domingo, 5 de noviembre de 2017

Crónica Mondúber Trail 2017

Sábado 6 de la mañana. Xeraco. Todo listo para la salida del Ultra Trail del Mondúber. Los nervios de última hora me han hecho que no desayune demasiado. Y también que el reloj corrió muy deprisa mientras recogía el dorsal y me preparaba para los 66 km. Entretanto, ya me he reencontrado con Paco Belda que me presenta a unos cuantos compañeros de carreras.
Los primeros pensamientos destinados a cómo hacer la salida van dirigidos a salir tranquilo, con tiento, subrayando que esto es muy largo y, si me encuentro bien, ya habrá tiempo y espacio para correr más adelante.
La mayor parte de los 135 participantes reunidos en la salida comienzan muy ligeros y es que el llano asfaltado de Jaraco invita a ello. Rehuyendo a hacerlo me pongo a trotar hasta que con la llegada del primer sendero con algo de piedra en el lecho de un barranco provoca los primeros (y últimos) atascos. Ya en este primer kilómetro agradezco la compañía de Paco porque, siendo un extraordinario conocedor de la zona, me va contando los pormenores de por dónde irá la carrera. Al comenzar la primera subida hacia El Pla de la Vella (300 m.s.n.m.) ya nos encontramos cerrando la carrera. Transcurren 40 min hasta que alcanzamos un corredor. La subida es arbolada y con algunos tramos escalonados, nada que reseñar entre otros motivos porque las fuerzas aún están intactas. Anecdóticamente comentar que en uno de los virajes que hacía el recorrido, yo me lo salté y Paco justo detrás me advirtió de por dónde iba la senda. Lo curioso es que estimamos que le había pasado a una veintena corredores que luego nos volverían a adelantar. La bajada hacia Xeresa tiene su punto de concentración, más aún cuando no había amanecido. La entrada al pueblo elegida es por un tramo de acequia y, tras dar un pequeño rodeo por sus calles se encuentra el avituallamiento.


Km 9 Xeresa 1h34’53”



La parada en el avituallamiento es breve, cargar un poco de agua y tomar fruta y poco más. Comienza el plato fuerte del día: la subida al Mondúber. De nuevo, pasamos bajo la autopista y el camino asfaltado deja paso a una pista forestal bastante ancha. Conversamos con un chico que queda a nuestra altura hasta que empieza a molestarme una de las zapatillas en la zona del tendón y paró a ponerme algo que me lo proteja. En ese momento, los dos escobas pasan a mi altura. Volvemos a ser los últimos.
El día ya va abriendo y las primeras sombras se empiezan a perfilar. Ni siquiera ha sido necesaria la chaqueta a primera hora, así que se antoja que pueda hacer caloret. La subida asciende por el barranco dels Emboscats hacia el Corral de Milores. Creo entender que, en esta zona, como en Ademuz, estas construcciones hace mucho que quedaron a merced del paso del tiempo. En una nueva vaguada para cruzar el barranco, ya vemos un grupo de corredores asciendo a un ritmo inferior y nos encaminamos a la cresta por la que se subirá hasta la cima. En la zona de El Picayo se llega al fondo de saco de una pista. 30 m de descanso para tomar algo de comida y proseguir la subida. Esta segunda parte de la subida la afronto con mucha moral superando una quincena o veintena de corredores. Siempre, eso sí, preguntándome si luego lo pagaré, pero la verdad es que subir casi lo agradezco más que según por dónde se baje.
El tramo estrella de esta subida está aderezado con unas cuerdas para facilitar los pasos y es que algunos son verticales, pero otros apenas distan medio metro del abismo, así que las cuerdas no están de más. En la última parte aflojo el paso, llegando Paco un par de minutos antes al avituallamiento en la cima del Mondúber.

Km 16,5 Mondúber 3h17’11”

Punto culminante de la carrera. Impresionantes vistas. También he venido aquí para disfrutar de esto: de las vistas del mar. Pena que nuestro litoral esté tan edificado en algunos puntos. Dedico unos 5 minutos a recuperar, recargar, hidratarme y comer. Intento establecer rutina para luego no verme con una pájara.

Abandonando la cima por la pista asfaltada que sube hasta el repetidor, se ataja por una senda hasta que definitivamente se abandona por el camino de la cresta de la Peñalva. Aquí vuelvo a sufrir con el dichoso camino. No hay una sola pisada en plano. Las sendas no están desgastadas y las piedras sueltas cubren buena parte del suelo. De todas maneras, esta parte que recorre toda la cresta tiene unas vistas de 360º espectaculares. Razón por la que en repetidas ocasiones me detengo un instante a recordar el momento con alguna foto. Antes de llegar al collado de Peñalva, la senda de la cresta se ve truncada y nos hacen dar un rodeo con un centenar de metros de bajada que exigen máxima concentración por la arena y piedra suelta. El sendero regresa a la zona de cresta hasta el collado de la Peñalva. Desde aquí bajamos hacia la Cueva de la Galera donde un fotógrafo espera junto a su entrada donde la vegetación crece sorprendentemente densa. Le preguntó si hay pinturas rupestres y me contesta que algún grafiti. La carcajada entrecortada por el esfuerzo es inmediata. Desde esta zona ya se ve en el fondo del valle de la Valldigna a Simat con su monasterio. Buenas vistas. Las piernas van bien, aunque la mente siempre con una parte puesta en el reloj. Aquí tampoco voy a tener mucho margen. Me adelanto y tras bajar unos escalones, el camino pierde altura con zigzag y sin mucha pendiente con lo que puedo trotar unos kilómetros exceptuando las zonas con piedra mojada y algunos escalones que hay que salvar en el lecho del barranco. Al acercarnos a SImat por una carreterilla mi trote, como suele ocurrir, es más lento que el de otros que había adelantado en la bajada y me vuelven a pasar. Buen ambiente en Simat teniendo en cuenta la hora de la mañana que es. Avituallamiento situado a las puertas del Monasterio. Llego un poco antes que Paco que me sirve para recuperar algo porque sé que él parará poco.
Al llegar a la carretera que va a una de las urbanizaciones, de nuevo, llama la atención la vegetación que hay, y que con esta sequía haya rocas humedecidas por el rocío. Motivo por el que en algunas zonas más vale ralentizar el paso y dejar de trotar. En esta misma carretera se encuentra la fuente de Sirer en la que Paco aprovecha para coger agua.

Km 26,5 Simat 5h24’02”

Salgo del avituallamiento y mi decepción surge cuando veo que la carrera no pasa por dentro del monasterio. Un voluntario indica que la carrera es hacia la derecha. Yo, que no soy oriundo de la Valldigna, le digo que me desviaré un momento a hacer unas fotos. Ya que había llegado hasta aquí. Afortunadamente, en el momento elegido no hay nadie en los jardines, así que la tarea lleva poco tiempo. Al regresar a la calle, veo al voluntario vigilante en actitud de que ninguna oveja se salga del redil. Le doy las gracias y vuelvo a la altura de Paco camino de la ermita de Santa Ana.
Ahora es cuando va a empezar a entrar en juego la cabeza puesto que me adentro en un kilometraje que, por circunstancias, habitualmente no entreno. La subida por una calle asfaltada primero y luego de tierra es para calentarte las piernas. Lo más positivo es que habiendo guardado fuerzas y, aunque sea a ritmo de marcha, vamos alcanzando y adelantando a algunos corredores. En uno de los virajes Paco me anima a hacer una última foto de Simat con su monasterio. Ascendemos al collado de Les Foies y ahora el terreno es más suave, aunque siempre pedregoso. La salida a una pista forestal es un espejismo que dura apenas un centenar de metros.
Los siguientes kilómetros transcurren por la falda de estos cordales, siempre con el Mondúber de testigo de nuestro avance. Siempre sube y baja. Siempre con dificultad para trotar (y que merezca la pena). La cabeza empieza a avanzar más rápido que las piernas y el calor empieza a apretar cuando no sopla el aire. La humedad también la noto. Bien es cierto que, a estas alturas de la carrera, casi todos ya van en su sitio, así que apenas hay variaciones de puesto. Incluso vemos que recortamos al merme la distancia con un cuarteto que tenemos delante. Pasamos un par de corrales y seguimos haciendo virajes. Se siguen haciendo largos los kilómetros. Trato de mantener lo mejor posible la hidratación porque cuando no sopla el aire cuesta creer que estemos a las puertas de noviembre. Finalmente, en un llano vemos la carpa del avituallamiento escapándoseme una sonrisa tonta derivada del esfuerzo.
Km 37,5 Corral del Obrer 7h23’37”
A pesar de lo que mentalmente ha costado llegar hasta aquí, no demoramos mucho la parada. Tampoco voy con mucho margen y la salida del avituallamiento es cómoda por un sendero en ligera bajada. Aprovechamos para terminar de comer por el camino. La siguiente parada está a apenas 6 km, pero la sorpresa que guarda es morrocotuda. Un kilómetro de bajada al que sigue otro de subida y que parece más largo con el sol pegando en la espalda y sin una brizna de aire. Le pregunto demasiado a Paco por el kilometraje y por lo que viene. Inconscientemente siempre motivado por el tiempo. De alguna manera lo de Somiedo aún lo tengo fresco. Afrontamos una segunda bajada en la que se ve el final de una pista forestal. Creo recordar que pasamos junto a una pequeña canalización construida en el siglo XVII, según indicaba una señal. Los pocos metros en los que entramos en la pista son llanos, cómodos y sirven para preparar las piernas para lo que viene. ¡240 m de desnivel en 900 m! Como El Despeñador lo refleja la topografía. ¡Qué manera de celebrar que acabamos de culminar la maratón de carrera! Desde el primer paso me dice Paco que vaya a mi ritmo. Se lo agradezco y, además es lo que tiene que ser porque tratar yo de ir al suyo me reventaría y si él me esperase, se cansaría innecesariamente. Así que a mi paso voy afrontando este muro. Son unos cuantos los corredores que se ven desfilando por esta pared, alguno incluso parado para coger aire y tratando de recuperar el resuello. Oigo los ánimos de Paco que ya se sitúa en un bloque de rocas superior. En un determinado momento la senda se vuelve vertical siendo el uso de la cuerda más que recomendable. Agarrando los bastones con una mano y aferrándome a la cuerda trato de forzar las piernas lo vemos posible en estos escalones. La mente se consuela con que cada paso de este tipo estoy salvando casi el metro de desnivel. Es un reguero intermitente de corredores en los que la mayoría apenas queremos levantar la cabeza y ver lo que nos queda. Recuerdo mi cara de incredulidad cuándo afirmativamente me contestó a Paco a la pregunta de: “¿tenemos que subir hasta ahí?”. Súbitamente la pendiente se suaviza en la entrada de un pinar con una pista. Apenas a unos metros está el avituallamiento. Necesito tumbarme y poner las piernas en horizontal.

Km 43,4 Pista 9h42’50”

Los voluntarios a los que quiero dar en esta crónica las gracias, reaccionan rápidamente - hasta el punto de darme apuro - para ponerme algo sobre lo que pudiera tumbarme. Entre tanto, Paco me ha guardado posiblemente el último plato de paella. ¡Qué ganas de comer en condiciones! Tras 15-20 minutos parados, y ya cumplidas las 10 horas de carrera, salimos en dirección al Clot de la Font. La salida por la senda es cómoda atravesando un llano y antes de encarar, de nuevo, la bajada hacia el valle de la Valldigna, la carrera atraviesa por uno de los lugares que más he disfrutado: unas ruinas de un castillo. No en vano, esa loma se denomina Loma del Castell. Media docena de fotos


seguro que se llevó este paraje. Resulta agradable conocer un lugar por primera vez y, además, no haberlo preparado. La sorpresa es aún mayor. Además, desde el castillo se ve que los siguientes kilómetros por los que avanza la carrera son los más cómodos de la misma. Llano y pista ancha. Primero, hay que poner atención en el primer tramo de bajada cuando se abandonan las ruinas por la presencia de arenilla y piedra suelta. Alcanzado el fondo del valle, y con una conversación amena y de carácter personal, llegamos casi sin darnos cuenta a la Clot de la Font.

Km 48 Clot de la Font

Avituallamiento en una fuente que invita al descanso, con lugares para sentarse, pero sin demasiado tiempo para ello. Cargamos agua y comemos algo. Trato siempre de obligarme a estar hidratado. El cansancio suele ser mal consejero para esto, aunque creo que en esta carrera me está yendo bastante bien este tema. Abandonamos la fuente continuando por el fondo del valle junto a campos de naranjos. Unos metros más antes de girar a la derecha para ascender el barranco de Cremades por su margen derecho. La tarde ya está avanzada y el calor está dejando de hacer mella. Al inicio de la subida, Paco se detiene para cargar su reloj y hablamos de que yo continúe a mi ritmo hasta que él me alcance. Comienza la subida en zigzag y veo un corredor unos metros por delante, viéndome bien en la subida le paso y continúo a buen ritmo. Vuelve a sorprender la capacidad que tiene el cuerpo que, por distintas motivaciones, rinde más de lo que uno podría esperar. En este caso creo estar en disposición de enumerar las siguientes: haber rebasado unos cinco participantes desde la salida de la fuente, no hacer esperar más a Paco y tratar de que me alcanzara lo más adelante posible, y sobre todo, apretar los dientes hasta que se hiciera de noche. Cerca de llegar al Pla de Campillo, una loma redondeada que supone la penúltima subida de la carrera, consigo alcanzar a otro corredor. Llevo buena marcha y miro hacia atrás viendo que Paco viene a un centenar de metros. ¡Al menos pudo hacer su subida a su ritmo! Aún quedan los últimos rayos de sol y no hay que aflojar. Tras un breve tramo por pista, de nuevo se sigue por una senda estrecha y pedregosa. En ocasiones, y durante toda la carrera, la vegetación me deja algún recuerdo en forma de arañazo.
Es en este tramo y antes del rodeo por el Pla de las Foyas donde ocurre el siguiente episodio desagradable a la vez que casi esperpéntico. La carrera de la media maratón tiene esta parte compartida con el recorrido de la ultra (al igual que en otros ha sido la maratón y la de 10 km) y quiso el destino que coincidiera con los dos primeros corredores de esta disciplina, que como ya os imagináis venían muchísimo más rápido que yo. La cuestión es que habiendo descrito como he hecho el recorrido de la carrera, de repente oigo voces pidiendo paso. Voces en la peor connotación que os podáis imaginar. Al medio minuto pasa el segundo con las mismas formas. ¡Cuánta oligofrenia! Y si bien esto es una valoración subjetiva, de forma contrastada y fehaciente os diré que esta actitud no tiene absolutamente nada que ver con la que nos encontramos con otros participantes que incluso iban entre los 10 primeros. Éstos pedían paso cuando pudiéramos e incluso te daban ánimos para terminar tu distancia. Afortunadamente, considero que esto es lo más extendido en el Trail. “¡Van cegados!"- me dice Paco después de gastarme él también la broma de pedirme paso a voces. ¡Jajá!
Terminamos de dar el rodeo al Pla de las Foyas y ya encaramos la bajada hacia el camino de servicio de la autopista donde está situado el avituallamiento. Aquí volvemos a trotar un poco, mientras nos van adelantado – como os decía- los siguientes participantes de la media maratón. El penúltimo obstáculo está salvado y llegamos al avituallamiento del Pas del Burro.

Km 58 Pas del Burro 13h17’16”

La noche ya está encima. Apenas quedan 8 km para terminar, pero incluyen un esfuerzo mental adicional. La gente de la media maratón va directamente al pueblo y le quedan 3 km. A nosotros… yo sólo sé que vuelvo a oír a Paco “por ahí arriba”. Parece que hay tiempo, pero de nuevo la noche y este último desnivel por las mentadas sendas pedregosas, hacen que en mi mente aparezcan los nubarrones que no hay en el cielo. Paco me vuelve a dar numerosísimos detalles de lo que me espera. Cuestas pronunciadas, descansitos que aprovechamos para comer. Vamos ganando altura y yo voy descontando metros. Ahora sí que descaradamente me va esperando dándome ánimos constantemente porque queda poco para conseguir el objetivo. Aún tengo fuerzas para prestarle atención en la historia que me cuenta de una piedra desprendida de un cortado. Pasó por la mañana y por la tarde, de vuelta, estaba caída. Parece que coronamos. Siempre parece. A lo largo de toda la carrera, salvo alguna excepción, lo que se culminan son lomas redondeadas que retrasan el descenso claro hacia el siguiente valle.
De hecho, en un último rodeo al Peñón de Ferragui adelantamos a un corredor del ultra. Voy ya casi sin fuerzas, pero al menos la marcha es parecida a la de los que quedamos en carrera. Volvemos a virar hacia el este, orientados hacia la meta, aunque aún no se inicia la bajada. Quedan unos cuantos cortos tramos de subida que me recuerdan que el rompe piernas no ha acabado. Afrontando la última bajada tengo que pararme a quitar una piedra de la zapatilla. ¡Qué dolor en las piernas para hacer según qué movimientos! A duras penas consigo volver a atármelas y reanudar la marcha. Un cuarteto que no sé muy bien de dónde salió ha venido siempre a un centenar de metros de nosotros y hemos conseguido mantener la distancia. Todo suma para mantener la moral. Muy directa la pendiente alcanzamos el camino de servicio de la autopista en seguida. Ya está hecho quedan unos 3 km a la meta. Paco sigue con su buena marcha y me obligo a trotar siguiendo su recomendación. Apenas consigo hacer 500 m. hasta el giro en el que nos encontramos con el camino que seguíamos saliendo de Xeraco hace ya hace casi 15 horas.
Un último paso por el lecho del barranco y llegada al asfalto. Nos juntamos con otro corredor de la media maratón que nos acompañará hasta el final y me anima a terminar trotando la carrera. Ahora sí que saco fuerza para hacerlo hasta el final.

Km 66,1 Meta (Xeraco) 15h07’03

Finisher del Mondúber Ultratrail. No me queda más que agradecer enormemente a Paco Belda su compañía, sus consejos, ánimos y el haberme esperado porque fácilmente hubiera tardado un par de horas menos. También agradecimiento a los magníficos voluntarios de la carrera.

También decir que las sierras que rodean el Mondúber comprenden una zona en la que me han sorprendido gratamente sus parajes naturales. 

lunes, 7 de agosto de 2017

CRÓNICA DESAFÍO SOMIEDO 2017

Arco de Salida. Pola de Somiedo
Pola de Somiedo. 7:00 h. Después de que la banda de gaiteros haga sonar el Asturias patria querida, se pregona la cuenta atrás para la salida. Antes, contaros que tuve el dilema si hacer noche en casa (a 2 horas de Pola) o acercarme allí después de cenar para dormir un rato. Levantarme a las 4:00 o dormir regular, pero sin tener que conducir. Decidí lo segundo. Recogí la bolsa del corredor a las 6, desayuné y con los nervios ya en la piel, me dirijo al cajón a eso de las 6:45. Me coloco en la parte de atrás. Sé que voy a salir más a acorde con mi ritmo que lo que hice en Peñalara. ¡Vaya ambiente que respira Pola para ser las 7 de la mañana!
Se da la salida remontando el pueblo hacia la carretera que sube al puerto. En seguida, el trazado sale a una senda con mucho arbolado que, a tramos, se estrecha mucho y los de la parte trasera sufrimos los atascos. La carrera pasa por Gua y Caunedo donde también hay paisanos animándonos. Aún vamos todos con las pilas cargadas, y cada cuál buscando su marcha. Después del tercer tramo de asfalto, la senda marcha hacia la pedanía de La Peral, última población antes de Santa María de El Puerto. Decir que la organización corta el tráfico rodado para el paso de los corredores, lo que siempre da mayor seguridad.
De camino a La Peral
Una última subida y, ya entrando el sol en el valle, llego a La Peral.
La Peral. Km 6.7. 01:15:37
Abrevadero. Entre La Peral y Braña Viecha
A partir de aquí tengo curiosidad por ver por dónde nos lleva la carrera. He andado varias veces por Somiedo y esta parte no la conocía. Se sale por una pista, muy corrible y tras llanear un kilómetro y tener una entretenida charla con otros corredores, asciende hasta un collado que al coronar regala una panorámica de la Braña Viecha y parte del valle de Villar de Vildas. La bajada desde el Collado hacia la Braña Viecha resulta muy divertida. Será porque aún las fuerzas van bien. El día sale soleado, imposible disfrutar más del paisaje. Lanzo la mirada algo más lejos y va veo las casas de la braña. También se ven en el horizonte, literal, las siluetas de los que ya van camino del Cornín. “Poco voy a correr ya”- pienso.
Antes de la bajada contaros que hubo un corredor que se hizo una brecha en la cabeza. Debió tropezar con alguna piedra. Dos chicas que debían ir a su lado le socorrieron desde el primer momento y los que veníamos después fuimos llamando la atención de la persona de protección civil que se encontraba a unos cientos de metros en el collado. Entiendo que el accidente no fue a mayores.
Braña Viecha. Km 14,5. 02:14:37
No paro demasiado en el avituallamiento. De tiempo voy a ir justo y prefiero ir avanzando que parar demasiado. En la subida al puerto de la Paredona, engancho un grupo que veo que llevan buen ritmo y les puedo aguantar. Así descargo un poco la mente sobre qué paso llevar. Algunos repechos ya empiezan a costar… y ¡no llevo ni 20 km! es sólo el principio y lo que toca es subir por donde lo han hecho antes aquellas siluetas que veía. Va a haber que dosificar mucho, pero el tiempo de corte tampoco permite demasiadas alegrías. Empiezo a echar cuentas de cuánto margen voy a tener al llegar a El Puerto. Eso no quita para que saque unas fotos desde el collado, recupere un poco y afronte la subida al Cornín. Las vistas según se va ascendiendo descubren más y más picos en el horizonte. La senda sigue apretando con su pendiente mientras va sorteando matorral bajo. Llego a la cima, pero por donde siguen los participantes que me preceden no es precisamente para relajarse. Y es que desde el Cornín hay que crestear aún hasta llegar al punto culminante de la carrera: El Cornón, a 2188 m. Último esfuerzo, se oye animar a los que vamos llegando con griterío y un cencerro.
Llegando a Braña Viecha con El Cornín al fondo
El sol ya está lo suficientemente algo como para que hagamos sombra y amenaza con hacer calor. La llegada al collado esta vez
03:40:55. Impresionantes las vistas desde El Cornón. Ya voy justito. Sé que el mes anterior no he entrenado demasiado con la recuperación del GTP, pero el minuto que estoy parado en la cima no es para pensar en eso. Es para embriagarse de porqué me fascinan las montañas. ¡Qué tendrán que siempre se quiere volver!
Vistas de la Braña Viecha y parte del Valle de Villar de Vildas en las inmediaciones de El Cornín
 La bajada de El Cornón es técnica – al menos para mí – y hay que andar con cuidado. La calificación de “técnica” aprendí en esta carrera que depende de a quién le preguntes, así que seguiré manteniendo mi propio criterio, aunque para otros sea un paso marítimo. Tras esta primera parte más delicada, a ratos saco fuerzas para trotar, aunque los kilómetros pasan lentísimos. Pregunto a algunos de los voluntarios de la organización y las respuestas que recibo dejan siempre el objetivo más lejos de lo que creía. Después de un último collado ya se ven las casas de El Puerto. Aún hay tiempo para quitarme una de las zapatillas en la que se había colado arena. Con los pies voy muy bien. Los calcetines nuevos se están portando. Vuelvo a trotar por una pista pedregosa. Mirando el reloj parece que voy a llegar según lo previsto al control de El Puerto. Con unos 45 minutos sobre el corte.
El calor ya aprieta. Uno de los últimos voluntarios antes de llegar al garaje, me dice que hay ducha para refrescarse. 28 km y tengo la sensación de llevar 50. Medio centenar de personas se agolpa en una pared con vista de la carrera. Animan indicando el giro brusco a la izquierda y que el avituallamiento está aquí mismo.
El Puerto (Santa María). Km 28,3. 04:54:15
Bien montado lo tienen en el garaje. Sombra, ducha y avituallamiento completo. El primer cuarto de carrera está hecho. Está claro que los números no engañan. Casi el mismo desnivel que el GTP, pero en 35 km menos. Va a ser una carrera dura para lo que estoy acostumbrado. En cualquier caso, intento centrarme en la curiosidad de recorrer Somiedo por lugares donde no había estado. Ahora comenzaba el camino de Valle del Lago. Se abandonan las casas de El Puerto por un camino a la derecha, ascendiendo por unos prados donde las vacas mugen a modo de queja por el trasiego de gente que llevan viendo esta mañana. ¡Y eso que solo pasamos los de la UTDS! En algún caso, hay que andarse con atención al pasar entre ellas. El calor ya es bastante intenso. Es el precio que nos toca pagar por disfrutar de un magnífico día despejado.
Subida desde El Puerto
El camino sigue salpicado de voluntarios a los que –esto me resultó curioso- han entregado una tarjeta indicando en qué punto kilométrico se encuentra. Como suele ocurrir cuando el cansancio se hace ya ostensible, la cabeza avanza más rápido y cualquier atisbo de collado ahonda en el auto convencimiento de que ya vendrá la bajada. Aún habrá que rodear unas peñas según me informa uno de los compañeros de fatiga que pasa a mi altura en ese momento. Los kilómetros pasan muy despacio y el tiempo sigue su curso. Finalmente, el encuentro con uno de los voluntarios ya en la collada, indica el inicio de la bajada. Nuevamente, impresionantes vistas desde un balcón natural con Valle de Lago al fondo. La bajada hacia la braña de Solapeña no permite mucho margen de error, pero es espectacular. Como en otras ocasiones, recorrer algo por primera vez hace que se disfrute de una manera especial. La senda en ciertos tramos se ensancha, aunque el quitamiedos de alambre de espino no invita a la sensación de seguridad. La pendiente obliga a poner todos los sentidos en el camino, aunque procuro sacar momentos para otear el paisaje. En pequeños tramos la carrera sigue una pista forestal, aunque no es hasta la Braña de Sousas cuando esta enfila sin interrupción a Valle de Lago. Aquí aún llevo algo de fuerza para trotar algo más de un kilómetro hasta el avituallamiento.
Valle de Lago: encajonado entre montañas
Llego con unos 40 minutos de margen sobre el corte. Lo difícil es que en esta carrera los tiempos no se flexibilizan.
Valle de Lago. Km 38. 06:53:44
Aquí sí que necesito para un tiempo para comer y descansar. La parte que viene a continuación sé que se puede andar a buen ritmo e incluso correr. En el avituallamiento dejo una de las chaquetas que llevaba por la mañana, por quitar algo de peso. En esta ocasión sí que me acordé de coger los calcetines de recambio por si las moscas, aunque hasta ahora los pies no me estaban dando ningún problema. En este aspecto sí que estaba muy contento.
Salgo tratando de ir concentrado con el ritmo que llevo y al cabo de unos minutos consigo alcanzar y superar a un par de corredores antes de llegar al Lago del Valle, afortunadamente la organización eligió el camino que indica Sombra para este día. Poca más se iba a tener ya porque el arbolado en esa zona ya iba a ser escaso. Al llegar al lago y ver la carpa del avituallamiento, paré un momento a fotografiar el entorno. Otro momento lo dediqué a descansar mientras recuperaba líquido con la ayuda de los voluntarios que estaban allí. Agradecerle también a una de las chicas que me prestase su móvil para hacer una llamada, yo llevaba casi toda la carrera sin cobertura. Justo al lado, había gente bañándose y algo de envidia sí que me dieron. Pregunté por el tiempo a La Farrapona, tenía dudas de si llegaba y me dijeron que tardaba lo mismo que de Valle de Lago al Lago. 1 h y 20 min entonces.
Ascendiendo por la ladera norte del valle, las fuerzas ya están en la reserva. El ritmo no es tan alegre como en la primera parte y es que la pendiente aquí sí es más pronunciada. La llegada al altiplano que hay camino al conjunto lacustre de Saliencia hace que se confirme que ya no puedo siquiera trotar. Pierdo alguna posición y me resulta imposible seguir el ritmo de los que se van alejando camino del collado donde está el desvío al Lago Cerveriz y Calabazosa.
Lago del Valle, mientras se asciende hacia el complejo lacustre de Saliencia
El cuádriceps también va cargado, arrastrando las molestias del GTP, y por más que quiera no hay manera de echar a trotar. Así que no me queda otra que ir al ritmo que buenamente pueda y ver qué hacer en La Farrapona. Con la llegada al collado desde el que se divisa el Lago de la Cueva, incremento un poco el ritmo hasta llegar a él. Hay un buen grupo de gente animando y al preguntar la hora ya se me había ido parte del margen que tenía. Unos últimos metros hasta llegar a La Farrapona, doy ánimos a un corredor que adelanto, pero me dice que tiene la decisión tomada. Que se queda allí. ¿Y yo? ¿Qué hacer? Llego al Alto de La Farrapona con unos 20 minutos de margen. Realizando el trayecto en unas 2 h 50 min desde Valle de Lago, pero, claro, hay que sumar el tiempo que estuve en el avituallamiento.
Farrapona. Km 53,3. 10:25:00
En el avituallamiento, además de ser completo, tienen una carpa con fisioterapia. Nada más llegar y antes de comer nada, pregunto si el fisio está por ahí. En la camilla me podía haber quedado un buen rato, la verdad. Me descarga lo que puede el cuádriceps. Ya no tenía mucho remedio. Desde aquí darle las gracias y manifestar el acierto de la organización de poner fisioterapia en carrera (ya la había visto en Valle de Lago). Comí y bebí para salir de allí y encarar la subida a Los Bígaros no sé muy bien de qué manera. Aunque, sólo eran 400 m de desnivel aquella cresta se elevaba como si fuera un kilómetro vertical que ascender. Bajaba un chico que animaba a los pocos (y últimos) que quedábamos subiendo sobre las vistas y que, no era baladí, corría el aire. Una vez que se abandona la senda en el matorral y se avanza por la roca, los pasos delicados se suceden y con 55 km en las piernas, algún traspié patoso sí que tengo. Cuando la mirada no está en el camino, no sabe dónde ir. A cada lado es más bonito el paisaje.
Camino a Los Bígaros. Vistas del valle de Saliencia
La sucesión de montañas es interminable: desde las Ubiñas hasta el límite del concejo de Cangas del Narcea, por poner dos ejemplos. El cresteo que da algo de vértigo en algún punto es impresionante. ¡Ojalá pueda volver a hacerlo algún día sin estar tan cansado! Hay control en Los Bígaros.
Los Bígaros. 11:21:42
Tiene mérito también llevar toda esa infraestructura hasta allí. La bajada también tiene su miga y con el cansancio, más atención hay que poner. De camino a la Braña de la Mesa la bajada es por un prado que, debido a la cantidad de corredores que han pasado antes, tiene marcado el trazado que han ido siguiendo. Aquí también mucha atención con los tobillos porque las fuerzas nulas en los cuádriceps hacen que sean los que sostienen la verticalidad. En la Braña de la Mesa pensé que el camino a Saliencia iba a ser más sencillo, por el Camín Real, pero se desvía por una senda muy bonita y pedregosa que discurre junto a un arroyo. En todo este tramo ya he ido casi en solitario, habiendo solo 4 o 5 participantes por la zona. De hecho, alguno de ellos aprovecha un remanso de este arroyo para refrescarse. Aún hace bastante calor. La senda termina entrando en un espectacular arbolado con su ansiada sombra, pero el pueblo de Saliencia aún no lo veo. La llegada a la carretera es aproximadamente medio kilómetro antes del control y apenas me quedan unos minutos para llegar a tiempo. La gente se reúne en los cruces para animar, aunque yo ya lo tengo decidido. Tras casi 14 horas de carrera, llego a Saliencia con un par de minutos de margen sobre el corte y con las piernas vacías. Hubiera podido seguir, pero no llegar a tiempo al siguiente. Lourdes me dio ánimos para que no me rindiera, pero ya bastante hizo por logística quedándose unas cuantas horas en Pola, y no tenía sentido andar un par de horas más para llegar fuera de tiempo al siguiente control.
Saliencia. Km 61,2. 12:45:12
Me retiro. Pensé y repensé la decisión. Llegué a la conclusión que con el tiempo que daban no era factible. Hubiera seguido si el margen, como en otras carreras, se va flexibilizando con el paso de los kilómetros. Creo que me faltaron un par de horas.
Quisiera agradecer también al voluntario que nos bajó a los que nos retiramos en Saliencia. No tuvimos que esperar demasiado y tuvo el detalle de pararme en la entrada de Pola – en lugar de la meta- donde vi a Lourdes que estaba dando un paseo.
Ojalá algún día pueda volver y quitarme la espina. También sé, que con lluvia, dudo que fuera capaz de terminarla.




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miércoles, 5 de julio de 2017

CRÓNICA GRAN TRAIL PEÑALARA 2017

Sentándome a escribir esta crónica, me sale decir que va a ser distinta. No en el plano deportivo, sino en el emocional.
Y es que plantearse una carrera de tales características como yo lo hice, tienta a consagrar las sensaciones menos positivas, dejando en el rincón las mejores. Vamos al lío.
Navacerrada. Tres años después la salida en esta misma plaza tiene lugar cerca de la medianoche (23:30) del viernes. Llego con la tranquilidad haber experimentado anteriormente estos momentos y los nervios se mantienen a raya. He cenado en casa y la sensación a la hora de salir es de ligereza, incluso de que no me va a faltar mucho para tener hambre.
Pasada la espera y el control, me sitúo en el cajón más adelante que hacer tres años.
Dan la salida y, como era de esperar los corredores salen corriendo a buen ritmo como para ser una carrera de 119 km (oficiales 114). Llevo en la cabeza la idea de que lo puedo hacer mejor que hace tres años y me animo a salir trotando. Mantengo tal actitud en los primeros 2 o 3 km de subida hasta adentrarnos en el pinar de La Barranca. Sí comienzo a percatarme de que al haber salido más rápido, la gente va mucho más ligera. Llego a la fuente de La Campanilla donde aprovecho para tomar un trago de agua y al comenzar la subida al collado del Piornal no hay atasco. Recuerdo haber estado parado aquí al acceder al sendero.
Durante la subida a La Maliciosa, trato de autoconvencer de no adelantar, apenas sirve y el esfuerzo de tres o cuatro zancadas largas, no compensa. El corazón vence en un par de ocasiones. Sorprendente (por donde entonces iba colocado) la vista hacia el fondo del valle de La Barranca en una de las revueltas del camino donde los centenares de frontales iluminaban la ascensión.
Al llegar al collado sigo andando y, durante el llano que precede la última parte de la ascensión, me irán adelantando. Se nota que no es mi sitio en carrera. Miro el reloj un par de veces y, con La Maliciosa ya a la vista, veo que va a ser una subida bastante más rápida que en 2014. El control está situado justo en la cima, otra cosa que ha cambiado. Igual que la meteorología. A pesar de ser madrugada y de que algo de aire corre, con el calentón de la subida ni me planteo ponerme una chaqueta.
Maliciosa 1:37:55
Inicio la bajada. Esa bajada de desamores. Que te exige al máximo y que te otorga mucha satisfacción cuando la has superado. Me va a adelantar hasta el apuntador llevo como prejuicio en mi mente. Así comienza siendo, pero mi grado de sorpresa va en aumento cuando en la parte más complicada (donde ya se ve y se tienen ganas de llegar a Maliciosa Baja) empiezo a remontar alguna posición. No me lo creo. Metido en la mitad de la carrera y, en bajada, voy a buen ritmo. Esto sí que me da confianza, confianza, mucha conf… Es en ese momento cuando el culetazo sobre una piedra me devuelve al mundo real. Menos mal que con los bastones este tipo de caídas suelen ser más a cámara lenta. Me levanto ya con los pies en la tierra. Aún habría otro susto con un tobillo un poquito más adelante. Esto si es más preocupante porque una molestia en los siguientes pasos puede significar la retirada.
Pasada La Maliciosa Baja y el primer cruce con la pista de las Zetas nos adentramos en el pinar por una senda bien marcada y transitada, de piso firme donde se puede correr muy bien. Buen detalle de la organización poner una cuerda en el talud que accede a la pista. Es un paso que cuando lo haces andando hay que poner atención. Perderé unas cuantas posiciones por estar fuera de mi sitio. Recuerdo que buena parte de esta bajada la hice andando por la hilera de corredores que estábamos en la parte trasera de la carrera. Con fuerza todavía para llegar a Canto Cochino llego al control una media hora antes que en el 14.
Canto Cochino 3:00:14
Primer avituallamiento. No paro mucho y trato de coger un ritmillo para la hoya de San Blas. En la subida al collado de La Pedriza, me encuentro que he gastado bastante y en los tramos de menos pendiente los grupos de corredores me adelantan uno tras otro. Era algo esperable. Peor es las cuentas que empieza ya (a 95 km de meta) que empieza a echar mi cabeza. Y es que quisiera que la familia viniera a la línea de meta y si no recorto más tiempo, se hará demasiado tarde el sábado. Es un error pensar a tan largo plazo. Esto también viene motivado, quizás, por la frustración que supone que le recorrido sea distinto y, por tanto, no se pueda comparar. Pretendiendo no ser repetitivo, diré que este pensamiento en la hora de llegada a la línea de meta permanecerá, prácticamente, hasta que acabe para mí la carrera.
Con estos cálculos, por la gran Cañada de La Pedriza, me llevo el gran susto de la noche, el tobillo derecho se dobla y esta vez el latigazo ha sido mayor, el agobio en esos momentos copa mi mente deseando al mismo tiempo que pueda seguir andando sin dolor. Por suerte, se quedó en eso, en un susto. Llego a lo que creo recordar como el collado de La Pedriza y no hay control. En la bajada posterior, ya veo que puedo poner la mente en la pista forestal que va al Hueco de San Blas. En la entrada donde está situada la singular Peña El Berrueco, hay unos voluntarios, pero no es el avituallamiento. Aún quedarían 3 km donde la mente debe trabajar.
Hueco de San Blas 5:10:53
El recorrido de la hoya de San Blas permite correr cualquier día que salgas al campo. Hoy yo ya voy justo, pero no me puedo relajar porque el siguiente punto es el crucial en la carrera. El límite de control está justo. Este también ha sido uno de los motivos por los que hacer los primeros 20 km de la carrera a un buen ritmo. Para no llegar mirando la hora.
Se forma cierto grupo de corredores en la parte final de la hoya y se consolida en el giro de la casa forestal. En esa subida media docena de corredores me preceden y les trato de seguir el ritmo. Al salir a la pista forestal algunos echan a trotar. Yo hace tiempo que prefiero mantener, siempre que pueda, un paso más constante. Ya amanece. Y ya tenía ganas de quitarme el frontal y el buff y que las meninges dilataran. Durante la última ascensión antes de llegar al puerto, un fotógrafo nos espera, no sé si para sacarnos con nuestra mejor cara. Ya asoma el sol que nos hace disfrutar de las vistas del valle de Miraflores de la Sierra. Coches aparcados ya indican que estamos casi arriba. Justo en el puerto unos voluntarios nos esperan. Pregunto por el control y me dicen que en el avituallamiento. A 1 km. Para los primeros esta distancia no será gran cosa, pero para los que vamos con el crono justo, no parece razonable que el control lo retrases un kilómetro. Ponlo en el puerto y luego indicas que el avituallamiento está a esa distancia. Como hacen en Ademuz con el Alto de Barracas. Recorro ese kilómetro pasando por la fuente del Cossío hasta el albergue. Con media hora de margen. Ya con ganas de coger una silla.
Puerto de la Morcuera 7:54:57
Salvado el primer control delicado, queda no relajarse mucho en la bajada a Rascafría. Unos 13 km. Los últimos tres por el paseo llano desde el Monasterio de El Paular hasta el pueblo. Desde luego las sensaciones en cuanto a fuerza no han mejorado y, encima he comenzado a tener molestias en el pie derecho con las ampollas. El calcetín se ve que ha dicho basta y ha hecho aguas con lo que la tierrecilla me estaba entrando en el pie. Al salir desde el refugio y enganchar la pista de El Purgatorio, aún daré un buen rodeo hasta la curva de donde se salía hace 3 años. Me cuesta empezar a correr. Y aquí no queda otra, como sea hay que hacerlo. Me sigue adelantando gente. Mi trote (debido a que ya voy en la reserva) es más bien de los últimos de la carrera. Se van sucediendo las curvas, remonto la loma de El Purgatorio (andando) y encaro la segunda parte de la bajada. Aquí encuentro referencias de algunos corredores, pero en la parte donde la pendiente se suaviza, les pierdo. Una vez llegado al fondo del valle, vuelvo a caminar, aunque hago un último esfuerzo mental para correr desde Las Presillas hasta el Puente de El Perdón. En el camino al polideportivo, haré compañero de viaje durante un par de kilómetros en una entretenida charla. Me veo ahora con un gramo de fuerza para volver a correr hasta la curva que sube al polideportivo.
Rascafría 10:08:10
Otros 20 puestos perdidos y 140 con respecto al paso de La Maliciosa. Anecdótico, pero que indica mi planteamiento de carrera. Está saliendo un poco regular. Me centro en no parar demasiado aquí, aunque tumbarse en el césped se antoja inevitable. El estómago empieza a pedir alimento fresco, y a pesar de los montados de jamón que te sirven, lo que me entra es la sandía. ¡Me tomaba una entera! Hago también cambio de camiseta, por una que no tiene mangas para ir algo más fresco con el calor que va a apretar, sin embargo, el gran fallo lo cometo al no cambiarme el calcetín. Pienso que con el compeed en el pie va a ser suficiente, pero peor aún es que no me los lleve en la mochila. ¡Qué desastre! Tengo la cabeza en la meta, y así no puede ser. Con la sensación de que me entretengo menos tiempo, salgo caminito al Puerto del Reventón.
Aquí ya casi todos los del GTP vamos parecidos, entre nosotros, se entremezclan con un ritmo muchísimo más ligero los corredores del TP60. “Dorsal verde, no cuenta” – pienso. Recupero sensaciones en la subida, hago grupo con 4 o 5 corredores y en un par de kilómetros veo que puedo un poco más y les dejo. El pie me vuelve a molestar. Me reprocho el olvido. Recuerdo que la senda por la que transito acaba en la pista que sube al avituallamiento. Ese será el punto fijado mentalmente hasta donde apretar. Cuando lo encuentro, una roca plana me sirve de silla para ver el estado del pie y quitarme la arenilla. Durante la parada en boxes, los compañeros de la primera parte de la subida me vuelven a pasar. Según me incorporo para salir, vuelve a demandar el sitio otro corredor en la tentadora roca.
El tramo de pista hasta el avituallamiento es como lo recordaba: eterno. Se suceden las revueltas, pero no termina de aparecer la carpa. Voy cogiendo referencias de corredores y no pierdo distancia con respecto a ellos, aunque tampoco soy capaz de recortarles. El sol ya está alto y, aunque una nube nos dio unos minutos de tregua, se espera un día sofocante. Desde aquí ya se divisa Peñalara, al fondo, tan lejos, tan alto. Afortunadamente, el reloj ya no aprieta tanto.
Alcanzado el avituallamiento del Reventón (no hay control ni aquí ni en el puerto) vuelve a ser apreciada una silla. Los voluntarios son para deshacerse en halagos porque en muchas ocasiones te llevan la bebida donde estás sentado.
Junto a la Laguna de Los Pájaros
Un último esfuerzo y se corona el puerto. Dando paso al tránsito por la cuerda hasta la Laguna de los Pájaros. Aquí vuelvo a coger algo de ritmo y parece que voy en línea con los corredores que me preceden. Llegado al puerto de Los Neveros (irónico nombre para el día que hace) se desencadena un esfuerzo mental adicional. Y es que habrá que volver aquí después de haber coronado Peñalara. Remonto la última loma hasta la Laguna de los Pájaros. Precioso lugar extraordinariamente protegido por la presión que ejercemos los humanos con nuestro comportamiento. La mente sigue puesta en no llegar demasiado tarde a meta para que pueda venir la familia, pero el cuerpo va por otro lado y no ve claro que pueda subir y bajar de Peñalara. Así que, junto a la voluntaria situada cerca de la laguna y sus reconfortantes ánimos, paro a beber y a comer tranquilamente. Ahora ya solo queda el último empujón. La pendiente se endurece en busca de la cara norte del Risco de los Claveles. Me viene a la mente las salidas en Asturias con pendientes de casi el 100% donde los gemelos aguantaban y aquí lo agradezco. Eso, y lo que había descansado antes de iniciar la subida. El paso por Claveles con cuidado. Un corredor se sitúa detrás de mí y me dice que pisará donde yo lo haga, que tiene vértigo. Por ponerle humor a la situación, le digo que si ve que me resbalo que ahí no ponga el pie. Peñalara ya está ahí y ahora queda el camino de vuelta. 

Peñalara 14:48:10
La carrera vuelve por el mismo trazado hasta el Puerto de Los Neveros. El doble paso por Claveles hace que pierda bastante tiempo en comparación con el recorrido de 2014 y empiezo a no ver muy factible que la familia pueda estar en meta. Al llegar de nuevo a la Laguna de los Pájaros con bastante más ánimo, ciertamente al ver que aún hay corredores que van subiendo, vuelvo a repetir ritual y dedico unos minutos a avituallarme parado, descansando y escuchando los ánimos de la voluntaria para aquellos que inician la ascensión.
Puesto en marcha de nuevo en el cruce de bajada ya hacia La Granja la senda por la que se desciende no resulta especialmente cómoda. Los piornos invaden buena parte de la anchura del camino llegando en algunos puntos a taparlo. En este primer tramo bajo prácticamente solo. Una vez adentrados en el pinar buscando ya el agua del avituallamiento avanzado del Raso del Pino la senda se ensancha hasta convertirse en una pista forestal. Llegado al mencionado puesto, la cabeza va más rápido que las piernas y pregunta cuánto queda a La Granja. No atiendo a la respuesta. Demasiados para un espíritu en exceso impaciente en estos momentos. De nuevo variaciones en el recorrido de bajada que nos conduce por una pista asfaltada a tramos y en la que me obligo a correr, a un ritmo bastante aceptable para lo que pudiera esperar. Los cuádriceps no están para tanto y avanzo con la sensación de que un pequeño fallo en la contracción de alguno de ellos me llevará de bruces contra el suelo. Un pequeño repecho y encuentro una senda ya más acorde con lo que recordaba. Más estrecha, buscando la parte trasera del palacio. Un último paso por un arroyo (la pasarela de madera estaba destruida) y llegamos a la pista que baja desde El Reventón. Un par de kilómetros y con el ánimo de la gente se llega al punto de control de La Granja.
La Granja 16:55:28
En el avituallamiento de La Granja hay prácticamente de todo, aunque sólo me entra comer fruta. No soy capaz de echarme un plato de pasta. Supongo que también influido por los nervios de saber que se va acercando la hora de si llegaré muy tarde a meta. Porque, salvo lesión, sé que he hecho lo más complicado. Con la sensación de volver a no entretenerme demasiado en la parada salgo camino a la Casa de la Pesca. El trazado que viene ahora no es complicado, un sendero bonito donde ahora lo que cuenta son las fuerzas que te quedan. Antes de abandonar el pueblo 4 ó 5 corredores me adelantan y trato de no perderles. Cada uno con su ritmo se van alternando las posiciones de cabeza y yo, apretando un poco los dientes en esos momentos en los que la musculatura aún está agarrotada por la parada, consigo no perderlos. Incluso me uno al grupo en la llegada a Valsaín. Y una vez dentro del sendero de las Pesquerías Reales los recuerdos me juegan una mala pasada queriendo recordar que la casa está más cerca de lo que realmente está. De hecho 2 o 3 kilómetros antes, junto a un antiguo puente, un grupo de voluntarios de la organización ofrecía agua por si íbamos un poco justo. Pregunté la distancia y no terminé de medir muy bien. Iba con menos agua de lo que creía. El puente que cruzaba el río tras pasar Los Asientos y Boca del Asno parecía no llegar nunca. En el momento en el que vi cruzar a los que me precedían apuré el último trago que me quedaba.
Casa de La Pesca 19:39:39
Aquí sí que me encuentro un poco más agotado si cabe. Tengo que tumbarme un momento. Me preguntan si va todo bien o si me mareo, contesto que sin problema. Cansancio, solo cansancio físico y mental porque el dichoso avituallamiento lo buscó mi mente mucho antes de donde se encontraba. Ahora toca poner la vista en el Arrastradero. Buena subida de cinco tramos en los que, después de 100 km, mejor no mirar hacia adelante.
La salida de la Casa de La Pesca se hace por pista asfaltada. Terreno fácil en el que ya son las pocas fuerzas que nos quedan a los que andamos por ahí las que determinan si se pierde o se rasca algún minuto. Después de coronar una pequeña loma y cruzar un arroyo que viene con bastante agua para lo que he ido viendo durante todo el día, empieza la subida dura hasta la Fuente de La Fuenfría. Aquí cada uno se pone a su ritmo, como buenamente puede. Las distancias se hacen eternas y ver, de repente, al que llevas delante sube la moral, pero el hecho es que aún queda lejos llegar al lugar por donde va. Cuatro, cinco tramos, y ya se oyen los ánimos de los voluntarios que están en la fuente. Ha sido menos de lo esperado. Ya saco la conclusión de cuanto más empinado el terreno, mejor porque no se puede correr. Llegada a la fuente y vacío lo que me quedaba de Aquarius de la botella que saqué de la bolsa de Rascafría.
Fuente de La Fuenfría 21:00:13
Un rato de reposo y vuelta a calcular a la hora a la que puedo llegar. ¡Ay, cuánto gasto mental! El Camino Schmidt con sus abarrotadas mañanas se muestra solitario, casi íntimo, al caer la noche. Apenas un pequeño grupo que venía de Siete Picos fue toda la gente que vi que no pertenecía a la carrera. La Casa del ejército de Artillería cuando aparece se muestra retadora poniendo a prueba por penúltima vez la mente de los corredores. Aún queda una subida. Nada comparable a lo recorrido, pero exige viendo ya el final cerca. Me llama la atención ver un árbitro de la carrera por el camino. Entiendo que para supervisar la compañía de los corredores. Cruce por la pista de esquí del Telégrafo y llega a la parte asfaltada donde se llega en un par de minutos al Puerto de Navacerrada. No tengo intención de parar y seguir directamente, pero en este año, te tienen que tomar nota en Venta Arias, así que aprovecho también para tomar algún fruto seco y sandía.
Salgo del Puerto de Navacerrada hacia la loma del Emburriadero. Los últimos 30 metros de desnivel positivo de la carrera. La noche ya está encima. La hora de retraso en la salida hará que esta vez la bajada por el valle de La Barranca la haga parcialmente de noche. En la primera parte de la bajada me veo con fuerzas y me conozco el terreno, aunque también ha habido alguna variación en el trazado. Adelanto unos cuantos corredores que me preguntan si toda la bajada tiene tanta piedra. Voy un poco justo de agua y me acuerdo de que, teóricamente, pasaré por la Fuente Mingo, ya enlazando con la pista forestal. Cuando llego a ella, creo que alguien que no sé si se habría percatado de su existencia, también aprovecha para llenar bidón. En la pista que conduce al parking, ya voy algo justo de fuerza y tampoco tengo confirmación de que la familia esté en meta. ¡Sólo me quedaba que llegase antes que ellos! Al llegar al parking no hay control como hace tres años. Los últimos 3 km se recorren demasiado rápido en la cabeza y el trote pesado que llevo no es precisamente veloz. Todos los que adelanté en la primera parte de la bajada, recuperarán su posición. Al llegar ya a la rotonda de la piedra tengo confirmación de que la familia está en meta. Tranquilamente y tratando de disfrutar al máximo el momento, jaleado por el ánimo de la gente que está en las terrazas. ¡Cuánto se agradece y cómo reconforta! La familia espera en meta y, lo que más deseaba, entra conmigo en línea de meta una personilla muy especial.
Navacerrada 24:07:42
Media hora más que en 2014 haciendo 5 km más y terreno más técnico.
Contento a medida que han ido pasando los días y poniendo la mente en Somiedo. Tengo ganas de correr en mi querida Asturias.