Chamonix. Pocos minutos antes de las 6 de la tarde. Varios
años pensando en este momento. Va a dar comienzo la edición 2018 del UTMB. Hace
algo más de media hora que dejé a la familia a unos metros en la salida para
ver el paso de los corredores. Para ver cómo salgo. El ambiente en la plaza
impresiona. Está abarrotada de público y de corredores. Desde la parte alta de
Place du Triangle de l`Amitié se ve el arco azul de salida jalonado por
distintas banderas que portan los corredores. Hay participantes de todos los
continentes.
Chamonix. Salida abarrotada de corredores. |
Buena parte de los que me rodean vienen acompañados, conversando
en esos momentos previos al inicio de este desafío.
Amenizada la última espera con música, con el helicóptero
retrasmitiendo la salida en directo, con el speaker dando ánimos variando el
idioma, se inicia la cuenta atrás que da comienzo a la carrera. 2700 inscritos.
2561 participantes que toman la salida. Cifras exageradas para una carrera de
Trail. He aquí la primera gran diferencia: tardaré casi tres minutos en pasar
por el arco de salida, pero no será la única en esta carrera.
Salgo por la parte izquierda de la calle esperando encontrar
a los que me están esperando. Entretanto oigo en varias ocasiones ánimos del
tipo “¡Vamos!”, por parte de otros españoles que hay apostados en ese lado. En
la segunda curva saludo a la familia de la que me da tiempo a despedirme puesto
que aún el atasco es considerable y no hemos comenzado a trotar. La carrera
avanza por las calles de Chamonix que son un continuo reguero de aficionados.
Esto sí que no lo había vivido anteriormente. El grupo se empieza a estirar y
ahora ya cualquiera te anima con un “Allez” o un “Bravo”. Vi también el jaleo
que me dio un grupo que me pareció que eran los organizadores de la Ehunmilak
que estaban en el salón del corredor con los que conversé el día anterior. Como
anécdota bizarra, decir que un corredor polaco iba a un ritmo de carrera de 10
km sorteando participantes por el lado izquierdo de la calle, pero lo peor de
todo es que iba obligando a echarse para atrás a la gente que se había puesto
para animar. Con gente de todo el mundo, pues es de esperar distintos
comportamientos.
Llevo apenas un par de kilómetros y ya me tengo que parar
para quitarme ropa. Porque, sí, también la climatología en la salida iba a ser
distinta. Había estado lloviendo buena parte de la mañana y hasta pocos minutos
antes de la salida. Después de comer y con los nervios, decidí salir con todo
literalmente puesto. Las tres capas. Sabía que el inicio de la carrera era
rápido, pero consideré que no podía arriesgar a quedarme frío antes de empezar.
Así que me echo a un lado. Me quito la Wintertrail y vuelvo a reanudar la
marcha. Y como no podía faltar a mi cita, cuando me doy la vuelta, veo al coche
de la policía local que cierra la carrera. No entiendo lo que dicen en francés,
pero sí mencionan que un español. Aligero esos metros hasta llegar a los
últimos participantes.
Estos primeros 8 km hasta Les Houches son rápidos. Son muy
rápidos y ese trote continuo me va haciendo darle vueltas a la cabeza de cuándo
pagaré este esfuerzo. ¡Igualito que la salida de la Ronda dels Cims! Pero es
que no queda otra opción. La primera barrera horaria está en el 21 con cuatro
horas de margen. El trazado es sencillo. Una vez abandonado el asfalto, se
sigue por un sendero ancho con pocas piedras y raíces. Aún sigue habiendo
bastante gente animando. Trato de seguir un ritmo que me permita ir cómodo y
procuro no mirar mucho el reloj, pero es cierto que cada zancada que doy vuelvo
a pensar en que vamos muy rápido para lo largo que es esto. Comparativamente
con otros corredores en la zona donde voy se mezclan los que me adelantan con
los que paso. La salida del sendero boscoso buscando la localidad de Les
Houches salva por un puente la autopista y se encarama en una serie de
revueltas hacia el primer avituallamiento. Fue ver el ponerse la carretera
cuesta arriba y tranquilizarme, ahora ya podía gestionar mejor el esfuerzo.
Ahora el grupo – hasta donde mi vista alcanza – se vuelve a juntar como si
fuera una manifestación. Subiendo puedo ir más rápido, pero como siempre
intento aguantarme esas fuerzas de inicio de carrera. De nuevo, un par de
parones más cuando el sendero se estrecha y llego a Les Houches. Paro el reloj
para ver la vuelta. 1 hora 1 minuto.
Se me ha ido un poco el tiempo. Hay que descontar lo que tardé en cruzar el
arco, pero aun así.
Les Houches. Km 8 1:01:08
Tras el primer avituallamiento comienza la primera subida de
la carrera a Le Délevret. Empieza a chispear otra vez y la pista por la que se
asciende a ratos ya se encuentra embarrada. En algunos tramos la pendiente hace
complicado el avance y ya se observan las conversaciones mucho más apagadas que
en la ribera del río. Va anocheciendo, aunque creo que con el ritmo que llevo
llegaré a coronar sin tener que ponerme el frontal.
Llegando a Les Houches. La lluvia caía de forma intermitente. |
Las nubes se van echando
encima y a ratos llueve con algo más de intensidad, aunque no durará mucho. Una
de las rectas de la pista que asciende bajo el telesilla obliga a no echar la
mirada muy lejos. Mejor ir concentrado agachando los ojos (no la cabeza para no
dificultar la respiración). Llego al Col de Boza para luego llanear y pasar el
control de Le Délevret.
Le Délevret. Km 13,8. 02:13:18
Aún habría que salvar una pequeña loma para coronar e iniciar
la bajada a Saint Gervais. El aire sopla y acentúa la sensación de frío. Aún
puedo ver sin el frontal, así que decido apurar a estar un poco más al abrigo
de los árboles para colocármelo. Tras pasar un prado, me detengo y enciendo el
frontal para la noche está por venir.
La primera bajada de la carrera va a ser más que un
aperitivo. Con el terreno embarrado por la lluvia caída y el paso de unos dos
mil corredores antes que yo, tengo que acortar mucho la zancada y procurar que
los apoyos en el terreno sean cortos. Alguna zona en la que se sale a una pista
o que la pendiente se suaviza dan algo de respiro, ya no solo muscular, sino
mental.
De tiempo veo que voy recuperando algo según lo que tenía
previsto. Y, al menos, no tengo que arriesgar en la bajada más de lo que
quisiera. Las casas de Saint-Gervais aparecen más abajo en la ladera y ahora
con la senda que se ha estrechado, el grupo es una interminable fila.
Llegando a las primeras casas de Saint-Gervais ocurre uno de
los hechos que más me impacto de la carrera. De repente se escuchan llamadas de
atención (no pude oírlo exactamente ni entenderlo) sobre una decena de
corredores más adelante desde donde yo me encontraba, al segundo y conseguir
establecer contacto visual, hay dos o tres personas paradas en el borde del
camino indicando que alguien se ha ido ladera abajo. El grupo que veníamos
detrás nos paramos y, yo al menos, no veo luz alguna o escucho voz que
proviniera del fondo del barranco. Avisamos rápidamente a la organización que
tenía dos miembros apenas a una treintena de metros más abajo.
En lugar del accidente no era ni mucho menos el más técnico
de la carrera, pero un mal paso puede conllevar una caída. En la bajada
inmediata ya para llegar al asfalto, la organización había puesto unas planchas
antideslizantes en un camino de pizarra para evitar precisamente resbalones.
Con el impacto de lo ocurrido alcanzo el avituallamiento de Saint-Gervais en el
tiempo previsto.
Saint Gervais. Km 21,55. 03:25:45
Recupero fuerzas en el avituallamiento. No me puedo relajar,
pero tampoco voy con la hora muy pegada. Además, he salvado la bajada, según
indican las previsiones meteorológicas, con el peor tiempo de todo el fin de
semana. Ahora viene una larguísima subida hasta la Croix du Bonhomme, primero
con una parte más tendida y luego picando mucho más para arriba. El trazado
trascurre a la vera de un río pasando entre algunas casas y granjas. Me llamó
la atención una de las veces unas marcas naranjas parecidas a las del
recorrido, cuando llegué a estar lo suficientemente cerca resulto ser un campo
de calabazas. Esta es una parte sencilla del recorrido, en la que se puede
correr muy bien. En mi caso, trotar a ratos porque aún queda mucho de carrera.
En una de las curvas se llega a un lago con una terraza amenizada por una banda
musical que anima con el paso de los corredores.
El camino sigue alternando pequeñas subidas y bajadas. No es
exigente, solo una subida algo empedrada para salvar la única loma hasta Les
Contamines. De nuevo, una parte más llana y el último repecho para alcanzar la
explanada donde está situado el avituallamiento.
Les Contamines Km. 31,84. 05:32:11
Comienza ahora la segunda parte de la subida al Col du
Bonhomme con un avituallamiento intermedio, el de La Balme. La salida desde el
pueblo es rápida y bastante llana para poder trotar durante un buen rato.
Intento no perder de vista a media docena de corredores que llevo delante para,
por lo menos, seguir un ritmo cómodo en esta parte más suave.
El camino junto al río llega hasta el santuario de Notre
Dame de la Gorge. Tras cruzar el río por un puente que incitaba al descanso
junto al calor de una hoguera, se inicia la subida definitiva al puerto. Me
encuentro situado en la parte más trasera de la carrera y al comenzar el
ascenso pongo mi marcheta con la que voy adelantando a corredores. Me propongo
subir concentrado pensando en las fuerzas que gasto, pero sin caer en la
relajación de aflojar el ritmo. A cada curva, en cada recta, veo que voy recortando
o adelantando a gente. Aunque luego me pasen en la bajada, la motivación del
momento es extraordinaria. Tengo delante de mí todo un sinfín de frontales que
me preceden, que me anticipan por donde va el trazado. La noche no permite
disfrutar del paisaje. Al menos, hace rato que dejó de llover y, parece, que no
hace tanto frío como se esperaba. Yo, por lo menos, no lo siento. Mantengo ese
ritmo machacón, gastando ese puntito extra cuando la pendiente te exprime un
poco más para no quedarme muy atascado. Con ese paso, y sabiendo que aún queda
el tercio más duro de la subida. Llego al avituallamiento de La Balme donde
tengo que recuperar algo de aire para continuar.
La Balme. Km. 40,17. 07:11:04
Aún queda por coronar y también unas cuantas horas para que
se haga de día. Prosigo la subida ahora ya con un ritmo un poco más pausado. El
esfuerzo anterior, la acumulación de kilómetros y la altura en la última parte,
determinan que el andar ahora sea algo más lento. Sin embargo, es un ritmo muy
similar a los corredores que llevo a mi altura. Al llegar al Col, aún quedará
un rodeo por una loma hasta la Croix de Bonhomme, con algunos tramos por piedra
que requieren atención. Justo a las 3 de la mañana inicio la bajada hacia Les
Chapieux.
Croix du Bonhomme. Km. 45,78. 08:59:18
De nuevo, toca afrontar una bajada larga, aún por la noche y
con el terreno delicado. La senda está bastante embarrada y en numerosas
ocasiones los que vamos en esta última parte de la carrera preferimos salirnos
del camino y buscar algo de piedra y hierba que pueda agarrar mejor la pisada.
La situación me exige mucha concentración y voy tenso. Muy lejos de poder
soltar las piernas para acelerar el ritmo. Va a ser la tónica general de la
carrera. Las bajadas van a ser la parte más delicada. Creo que en ese momento
firmaba 20.000 positivos y ninguno negativo. Como siempre, hay alguien que va
más atascado, pero la tónica general es que vaya siendo rebasado por
participantes con los cuádriceps mucho más entonados que los míos. Máxime
cuando aún estamos en la primera parte de la carrera. Las luces de Les
Chapieux, aún no se ven en el fondo del valle y en estas situaciones mi mente
vuela más que mis piernas.
Aproximadamente pasado la mitad de la bajada y cuando había
cogido un ritmo – aunque normalito- que me daba confianza, piso una piedra en
pendiente y me voy al suelo. Afortunadamente, con la mochila no me pegué el
culetazo y apenas me rocé el codo derecho que con la chaqueta creo que no llegó
ni a rasparse. El resbalón era algo que entraba dentro de lo previsto, pero no
por eso, iba a conseguir recuperar la confianza en el resto de la bajada. En
los últimos metros la senda se vuelve pista y las luces de Chapieux se dejan
ver. 10 o 15 minutos en llegar me son indiferentes, decido bajar más tranquilo
aún sabiendo que, de momento, tengo margen de tiempo en la carrera.
Les Chapiuex. Km. 50,81. 10:02:19
El avituallamiento en Les Chapiuex es uno de esos en los que
se puede pasar por la cabeza parar a descansar un rato e incluso a dormir, pero
verdaderamente como no voy a coger sueño fácil, ni me lo planteo. Me ciño a lo
planeado en cuanto a tiempo de parada y en cuarto de hora abandono las casas
iniciando el ascenso del Col de la Seigne. Casi un kilómetro vertical en donde
tengo puesta la mirada para sacar margen con respecto a las barreras horarias e
ir más sosegado. La subida comienza con un ascenso más llevadero al comienzo,
aunque sin descanso, por una carretera ancha donde aún mi ritmo se empareja con
el de los que me rodean. Abandonamos la carretera para continuar por una senda
al otro lado del arroyo hasta Ville des Glaciers. Tras un breve descanso y
pasar un refugio, la ascensión se encarama a unas revueltas. Aquí el avance de
los corredores se hace más pesado. El mío no es tan alegre como al comienzo de
la subida, pero lo mantengo mejor que otros participantes. No en vano, aunque
no al ritmo de la subida de Balme, sigo adelantando gente. Es mi terreno.
Dejamos los prados para adentrarnos en un terreno mucho más rocoso. Ninguna
dificultad extraordinaria habiendo hecho parte de la Ronda.
La altura va jugando su papel en la última parte de la
ascensión y la niebla le da un aire más misterioso aún a esa atmósfera de
historias de contrabando y cruces de frontera clandestinos que se harían por
estas montañas. Hace frío, pero soportable. Todos pensando en pasar esta
primera noche donde daban peor tiempo y donde la lluvia era más intensa. Las
primeras luces del día coinciden con la llegada a la cumbre.
Col de la Seigne. Amanece el sábado entre la niebla. |
Col de la Seigne. Km. 61,43. 12:50:53
La niebla se despeja en el lado italiano. Y además ya nos
había anunciado la organización la cancelación de la subida al Col de Pyramides
Calcaires. Con lo que iniciando el descenso directo al Lac Combal mis tiempos
previstos se mantendrían.
Col de La Seigne. Lado italiano. |
Fue bien la subida a la Seigne recuperando más de 150
posiciones, pero he de reconocer que en mis cálculos no saqué tanto tiempo a
las barreras horarias como creía. Sea como fuere, me da moral para afrontar de
nuevo una bajada en la que los cuádriceps me vuelven a decir que no están tan finos
como para arriesgar en esta aventura. Así que a mí paso, perdiendo parte de lo
ganado en la subida, voy descendiendo no perdiendo de vista los glaciares que
asoman a mi izquierda y alejando la mirada hasta el llano donde se encuentra el
avituallamiento de Lac Combal. La bajada no presenta dificultad y no tengo
imprevisto ninguno. Únicamente que llego más despacio a Lac Combal.
Vistas del valle camino a Lac Combal. |
Inicio del descenso del Col de la Seigne. |
La salida continua por el llano del lago (ahora con poca
agua donde se muestran los meandros de los arroyos que lo surcan), es una buena
zona para trotar y correr, pero a estas alturas prefiero ir cogiendo ritmo
hasta iniciar la subida a la Arete du Mont Favre. La última previa a la llegada
a Courmayeur. Ahora los grupos están mucho más diseminados y se ciñen
prácticamente a los corredores que hacen la carrera juntos.
Avituallamiento de Lac Combal. |
De cualquier
manera, en ningún momento te ves solo en la carrera. El inicio de la subida es
por una zona arbolada que, en seguida dará paso a zona de pradera, permitiendo
ver todo – o buena parte – de lo que queda para coronar. Las vacas nos miran
despreocupadas y una de ellas hasta se pone en mitad del camino obligando a dar
un pequeño rodeo. El sol trata de mostrarse con cierta timidez, aunque está muy
lejos de calentar. Da igual, es muy bienvenido después de la noche pasada.
Sin tregua en la ascensión, se llega a un refugio donde se
vira hacia la izquierda para llegar al control de cumbre. Merece la pena
deleitarse con las vistas.
Arete du Mont Favre. Km. 70,29. 15:14:33
El descenso comienza por un sendero pedregoso que requiere
atención puesto que va a media ladera y no conviene colocar el pie izquierdo en
la parte externa del camino. No es de vértigo, pero sí algo aéreo dejando una
panorámica del valle que remonta hasta el Lac Combal.
Panorámicas del valle desde la Arete du Mont Favre. |
Se pasa junto al lago Chécrouit que me hace pensar que no debe estar muy lejos el avituallamiento.
Col Chécrouit. Km. 74,78. 16:07:37
Breve parada en el avituallamiento para seguir el descenso a
Courmayeur. Ya entrando en las pistas de esquí, hay tramos donde me sigue
costando retener las piernas. Como era de esperar perderé un centenar de
posiciones en esta bajada. Esta vez, sin embargo, el sendero se desvía de las
pistas para descender entre los árboles. Aquí, me sitúo detrás de un corredor
griego que lleva un ritmo que puedo seguir y alcanzamos a otros dos franceses
que les iba haciendo tapón un quinto corredor. Los cuatro bajamos por un camino
zigzagueante y polvoriento. Entretenido. Hasta que llegamos a la altura de el
siguiente grupo que iba más despacio y ya nos ajustamos a ese ritmo. Otra media
docena de corredores se unirá a esté grupo. Esta coincidencia en este punto de
la carrera hace que la polvareda que se levanta sea considerable y, como no
había hecho falta hasta el momento, no llevo puestas las gafas que protejan un
poco los ojos.
Courmayeur. Italia. |
El regalo será una conjuntivitis unos días después.
El camino desemboca en una carretera a las afueras de
Courmayeur, atravieso sus calles empedradas hasta llegar al polideportivo para
recoger la bolsa de vida y pensar en cómo está yendo la carrera.
Courmayeur. Km. 79,22. 17:12:37
Este era el sitio para hacer el primer balance de la
carrera. Con la bolsa de vida en mis manos, primero me acerco al puesto de
Garmin para recargar el reloj y, posteriormente, me siento en uno de los pocos
huecos que había para acondicionar los pies. Aquí no hay duchas como en la
Ronda, así que ya había previsto una especie de limpieza en seco. Algo de jabón,
unas gotas de agua – las que salen de apretar una vez el bidón y una toalla que
pasará del blanco al marrón en instantes. No era lo ideal, pero suficiente para
poder embadurnarme de vaselina teniendo los pies aceptablemente limpios. Entre
unas gestiones y otras, apenas 10 minutos más para tomarme un par de platos de
pasta y cambiarme de ropa. Se irá casi la hora cuando salga del polideportivo.
El callejeo por el pueblo lo hago un poco atascado, un par
de corredores me sobrepasa y, tras pasar por la Plaza de Ange (donde veo
imágenes de los primeros ya en Vallorcine), ya en la subida de la salida de
Courmayeur tampoco me veo todo lo a gusto que quisiera y pierdo cierta
distancia con la media docena de corredores que tengo a la vista.
Abandonando las últimas casas de Villair, la ascensión se
adentra en el bosque en un terreno exigente que va ganando altura sin apenas
descanso con un zigzagueo constante. No creo que yo me viera con más fuerzas,
pero si con más moral cuando comienzo a rebasar participantes. Sé que luego
viene una zona de rompepiernas hasta Arnouvaz, sin grandes paredes, así que
hasta el Refugio Bertone puedo apretar con ese ritmo machacón sin riesgo a que pase
después factura. Durante los dos primeros tercios de la subida sigo el ritmo de
un corredor francés bastante más corpulento que yo, lo que me permite el
descanso mental de no tener que andar fijando el ritmo. En la última parte, ya
casi saliendo de la zona arbolada, conservo ese punto para sobrepasarle dándole
ánimos por la gran subida que está haciendo. Posteriormente, en otro momento de
la carrera, él me devolverá el gesto cuando me adelante.
El Refugio Bertone aparece en una zona despejada con unas
privilegiadas vistas sobre el valle de Courmayeur. Merecido descanso durante
unos minutos.
La salida del refugio se realiza bordeando una loma que deja
a la vista las paredes del valle de Ferret.
Refugio Bertone. |
La senda, sin ser demasiado estrecha,
requiere atención porque un resbalón te regalaría una caída de, al menos, medio
centenar de metros. Este tramo, que no es muy exigente en el perfil se me hace
un poco largo y cada vez que distingo una construcción en el camino mi
esperanza es que sea el control del Refugio Bonatti. Esto es lo que me ocurrirá
en un par de ocasiones, cuando el verdadero control se sitúa después de superar
una vaguada con un centenar de metros de desnivel. El tiempo amenaza con volver
a empeorar. Las nubes al fondo del valle se vuelven grises y advierten lluvia.
Refugio Bonatti. Km. 91,57. 21:33:09
Avituallamiento muy ligero. Para beber algo y tomar un poco
de sopa. Salgo rápido. Me indican que me ponga el sobrepantalón. No lo tomo
como una obligación, sino como una recomendación. Salgo manteniendo las buenas
sensaciones. Ya hago mis cuentas de cuándo llegaré a Arnouvaz para avisar a la
familia. Va todo, más o menos, según lo previsto. De nuevo, la impaciencia me puede
y una construcción avanzado el valle quiero que sea el avituallamiento, pero
echando la mirada abajo la vista – y la razón – me dirán que es precisamente junto
al río dónde se encuentra el control. No es que la bajada sea complicada, al
revés, es entretenida a ratos, pero luego habrá que subirlo para uno de los últimos
platos fuertes que quedan en la carrera. De esta manera, y perdiendo algún
puesto en la bajada como ya es costumbre, llego a Arnouvaz donde lo primero que
me dicen es que es obligatorio el sobrepantalón desde hace una hora. Le indico
al juez que ahora mismo me lo pongo, sin darle mucha explicación del malentendido
en el avituallamiento anterior. Sorprendente fue que, al menos que yo viera, un
participante al que también se lo exigieron no lo llevaba en la mochila y, por
tanto, no podría continuar a menos que uno de los que había abandonado se lo
dejara.
Arnouvaz. Km. 96,67. 22:42:23
Arnouvaz. Obligatorio sobrepantalón. |
Tras haberme puesto el sobrepantalón para iniciar la subida
al Gran Col Ferret, no demoro mucho el tiempo en comer. Empiezo a ingerir menos
de lo que debiera. El estómago se empieza a cerrar para determinados alimentos.
En la salida se cruza un torrente por un puente de madera e
inmediatamente se inicia la subida de casi un kilómetro vertical para entrar en
Suiza. Este tramo va a ser exigente, aderezado con las nubes cubriendo las cimas
de las montañas y el viento soplando con constancia y cierta intensidad. Un
rebaño de vacas jalona el sendero teniendo que pasar cerca de alguna de ellas.
También, algún corredor se ha dado la vuelta y regresa de bajada a Arnouvaz
para finalizar su aventura. No es una inyección de ánimo desde luego. La
subida, al haber ganado ya previamente bastante altura, transcurre por
praderas.
En el ascenso al Gran Col Ferret. Amenza lluvia. |
Eso hace que el terreno sea más sencillo, pero a la vez si se alza la
vista, se ve que la ascensión no termina. Así que hay que hacer un ejercicio de
concentración en el ritmo marcado y sólo sacar la mirada del camino para ver
todo lo que ya se ha ascendido y, también, para constatar que queda gente
detrás en carrera. Sólo un pequeño paréntesis para unas fotos y un video del
valle, antes de que la niebla de las cumbres tape la vista.
En esta parte trasera de la carrera mi ritmo de subida sigue
siendo bueno comparativamente hablando con los corredores que me rodean, así
que la moral en este sentido se mantiene alta, y más que lo hará cuando salve
la última parte, ya entre las nubes y con el sendero más quebrado, de este Gran
Col Ferret.
Grand Col Ferret. Km. 101,3. 24:37:59
Una de las primeras cosas que me llama la atención al entrar
en territorio suizo es que en esta zona no aparecen distancias estimadas a los
destinos que llevan los senderos. Y doy fe de que en otras zonas del país sí
que aparecen los tiempos estimados. Estas señales me habían venido muy bien en
Italia para ver cómo iba evolucionando la suma del tiempo transcurrido en
carrera con lo que estimaban que faltaba para llegar al siguiente
avituallamiento.
En cualquier caso, ya era casi todo bajada hasta La Fouly
donde sabía que me esperaba la familia. Además, yendo sobre la hora prevista.
La bajada resulto un bálsamo para los gemelos que habían trabajado toda la
subida y, contrariamente a las ocasiones anteriores, bajaré al ritmo de los que
me rodean. Entiendo que el cansancio empieza a hacer mella incluido a los que
bajan mejor.
La Peule. Km. 104,96. 25:20:29
Tras pasar el control de La Peule, aún queda una pequeña
loma antes de descender al valle de Ferret. Empieza a anochecer y, de nuevo la
impaciencia me hace creer que llegaba a La Fouly antes de lo previsto. Las
primeras casas junto al río correspondían a Ferret. El camino se torna llano entre
el bosque que queda junto al cauce. En uno de los pasos sobre un tronco, el corredor
que justo me precede pierde dos veces el equilibrio y decide ir por el barro.
Con los bastones, desde luego, no me resultó complicado este paso.
El camino sigue sin perder altura y cruza un puente que
salva el cauce casi seco de un torrente. Entonces sí, el sendero nos conduce a
una pista junto al río donde ya se ven las casas de La Fouly. Se ha ido el sol
y los que andamos -literalmente- por la zona apuramos a la llegada al
avituallamiento para colocarnos el frontal. Es una pista forestal que en otras
circunstancias correría alegremente. Un pequeño repecho donde se concentra un
grupo de gente animando justo antes de llegar al asfalto que conducirá al
avituallamiento. Ahí me espera la familia. La moral por las nubes, como el cansancio.
La Fouly. Km. 110,89. 26:39:12
Como algo. No demasiado. Empieza a costarme verdaderamente
ingerir grandes cantidades de alimento. Me hidrato y salgo rápido para poder
charlar un rato con los míos. Les digo que, si no hay un imprevisto importante,
creo que podré gestionar el tiempo para pasar los cortes. La gran dificultad:
la segunda noche. En esos momentos, tan bien acompañado, tienta la idea de
quedarte con ellos. Que ya son más de 100 km para comentar y revivir
experiencias.
La Fouly. Momentos con la familia. |
Me coloco el frontal y parto camino de la siguiente etapa:
15 km. Lourdes me acompaña hasta que la carrera se interna en un sendero que
abandona el pueblo. Estimo que dentro de los 500 m de la zona establecida de
acompañamiento. De nuevo un tramo para correr, y mucho. En otras circunstancias.
Esta es la primera vez que camino solo en la carrera. No durará mucho porque en
seguida se hace un grupo de media docena de participantes.
Estos primeros kilómetros son muy cómodos por caminos
asfaltados y en ligera bajada. Aunque he perdido la referencia del reloj, supongo
que habré dado un buen mordisco a este trayecto que conduce a Champex-Lac. El
camino se ensancha en un giro brusco a la derecha en la Crete de Saleina.
Jalonado por árboles que crecen de forma casi equidistante, me recuerda
enormemente a uno de los tramos del Ultra Trail del Rincón.
La bajada ya mucho más pronunciada desde esta cresta llega a
Praz de Fort donde ya es un poco tarde para que haya gente animando el paso de
la carrera. Tan solo al llegar al puente sobre el río, hay algo de público. En
la travesía por el pueblo me resultó curioso que los dos primeros coches que vi
fueron un deportivo y uno de los más económicos del mercado. Vaya contraste en
unos pocos metros. En la travesía también me sorprendió que dos corredores
tomaron una calle equivocada – era un lugar que no tenía mayor dificultad- quizás
por no ver las marcas por la noche. En cualquier caso, el grupo que íbamos justo
detrás les advertimos del error.
La carrera continua en un terreno muy franco para coger
velocidad y llegando a Issert consigo trotar un tramo para alcanzar la población
lo antes posible. En Issert encontraré la casa con más enanitos que he visto en
mi vida. Se sale de la localidad por el arcén de la carretera hasta comenzar la
subida, ya sin tregua, hasta Champex-Lac.
La hilera de corredores era casi interminable y los tramos
de fuertes repechos se sucedían. No era una subida muy larga, pero cometí un error
de cálculo en el desnivel del que me daría cuenta mientras veía que el
avituallamiento ni se asomaba. Un último tramo en zigzag donde volví a coger buen
ritmo y que llegaba ya, por fin, a la parte baja de la estación. Pero aún
quedaría otro tramo hasta desembocar por un sendero a la plaza justo antes de
llegar al lago. ¡Qué larga se había hecho esta subida! Claramente era una
cuestión moral, más que objetiva puesto que había habido varias ascensiones
mucho más exigentes.
Champex-Lac. Km. 124,79. 30:14:29
Estoy verdaderamente cansado y necesito tumbarme un poco. Le
pido a un chico de la organización a ver si puedo cargar el reloj, quien muy
amablemente acepta. Es la excusa perfecta para descansar un rato. He llegado un
poco tocado y uno de los médicos que está por allí me pregunta si estoy bien.
Mi respuesta: que sólo necesito tumbarme un rato. Muy acertadamente me
aconsejan hidratarme primero y luego echarme. Así lo hago. En la zona de camas
hay bastante luz y se oye el ambiente de fondo de la gente animando a los que
van llegando. No voy a conseguir dormir, pero las piernas sí se van a abstraer
un rato del esfuerzo. Suena la alarma del móvil, me levanto y recojo el reloj.
Beber y comer lo que puedo y a continuar.
La salida junto al lago, no sé de dónde sacaría fuerzas,
pero comencé trotando. Quizás animando porque este primer tramo volvía a ser
ligeramente descendente. Quizás porque, ciertamente, las piernas habían
descansado.
Alcanzo Plan de L´Au con margen más que suficiente sobre la
barrera horaria. Eso sí, la ascensión va a ser un alegato a la lentitud de
movimientos. La densidad de corredores ha bajado considerablemente, pero aún se
siguen viendo los frontales como iluminan intermitentemente el sendero que hay
que seguir. Tras un tramo zigzagueante, se rodea una loma trazando un amplio
giro hacia la izquierda en donde la ascensión culminará si control de paso. Antes
de coronar, me paro para cambiar las pilas del frontal. Lo debo hacer mal y,
como la cabeza no está muy ágil, decido ponerme el segundo frontal directamente
sin invertir más tiempo en que ha ocurrido con el principal. Así que inicio la
bajada encontrándome casi de forma inmediata con el control de La Giete.
La Giete. Km. 136,57. 34:17:37
La bajada transcurre sin imprevistos. Con unas vistas impresionantes
de Martigny. La ciudad duerme junto al Ródano. Llega al Col de la Forclaz.
Durante la carrera no me percaté al ser de noche, pero ya había pasado por aquí
en coche. El descenso se hace mucho más pronunciado hasta que se cruza la
carretera por un puente para evitar el paso al mismo nivel. Trient ya aparece
en el fondo del valle. De nuevo, el camino gana pendiente y los cuádriceps vuelven
a sufrir. Las luces de Trient dan la bienvenida a los que llegamos en las
últimas horas de la segunda noche.
Trient. Km. 141,47. 35:30:45
De nuevo, lo primero que hago es parar en la estación de Garmin
para cargar el reloj. Lo segundo, preguntar dónde es el sitio para dormir. ¡Cuál
sería el cansancio que no me di cuenta del color tan característico de la iglesia
de Trient! Y eso que dormí justo enfrente. Media hora de descanso en una zona
habilitada mucho más adecuada para conciliar el sueño que la de Champex. Y, así
fue, creo que conseguí dormir 10 o 15 minutos. Se me iba a ir la hora allí,
pero estaba tranquilo. Había decido que ya no quería volverme a poner el
frontal y por unos minutos, prefería descansar. Así que sobre las 6:30 de la
mañana me pongo en marcha para afrontar el último día de carrera.
De nuevo, la salida desde el avituallamiento tiene un primer
kilómetro para engrasar las piernas antes de la última larga subida de la carrera
tras la cancelación del ascenso a Tete aux Vents. Subida suspendida por motivos,
desafortunadamente, trágicos.
Se abandona el valle por un sendero a mano derecha que marcha
por la ladera ganando altura con celeridad. El amanecer ya se ha echado encima
y las primeras luces del día presentan el cielo más despejado de todo el fin de
semana. Son apenas 4 kilómetros de subida, pero las piernas pesan.
Sorprendentemente, el control de Les Tseppes – con un pequeño avituallamiento
líquido incluido – llega antes de lo que tenía en mente. La sorpresa se tornó
en lógica cuando aún quedaban medio centenar de metros para ganar la altura
necesaria antes del inicio del descenso a Vallorcine.
Les Tseppes. Km. 145,19. 37:49:03
Apenas paro un momento para dar un trago y continuar lo poco
que queda de ascensión.
El descenso lo comienzo con un buen ritmo que me da mucho
ánimo, también disfruto de la bajada que no es muy pronunciada y el sendero con
giros cerrados, pero sin ser muy técnico, me resulta de lo más entretenido.
Alterna las zonas más abiertas con pasos por gargantas más estrechas. Siempre
buscando una referencia conocida para saber la distancia a Vallorcine. Tras una
corta y más pronunciada bajada llego a un telecabina donde se prosigue por una
pista ancha. Tengo que trotar como sea, cambiar la musculatura de las piernas y,
de paso, mantener el margen que me da tranquilidad sobre las barreras horarias.
Me obligo a no aflojar hasta que el trazado de la carrera abandone la pista.
Mientras, y quizás de ahí mi obstinación, veo señales que indican a Vallorcine
más de 1 hora a pie. Mis cálculos se verían comprometidos si tardo ese tiempo
hasta el control.
Con un brusco giro a la derecha, la carrera abandona la
pedregosa pista forestal para adentrarse en el arbolado por un sendero que
exige mucha más concentración y aflojar el ritmo de bajada. Ya estoy en las
inmediaciones del pueblo. Una vez desemboco en el asfalto y cruzo un puente, paso
junto al alojamiento donde estaba la familia. Lourdes me acompaña al
avituallamiento como asistencia. Que, una vez más, encuentro abarrotado y con
apenas sitio para sentarse.
Vallorcine. Km. 152,43. 39:28:14
“La carrera ya la tengo en mis manos” le comento mientras me
acerca algo de beber. De todas formas, no me puedo entretener mucho. Unos 20 minutos
estaré allí. También saco un par de minutos para compartir impresiones con mi
madre que esperaba fuera. Mi padre ya me trasmitió ánimos desde el balcón
porque los más pequeños aún no habían amanecido.
Me despido de la familia y les cito en meta. Ya después de
comer imagino, pero en meta. La carrera sube suavemente hacia el Col de Montets.
Es una subida sencilla por un sendero de fácil recorrido. Quizás la moral haga
describirlo exageradamente simple, pero desde luego no tiene nada que ver con
lo salvado.
Como en tantas otras ocasiones, un buen número de acompañantes
se agolpa en los últimos metros antes del coronar. Hay unos cuantos españoles.
Recibo ánimos que se agradecen una barbaridad en este momento de la carrera.
Tras el puerto ahora no habrá que ascender, sino que junto a la carretera un estrecho
sendero desciende hasta Tré Le Champs.
Tré Le Champs. Km. 156,96. 40:44:22
El perfil daba a entender que esta última parte de la carrera
iba a ser mucho más sencilla que la ascensión a Tete aux Vents, a pesar de
acumular prácticamente el mismo desnivel. Nada más lejos de la realidad. Tras
cruzar la carretera que baja a Chamonix y pasar al lado derecho, el sendero se
interna en el bosque convirtiéndose en una suerte de carrera de obstáculos
donde piedras y raíces truncaban el avance en cuanto pretendía alargar la
zancada. Es una auténtica emboscada. Un tramo muy concreto me recuerda a La
Pedriza. No es el mejor sitio para hacer un Trail comiendo los kilómetros rápidamente.
La cabeza en seguida va echando cuentas y sé que no debería estar mucho rato
con este avance tan pesado. Tampoco es que vaya más atrancado que los que me
rodean, pero el tiempo ahora corre más que mis piernas.
Dejando atrás esta zona, aún queda la última subida a La Flégére.
El sol ya empieza a apretar y el calor resulta inédito para este finde de
semana. Aún con las reminiscencias del frío y la lluvia soportados, me quito la
chaqueta para quedarme en marga corta durante el resto del ascenso.
Pasamos por un chalé de montaña donde la gente regala sus
ánimos disfrutando de sus bebidas bajo la sombrilla de la terraza. Casi no hay
fuerzas para devolverles un leve agradecimiento por el gesto. El calor sigue
apretando y parte de los que me adelantaron se paran para quitarse ropa que les
sobraba. Oigo alguna petición de respuesta sobre lo que aún nos quedaba por
subir. Y lo que quedaba reservaba lo peor para el final.
El último tramo de ascensión abandona la fresca sombra del
arbolado para continuar el trazado de una de las pistas de esquí. Bajo un
sofocante calor que, en mis circunstancias, lo podría comparar al del desierto,
se atisba en la parte superior el edificio del telecabina de La Flégére. Ya me
había quedado sin agua. Y, fallo mío, no me había puesto la gorra. Para este
último kilómetro, me empecino en que ya no me la pondré. Comparto impresiones
con otro corredor español que coincidimos en esos últimos metros. Él, muy amablemente,
me ofrece agua al ser conocedor de mis circunstancias. Se lo agradezco, pero quedando
un par de centenar de metros, me hidrato en el avituallamiento. Ha sido el último
repecho de la carrera.
La Flégére. Km. 163,34. 42:58:35
Bebo, me siento, me tomo un minuto de relax. Sólo queda
bajar. Solamente. Con mis cuádriceps que no dan para más. No voy a arriesgar en
la bajada. No merece absolutamente de ninguna manera que por recortar un cuarto
de hora ponga en juego la carrera.
Con mis reflexiones y pensamientos puestos en orden empieza
el descenso por una pista forestal de servicio tan inclinada que apenas puedo
lanzar las piernas para dejarme caer. Descendiendo a un ritmo muy prudente y
tranquilo, voy perdiendo posiciones como el que vuelca un reloj de arena.
Persevero en la tentación de no tratar de seguir a nadie. No sé si ni siquiera
podría, pero el cansancio juega en mi contra en este partido. La pista forestal
en la que ya había podido trotar algo se deja con un cerradísimo giro a la
izquierda para entrar en un sendero zigzagueante y mucho más técnico. Me siguen
pasando participantes y la excepción la confirman un par de corredores que van
incluso más agarrotados (o agotados) que yo.
Las casas del valle de Chamonix se van viendo cada vez con
más detalle y en la parte final del descenso se vuelve a retomar un camino
ancho en el que vuelvo a trotar y que conduce, por fin, a las casas de la parte
alta de Chamonix.
Se salva una carretera por una pasarela metálica construida
específicamente para la semana del UTMB y se adentra en la ciudad por el paseo
de ribera hasta callejear por el centro.
Mi familia me está esperando unos trescientos metros antes
de la meta. Los más pequeños salen corriendo en mi busca. La emoción es
inmensa. Culminar una carrera así en compañía de quien más quieres. Y el gran
regalo final es que los niños se animaron a correr conmigo esos últimos metros
y cruzar la meta del UTMB.
Gracias por todo tu apoyo. |
Finisher del UTMB. Meta inalcanzable hace 4 años cuando sólo
soñaba con este momento.