás donde hay un nuevo control.

Un corto tramo llano y una pequeña subida para afrontar la bajada definitiva a Margineda. Vamos justos de tiempo. El reloj se nos echa encima. Se ven las primeras edificaciones, pero aún quedan numerosas curvas que salvar. Le comento a Paco si nos dejarán salir después de las 9 de la mañana. Pensamos que sí, que lo importante es entrar antes. Dejamos el sendero para ascender hacia el polideportivo por el asfalto. 8:15 de la mañana.

Km 73. Margineda. 25:17:52.

Nos dicen en el control que hay que abandonar el polideportivo antes de las 9. Moralmente esto me hunde. En el plan estaba ducharse, dormir unos minutos, comer y reposar otros 5 antes de salir. “Paco, no sigo. Aquí me quedo”. Paro el reloj. Estoy fuera de carrera. Y así hubiera sido si no es por mi compañero. Me dice que me tumbe en la colchoneta 5/10 minutos mientras que él se ducha y luego vemos. Antes de que se marche al vestuario le digo que ok, que para adelante. Hasta donde lleguemos en tiempo. A esto hemos venido, ¿no? Dos minutos fue lo que tuve el Garmin parado. Gracias, Paco, por esos ánimos en un momento crítico. Me quedo en duermevela antes de que regrese. Me ducho. Van avisando que quedan 20 minutos para los corredores de la Ronda. El tiempo apremia y mi compañero me ayuda con la alimentación haciéndome servicio de catering. No tuve opción de arreglarme un poco los pies que, hasta ahora, van estupendamente, también debido a un par de calcetines que previamente me había dejado Paco después de calarme los pies y que yo le devolvía ahora en menudo estado para que los dejara en su bolsa. 8:59 fichamos de salida en el control para continuar y ver lo que nos deparará esta carrera.

Dejamos el polideportivo, acompañados por un grupo de personas… ¡los escobas! Charlamos un rato con ellos e incluso les pedimos que nos hagan alguna foto en el paso del río antes de iniciar la subida a Costa Seda. Tentadora es la posibilidad de quedarnos con ellos cuando nos dicen que llevan butifarra. Antes de salir de Margineda ya habíamos adelantado a un corredor y vimos a otro en sentido contrario que volvía para retirarse. Andorra ya se ha despertado y nosotros apenas hemos tenido las piernas en horizontal. Estamos cansados, los objetivos marcados son cortos y cercanos, pero el tiempo avanza imperturbable recordándonos que no nos va a sobrar. El ascenso por la ladera de umbría nos da una tregua con los rayos de sol matutinos. Parece que hemos sacado algo de hueco con los que cierran la carrera e incluso adelantamos a otro par de corredores en la subida. Ya internados en el pinar nos juntamos con un portugués que se conoce la subida y nos cuenta que tiene 28 curvas desde el repecho que tenemos justo delante y que gira a la izquierda. No estoy como para contarlas, pero sí para darme cuenta de que están separadas. Esto va a ser largo. Paco y yo seguimos manteniendo bien la cabeza – tras mi momento crítico en Margineda – con la filosofía del hasta que nos echen. El arbolado va llegando a su fin y los rayos se cuelan haciendo más intenso el calor. Nuestro guía hace media docena de curvas que nos dice que esa era la última. Flaco favor que nos hizo hasta llegar a la zona despejada donde está el collado. Se me ha hecho dura y le comento a Paco que quiero sentarme 5 minutos a la sombra. Reponemos fuerzas perdiendo alguna posición, entre los que nos adelantan un corredor que ya conoce la Ronda y nos advirtió en el camino de subida que llegaríamos fuera de control a Pas de la Casa. Eso no nos iba a hacer dejar de luchar. 

Cascada en Llumaneres
La bajada a Coma Bella es una bendición: pendiente no muy inclinada y ¡hasta un tramo de carretera llano! Pasamos Llumaneres al trote y en el desvío que deja la carretera atrás, disfrutamos de una refrescante cascada en la que aprovechamos para mojarnos la cabeza y rellenar agua ya que el tramo que prosigue parece bastante soleado. De hecho, tras pasar un tramo de senda estrecho, la carrera llega a un tramo de descenso por una pista forestal zigzagueando entre campos de cultivo y huertos. ¡Quién tuviera fuerzas para correr alegremente por aquí! Buscando deshacernos del calor hasta esperamos a que uno de los aspersores que mojan el camino nos refrigere. Aún vamos bien de tiempo, convencidos que la parte alta de la localidad que alcanzamos – Aixirivall- es donde está el Hotel Coma Bella. Nada más lejos de la realidad, bueno, la realidad se encuentra a 3 o 4 kilómetros. Eso supondría casi una hora con lo que el tiempo que pensábamos que estábamos ganando se evapora. De nuevo en una zona boscosa y sin referencias, las ondulaciones del terreno se vuelven desesperantes. Aprieto un poco el paso tirando de Paco y alcanzamos al corredor mexicano con el que hemos ido cerca toda la carrera. La ansiedad aumenta, aún no se ve ninguna carretera. Les he dejado unos metros atrás. Un último repecho y la senda llega a unas casas. “¡Ya está aquí la carretera!”- les grito monte abajo dándoles una esperanza equivocada. Entre las casas sigue discurriendo una senda y no es hasta cientos de metros más allá cuando el asfalto hace acto de presencia. ¿Y el avituallamiento? La carretera plana deja intuir su trazado durante medio kilómetro. El tiempo corre. Ya es la 1 de la tarde. 30 horas de carrera. Necesito respuestas. Pregunto. Una pareja que paseaba me dice que aún queda un kilómetro. ¿Un kilómetro? Me imagino la cara de incredulidad y asombro que le puse. Aprieto los dientes, el siguiente objetivo lo tenemos ahí. Diez minutos después llego al Hotel Coma Bella.

Km 86. Hotel Coma Bella. 30:10:27

Allí nos juntamos con el mexicano y Lawrence, un irlandés con el que ya habíamos mantenido conversación. Serán nuestros compañeros – metro arriba, metro abajo – de la siguiente parte de la carrera.

El sueño presiona cada vez más y decidimos que hay que tumbarse 10 minutos en las camillas, avituallarse y salir. Esta vez no había ganas de Nesquik con mojicones. Unos pedazos de sandía era lo que mejor me entraba.

Con filosofía y analizando el perfil afrontamos la subida más larga que queda en la carrera: el Pic Negre. 1200 metros de desnivel que en unos 10 kilómetros parecen más llevaderos que otras subidas anteriores. Nos organizamos para llevar el GPS con la información de velocidad y de desnivel positivo acumulado para hacernos una idea de lo que nos queda. La primera parte de la subida contrariamente a lo esperado es relativamente sombreada. Hacemos una parada porque el reloj se ha quedado sin batería. Paco me deja una de las suyas y él también aprovecha para cargar su reloj. El mío no termina de iniciar y el mosqueo va en aumento. Aprovecho para darme crema y, por fin, el GPS revive y puedo continuar registrando la actividad. Mexicano e irlandés nos han adelantado en este paréntesis. Resuelto el problema técnico, volvemos a coger ritmo. Llegamos a Naturlandia a 2000 m de altura y seguimos el ascenso por una pista forestal. El cielo se va nublando dando el calor una tregua. La arboleda desaparece y el camino de ascenso se deja ver como una pared. En verdad, la primera parte por la pradera resulta más tendida de lo que parecía. En el último tramo de subida dejando atrás Naturlandia, me paro junto a un árbol que se había parado el mexicano. Paco y Lawrence llegan al momento. Iremos los cuatro más o menos cerca y aparecemos en Roca de Pimes. Avituallamiento ligero situado en el km 93.

Cresta del Pic Negre
Atrás han quedado los engaños de la vista al cerebro haciéndome querer ver lo que no existe en la realidad: unas mesas de merendero cuando lo que más anhelas es sentarte. Me tuve que conformar con un tocón. Tras la breve para en Roca de Pimes reanudo la marcha a bastante buen ritmo, recortando poco a poco la distancia que nos habían sacado nuestros ya compañeros de carrera. La pendiente es más suave de lo que veíamos desde abajo y nos anima. Con la pista ancha y sin dificultad técnica, nos permitimos dar algún paso con los ojos cerrados. Luego me confesará Paco que habría andado dormido. Me recuerda a La Larga Marcha de Stephen King. El cielo hace rato que se ha nublado y en la lejanía se empieza a oír tronar. Al menos, nos hemos librado del calor en esta parte de la subida tan abierta. Un último repecho duro que ataja el trazado de la pista forestal y llega a la cuerda del Pic Negre. No veo la cima, pero el terreno es prácticamente llano. El viento sopla fuerte, hemos tenido suerte en toda la subida con el viento de espaldas. Espero tranquilamente a Paco mientras que me pongo el chubasquero. Aprovecho para sacar algunas fotos. La tormenta se oye más cerca.

El terreno cambia de la arena de la pista forestal a la pizarra del Pic Negre. Un par de vehículos todoterreno esperan en el control. Pasamos los cuatro juntos. Paco y yo habíamos comentado tratar de trotar en esta bajada antes de afrontar la subida que precede al refugio de Claror. Las piernas están cansadas, pero alargamos la zancada aumentando el ritmo. No llevamos ni cinco minutos cuando nos percatamos de que ahora sí, tenemos la tormenta encima. Al tronar se le unen las primeras bolas de granizo que impactan sobre nosotros. La intensidad aumenta. La naturaleza nos obliga a volver a andar. ¡Justo en el terreno en el que habíamos pensado en recortar algo de tiempo con respecto al fuera de control! Agachamos la cabeza. El viento lateral obliga a no poder levantar mucho la mirada a riesgo de ser blanco de una de las piedras heladas que caían del gris oscuro que tenía el cielo. El chubasquero para la mochila finalmente lo uso a modo de toldo sujetado por los brazos. Pica el pedrisco que cae sobre éstos, la cabeza o la pequeña parte descubierta entre el pantalón y las pantorrilleras. Sorprendentemente, no tenía frío. Entiendo que debido a esa mezcla de asombro y reparo en verme envuelto y a merced de la naturaleza. Resulta increíble haber vivido esos momentos.


La tormenta se nos echaba encima
Hay que salir de ahí, pero me quedaría contemplando esa fuerza que no podemos dominar durante el tiempo que durase. Al menos, no se oyen truenos muy cerca. Es más, los dos comentamos más adelante que en estos momentos habíamos pensado en resguardarnos en alguna roca que nos protegiera del viento lateral y del granizo, pero lo que encontrábamos era una pradera herbácea y rocosa donde nada sobresalía más de medio metro del suelo. La tormenta va amainando y nos deja el suelo como un parque de bolas de los niños, aunque aquí todas son blancas y heladas. Hubo momentos en los que parecía que te las tiraban a puñados y te golpeaban tres o cuatro simultáneamente en la misma parte del cuerpo. La tormenta ha aflojado. Ha parado totalmente al llegar a una cruz blanca y bajar hacia la izquierda por una senda relativamente sencilla, pero que con el cansancio de los cuádriceps y el terreno mojado obliga a prestar atención. Llegamos a un cruce donde un voluntario nos toma nota de paso. En la comprobación del dorsal que lo llevo debajo del chubasquero, me lo arrancará sin querer. Lo tendré que llevar en el bolsillo hasta que me lo pueda poner en algún sitio. Ahora esa no es mi mayor preocupación. Volvemos a comentar Paco y yo la situación. Una señal del sendero indica Refugio de Claror 1h 40 min y son las 6 de la tarde. Tratamos de mantener un buen ritmo en la sucesión de subidas y bajadas cortas. Tras una media hora, vemos un refugio en una loma cuya ascensión no serán más de 50 metros de desnivel. No me cuadra que fuera Claror. Apenas pasan unos minutos de las 7 de la tarde. Vemos a un voluntario. Damos la vuelta al refugio y nos encontramos con una quincena de corredores. La carrera estaba suspendida. Nueva situación en mi experiencia en el Trail.

Hasta aquí hemos llegado Paco y yo. Nos damos la mutua enhorabuena por haberlo luchado. Algo más de 36 horas de carrera. 103 km y 8700 m D+.
La sensación inmediata a la suspensión de la carrera es que no hubiéramos llegado a tiempo. A medida que pasan las horas el sentimiento se torna en positivo. Ya en el viaje de regreso, reflexionamos que, habiendo aguantado el sueño un poco más, realmente sí teníamos opciones de haberlo conseguido.

Vuelvo a casa contento. Contento por haberlo luchado. Por el gran entrenamiento que ha sido para el UTMB. Por haberme repuesto de una pérdida de media hora en el inicio de la carrera. Por haber aprendido la lección de seguir las marcas y no a un corredor. Me voy contento por las personas con las que he compartido el viaje y que me han dado mucha moral para mi cita en Chamonix.Vuelvo contento por el apoyo recibido de mi familia que, esta vez, no pudo acompañarme.