domingo, 5 de noviembre de 2017

Crónica Mondúber Trail 2017

Sábado 6 de la mañana. Xeraco. Todo listo para la salida del Ultra Trail del Mondúber. Los nervios de última hora me han hecho que no desayune demasiado. Y también que el reloj corrió muy deprisa mientras recogía el dorsal y me preparaba para los 66 km. Entretanto, ya me he reencontrado con Paco Belda que me presenta a unos cuantos compañeros de carreras.
Los primeros pensamientos destinados a cómo hacer la salida van dirigidos a salir tranquilo, con tiento, subrayando que esto es muy largo y, si me encuentro bien, ya habrá tiempo y espacio para correr más adelante.
La mayor parte de los 135 participantes reunidos en la salida comienzan muy ligeros y es que el llano asfaltado de Jaraco invita a ello. Rehuyendo a hacerlo me pongo a trotar hasta que con la llegada del primer sendero con algo de piedra en el lecho de un barranco provoca los primeros (y últimos) atascos. Ya en este primer kilómetro agradezco la compañía de Paco porque, siendo un extraordinario conocedor de la zona, me va contando los pormenores de por dónde irá la carrera. Al comenzar la primera subida hacia El Pla de la Vella (300 m.s.n.m.) ya nos encontramos cerrando la carrera. Transcurren 40 min hasta que alcanzamos un corredor. La subida es arbolada y con algunos tramos escalonados, nada que reseñar entre otros motivos porque las fuerzas aún están intactas. Anecdóticamente comentar que en uno de los virajes que hacía el recorrido, yo me lo salté y Paco justo detrás me advirtió de por dónde iba la senda. Lo curioso es que estimamos que le había pasado a una veintena corredores que luego nos volverían a adelantar. La bajada hacia Xeresa tiene su punto de concentración, más aún cuando no había amanecido. La entrada al pueblo elegida es por un tramo de acequia y, tras dar un pequeño rodeo por sus calles se encuentra el avituallamiento.


Km 9 Xeresa 1h34’53”



La parada en el avituallamiento es breve, cargar un poco de agua y tomar fruta y poco más. Comienza el plato fuerte del día: la subida al Mondúber. De nuevo, pasamos bajo la autopista y el camino asfaltado deja paso a una pista forestal bastante ancha. Conversamos con un chico que queda a nuestra altura hasta que empieza a molestarme una de las zapatillas en la zona del tendón y paró a ponerme algo que me lo proteja. En ese momento, los dos escobas pasan a mi altura. Volvemos a ser los últimos.
El día ya va abriendo y las primeras sombras se empiezan a perfilar. Ni siquiera ha sido necesaria la chaqueta a primera hora, así que se antoja que pueda hacer caloret. La subida asciende por el barranco dels Emboscats hacia el Corral de Milores. Creo entender que, en esta zona, como en Ademuz, estas construcciones hace mucho que quedaron a merced del paso del tiempo. En una nueva vaguada para cruzar el barranco, ya vemos un grupo de corredores asciendo a un ritmo inferior y nos encaminamos a la cresta por la que se subirá hasta la cima. En la zona de El Picayo se llega al fondo de saco de una pista. 30 m de descanso para tomar algo de comida y proseguir la subida. Esta segunda parte de la subida la afronto con mucha moral superando una quincena o veintena de corredores. Siempre, eso sí, preguntándome si luego lo pagaré, pero la verdad es que subir casi lo agradezco más que según por dónde se baje.
El tramo estrella de esta subida está aderezado con unas cuerdas para facilitar los pasos y es que algunos son verticales, pero otros apenas distan medio metro del abismo, así que las cuerdas no están de más. En la última parte aflojo el paso, llegando Paco un par de minutos antes al avituallamiento en la cima del Mondúber.

Km 16,5 Mondúber 3h17’11”

Punto culminante de la carrera. Impresionantes vistas. También he venido aquí para disfrutar de esto: de las vistas del mar. Pena que nuestro litoral esté tan edificado en algunos puntos. Dedico unos 5 minutos a recuperar, recargar, hidratarme y comer. Intento establecer rutina para luego no verme con una pájara.

Abandonando la cima por la pista asfaltada que sube hasta el repetidor, se ataja por una senda hasta que definitivamente se abandona por el camino de la cresta de la Peñalva. Aquí vuelvo a sufrir con el dichoso camino. No hay una sola pisada en plano. Las sendas no están desgastadas y las piedras sueltas cubren buena parte del suelo. De todas maneras, esta parte que recorre toda la cresta tiene unas vistas de 360º espectaculares. Razón por la que en repetidas ocasiones me detengo un instante a recordar el momento con alguna foto. Antes de llegar al collado de Peñalva, la senda de la cresta se ve truncada y nos hacen dar un rodeo con un centenar de metros de bajada que exigen máxima concentración por la arena y piedra suelta. El sendero regresa a la zona de cresta hasta el collado de la Peñalva. Desde aquí bajamos hacia la Cueva de la Galera donde un fotógrafo espera junto a su entrada donde la vegetación crece sorprendentemente densa. Le preguntó si hay pinturas rupestres y me contesta que algún grafiti. La carcajada entrecortada por el esfuerzo es inmediata. Desde esta zona ya se ve en el fondo del valle de la Valldigna a Simat con su monasterio. Buenas vistas. Las piernas van bien, aunque la mente siempre con una parte puesta en el reloj. Aquí tampoco voy a tener mucho margen. Me adelanto y tras bajar unos escalones, el camino pierde altura con zigzag y sin mucha pendiente con lo que puedo trotar unos kilómetros exceptuando las zonas con piedra mojada y algunos escalones que hay que salvar en el lecho del barranco. Al acercarnos a SImat por una carreterilla mi trote, como suele ocurrir, es más lento que el de otros que había adelantado en la bajada y me vuelven a pasar. Buen ambiente en Simat teniendo en cuenta la hora de la mañana que es. Avituallamiento situado a las puertas del Monasterio. Llego un poco antes que Paco que me sirve para recuperar algo porque sé que él parará poco.
Al llegar a la carretera que va a una de las urbanizaciones, de nuevo, llama la atención la vegetación que hay, y que con esta sequía haya rocas humedecidas por el rocío. Motivo por el que en algunas zonas más vale ralentizar el paso y dejar de trotar. En esta misma carretera se encuentra la fuente de Sirer en la que Paco aprovecha para coger agua.

Km 26,5 Simat 5h24’02”

Salgo del avituallamiento y mi decepción surge cuando veo que la carrera no pasa por dentro del monasterio. Un voluntario indica que la carrera es hacia la derecha. Yo, que no soy oriundo de la Valldigna, le digo que me desviaré un momento a hacer unas fotos. Ya que había llegado hasta aquí. Afortunadamente, en el momento elegido no hay nadie en los jardines, así que la tarea lleva poco tiempo. Al regresar a la calle, veo al voluntario vigilante en actitud de que ninguna oveja se salga del redil. Le doy las gracias y vuelvo a la altura de Paco camino de la ermita de Santa Ana.
Ahora es cuando va a empezar a entrar en juego la cabeza puesto que me adentro en un kilometraje que, por circunstancias, habitualmente no entreno. La subida por una calle asfaltada primero y luego de tierra es para calentarte las piernas. Lo más positivo es que habiendo guardado fuerzas y, aunque sea a ritmo de marcha, vamos alcanzando y adelantando a algunos corredores. En uno de los virajes Paco me anima a hacer una última foto de Simat con su monasterio. Ascendemos al collado de Les Foies y ahora el terreno es más suave, aunque siempre pedregoso. La salida a una pista forestal es un espejismo que dura apenas un centenar de metros.
Los siguientes kilómetros transcurren por la falda de estos cordales, siempre con el Mondúber de testigo de nuestro avance. Siempre sube y baja. Siempre con dificultad para trotar (y que merezca la pena). La cabeza empieza a avanzar más rápido que las piernas y el calor empieza a apretar cuando no sopla el aire. La humedad también la noto. Bien es cierto que, a estas alturas de la carrera, casi todos ya van en su sitio, así que apenas hay variaciones de puesto. Incluso vemos que recortamos al merme la distancia con un cuarteto que tenemos delante. Pasamos un par de corrales y seguimos haciendo virajes. Se siguen haciendo largos los kilómetros. Trato de mantener lo mejor posible la hidratación porque cuando no sopla el aire cuesta creer que estemos a las puertas de noviembre. Finalmente, en un llano vemos la carpa del avituallamiento escapándoseme una sonrisa tonta derivada del esfuerzo.
Km 37,5 Corral del Obrer 7h23’37”
A pesar de lo que mentalmente ha costado llegar hasta aquí, no demoramos mucho la parada. Tampoco voy con mucho margen y la salida del avituallamiento es cómoda por un sendero en ligera bajada. Aprovechamos para terminar de comer por el camino. La siguiente parada está a apenas 6 km, pero la sorpresa que guarda es morrocotuda. Un kilómetro de bajada al que sigue otro de subida y que parece más largo con el sol pegando en la espalda y sin una brizna de aire. Le pregunto demasiado a Paco por el kilometraje y por lo que viene. Inconscientemente siempre motivado por el tiempo. De alguna manera lo de Somiedo aún lo tengo fresco. Afrontamos una segunda bajada en la que se ve el final de una pista forestal. Creo recordar que pasamos junto a una pequeña canalización construida en el siglo XVII, según indicaba una señal. Los pocos metros en los que entramos en la pista son llanos, cómodos y sirven para preparar las piernas para lo que viene. ¡240 m de desnivel en 900 m! Como El Despeñador lo refleja la topografía. ¡Qué manera de celebrar que acabamos de culminar la maratón de carrera! Desde el primer paso me dice Paco que vaya a mi ritmo. Se lo agradezco y, además es lo que tiene que ser porque tratar yo de ir al suyo me reventaría y si él me esperase, se cansaría innecesariamente. Así que a mi paso voy afrontando este muro. Son unos cuantos los corredores que se ven desfilando por esta pared, alguno incluso parado para coger aire y tratando de recuperar el resuello. Oigo los ánimos de Paco que ya se sitúa en un bloque de rocas superior. En un determinado momento la senda se vuelve vertical siendo el uso de la cuerda más que recomendable. Agarrando los bastones con una mano y aferrándome a la cuerda trato de forzar las piernas lo vemos posible en estos escalones. La mente se consuela con que cada paso de este tipo estoy salvando casi el metro de desnivel. Es un reguero intermitente de corredores en los que la mayoría apenas queremos levantar la cabeza y ver lo que nos queda. Recuerdo mi cara de incredulidad cuándo afirmativamente me contestó a Paco a la pregunta de: “¿tenemos que subir hasta ahí?”. Súbitamente la pendiente se suaviza en la entrada de un pinar con una pista. Apenas a unos metros está el avituallamiento. Necesito tumbarme y poner las piernas en horizontal.

Km 43,4 Pista 9h42’50”

Los voluntarios a los que quiero dar en esta crónica las gracias, reaccionan rápidamente - hasta el punto de darme apuro - para ponerme algo sobre lo que pudiera tumbarme. Entre tanto, Paco me ha guardado posiblemente el último plato de paella. ¡Qué ganas de comer en condiciones! Tras 15-20 minutos parados, y ya cumplidas las 10 horas de carrera, salimos en dirección al Clot de la Font. La salida por la senda es cómoda atravesando un llano y antes de encarar, de nuevo, la bajada hacia el valle de la Valldigna, la carrera atraviesa por uno de los lugares que más he disfrutado: unas ruinas de un castillo. No en vano, esa loma se denomina Loma del Castell. Media docena de fotos


seguro que se llevó este paraje. Resulta agradable conocer un lugar por primera vez y, además, no haberlo preparado. La sorpresa es aún mayor. Además, desde el castillo se ve que los siguientes kilómetros por los que avanza la carrera son los más cómodos de la misma. Llano y pista ancha. Primero, hay que poner atención en el primer tramo de bajada cuando se abandonan las ruinas por la presencia de arenilla y piedra suelta. Alcanzado el fondo del valle, y con una conversación amena y de carácter personal, llegamos casi sin darnos cuenta a la Clot de la Font.

Km 48 Clot de la Font

Avituallamiento en una fuente que invita al descanso, con lugares para sentarse, pero sin demasiado tiempo para ello. Cargamos agua y comemos algo. Trato siempre de obligarme a estar hidratado. El cansancio suele ser mal consejero para esto, aunque creo que en esta carrera me está yendo bastante bien este tema. Abandonamos la fuente continuando por el fondo del valle junto a campos de naranjos. Unos metros más antes de girar a la derecha para ascender el barranco de Cremades por su margen derecho. La tarde ya está avanzada y el calor está dejando de hacer mella. Al inicio de la subida, Paco se detiene para cargar su reloj y hablamos de que yo continúe a mi ritmo hasta que él me alcance. Comienza la subida en zigzag y veo un corredor unos metros por delante, viéndome bien en la subida le paso y continúo a buen ritmo. Vuelve a sorprender la capacidad que tiene el cuerpo que, por distintas motivaciones, rinde más de lo que uno podría esperar. En este caso creo estar en disposición de enumerar las siguientes: haber rebasado unos cinco participantes desde la salida de la fuente, no hacer esperar más a Paco y tratar de que me alcanzara lo más adelante posible, y sobre todo, apretar los dientes hasta que se hiciera de noche. Cerca de llegar al Pla de Campillo, una loma redondeada que supone la penúltima subida de la carrera, consigo alcanzar a otro corredor. Llevo buena marcha y miro hacia atrás viendo que Paco viene a un centenar de metros. ¡Al menos pudo hacer su subida a su ritmo! Aún quedan los últimos rayos de sol y no hay que aflojar. Tras un breve tramo por pista, de nuevo se sigue por una senda estrecha y pedregosa. En ocasiones, y durante toda la carrera, la vegetación me deja algún recuerdo en forma de arañazo.
Es en este tramo y antes del rodeo por el Pla de las Foyas donde ocurre el siguiente episodio desagradable a la vez que casi esperpéntico. La carrera de la media maratón tiene esta parte compartida con el recorrido de la ultra (al igual que en otros ha sido la maratón y la de 10 km) y quiso el destino que coincidiera con los dos primeros corredores de esta disciplina, que como ya os imagináis venían muchísimo más rápido que yo. La cuestión es que habiendo descrito como he hecho el recorrido de la carrera, de repente oigo voces pidiendo paso. Voces en la peor connotación que os podáis imaginar. Al medio minuto pasa el segundo con las mismas formas. ¡Cuánta oligofrenia! Y si bien esto es una valoración subjetiva, de forma contrastada y fehaciente os diré que esta actitud no tiene absolutamente nada que ver con la que nos encontramos con otros participantes que incluso iban entre los 10 primeros. Éstos pedían paso cuando pudiéramos e incluso te daban ánimos para terminar tu distancia. Afortunadamente, considero que esto es lo más extendido en el Trail. “¡Van cegados!"- me dice Paco después de gastarme él también la broma de pedirme paso a voces. ¡Jajá!
Terminamos de dar el rodeo al Pla de las Foyas y ya encaramos la bajada hacia el camino de servicio de la autopista donde está situado el avituallamiento. Aquí volvemos a trotar un poco, mientras nos van adelantado – como os decía- los siguientes participantes de la media maratón. El penúltimo obstáculo está salvado y llegamos al avituallamiento del Pas del Burro.

Km 58 Pas del Burro 13h17’16”

La noche ya está encima. Apenas quedan 8 km para terminar, pero incluyen un esfuerzo mental adicional. La gente de la media maratón va directamente al pueblo y le quedan 3 km. A nosotros… yo sólo sé que vuelvo a oír a Paco “por ahí arriba”. Parece que hay tiempo, pero de nuevo la noche y este último desnivel por las mentadas sendas pedregosas, hacen que en mi mente aparezcan los nubarrones que no hay en el cielo. Paco me vuelve a dar numerosísimos detalles de lo que me espera. Cuestas pronunciadas, descansitos que aprovechamos para comer. Vamos ganando altura y yo voy descontando metros. Ahora sí que descaradamente me va esperando dándome ánimos constantemente porque queda poco para conseguir el objetivo. Aún tengo fuerzas para prestarle atención en la historia que me cuenta de una piedra desprendida de un cortado. Pasó por la mañana y por la tarde, de vuelta, estaba caída. Parece que coronamos. Siempre parece. A lo largo de toda la carrera, salvo alguna excepción, lo que se culminan son lomas redondeadas que retrasan el descenso claro hacia el siguiente valle.
De hecho, en un último rodeo al Peñón de Ferragui adelantamos a un corredor del ultra. Voy ya casi sin fuerzas, pero al menos la marcha es parecida a la de los que quedamos en carrera. Volvemos a virar hacia el este, orientados hacia la meta, aunque aún no se inicia la bajada. Quedan unos cuantos cortos tramos de subida que me recuerdan que el rompe piernas no ha acabado. Afrontando la última bajada tengo que pararme a quitar una piedra de la zapatilla. ¡Qué dolor en las piernas para hacer según qué movimientos! A duras penas consigo volver a atármelas y reanudar la marcha. Un cuarteto que no sé muy bien de dónde salió ha venido siempre a un centenar de metros de nosotros y hemos conseguido mantener la distancia. Todo suma para mantener la moral. Muy directa la pendiente alcanzamos el camino de servicio de la autopista en seguida. Ya está hecho quedan unos 3 km a la meta. Paco sigue con su buena marcha y me obligo a trotar siguiendo su recomendación. Apenas consigo hacer 500 m. hasta el giro en el que nos encontramos con el camino que seguíamos saliendo de Xeraco hace ya hace casi 15 horas.
Un último paso por el lecho del barranco y llegada al asfalto. Nos juntamos con otro corredor de la media maratón que nos acompañará hasta el final y me anima a terminar trotando la carrera. Ahora sí que saco fuerza para hacerlo hasta el final.

Km 66,1 Meta (Xeraco) 15h07’03

Finisher del Mondúber Ultratrail. No me queda más que agradecer enormemente a Paco Belda su compañía, sus consejos, ánimos y el haberme esperado porque fácilmente hubiera tardado un par de horas menos. También agradecimiento a los magníficos voluntarios de la carrera.

También decir que las sierras que rodean el Mondúber comprenden una zona en la que me han sorprendido gratamente sus parajes naturales.