Sábado 6 de la mañana. Xeraco.
Todo listo para la salida del Ultra Trail del Mondúber. Los nervios de última
hora me han hecho que no desayune demasiado. Y también que el reloj corrió muy
deprisa mientras recogía el dorsal y me preparaba para los 66 km. Entretanto,
ya me he reencontrado con Paco Belda que me presenta a unos cuantos compañeros
de carreras.
Los primeros pensamientos
destinados a cómo hacer la salida van dirigidos a salir tranquilo, con tiento,
subrayando que esto es muy largo y, si me encuentro bien, ya habrá tiempo y
espacio para correr más adelante.
La mayor parte de los 135
participantes reunidos en la salida comienzan muy ligeros y es que el llano
asfaltado de Jaraco invita a ello. Rehuyendo a hacerlo me pongo a trotar hasta
que con la llegada del primer sendero con algo de piedra en el lecho de un
barranco provoca los primeros (y últimos) atascos. Ya en este primer kilómetro
agradezco la compañía de Paco porque, siendo un extraordinario conocedor de la
zona, me va contando los pormenores de por dónde irá la carrera. Al comenzar la
primera subida hacia El Pla de la Vella (300 m.s.n.m.) ya nos encontramos
cerrando la carrera. Transcurren 40 min hasta que alcanzamos un corredor. La
subida es arbolada y con algunos tramos escalonados, nada que reseñar entre
otros motivos porque las fuerzas aún están intactas. Anecdóticamente comentar
que en uno de los virajes que hacía el recorrido, yo me lo salté y Paco justo
detrás me advirtió de por dónde iba la senda. Lo curioso es que estimamos que
le había pasado a una veintena corredores que luego nos volverían a adelantar.
La bajada hacia Xeresa tiene su punto de concentración, más aún cuando no había
amanecido. La entrada al pueblo elegida es por un tramo de acequia y, tras dar
un pequeño rodeo por sus calles se encuentra el avituallamiento.
Km 9 Xeresa 1h34’53”
La parada en el avituallamiento es breve, cargar un poco de agua y tomar fruta y poco más. Comienza el plato fuerte del día: la subida al Mondúber. De nuevo, pasamos bajo la autopista y el camino asfaltado deja paso a una pista forestal bastante ancha. Conversamos con un chico que queda a nuestra altura hasta que empieza a molestarme una de las zapatillas en la zona del tendón y paró a ponerme algo que me lo proteja. En ese momento, los dos escobas pasan a mi altura. Volvemos a ser los últimos.
El día ya va abriendo
y las primeras sombras se empiezan a perfilar. Ni siquiera ha sido necesaria la
chaqueta a primera hora, así que se antoja que pueda hacer caloret. La subida asciende por el barranco dels Emboscats hacia el
Corral de Milores. Creo entender que, en esta zona, como en Ademuz, estas
construcciones hace mucho que quedaron a merced del paso del tiempo. En una
nueva vaguada para cruzar el barranco, ya vemos un grupo de corredores asciendo
a un ritmo inferior y nos encaminamos a la cresta por la que se subirá hasta la
cima. En la zona de El Picayo se llega al fondo de saco de una pista. 30 m de
descanso para tomar algo de comida y proseguir la subida. Esta segunda parte de
la subida la afronto con mucha moral superando una quincena o veintena de
corredores. Siempre, eso sí, preguntándome si luego lo pagaré, pero la verdad
es que subir casi lo agradezco más que según por dónde se baje.
El tramo estrella de esta subida
está aderezado con unas cuerdas para facilitar los pasos y es que algunos son
verticales, pero otros apenas distan medio metro del abismo, así que las
cuerdas no están de más. En la última parte aflojo el paso,
llegando Paco un par de minutos antes al avituallamiento en la cima del
Mondúber.
Km 16,5 Mondúber 3h17’11”
Punto culminante de la carrera.
Impresionantes vistas. También he venido aquí para disfrutar de esto: de las
vistas del mar. Pena que nuestro litoral esté tan edificado en algunos puntos.
Dedico unos 5 minutos a recuperar, recargar, hidratarme y comer. Intento
establecer rutina para luego no verme con una pájara.
Abandonando la cima por la pista asfaltada que sube hasta el repetidor, se ataja por una senda hasta que definitivamente se abandona por el camino de la cresta de la Peñalva. Aquí vuelvo a sufrir con el dichoso camino. No hay una sola pisada en plano. Las sendas no están desgastadas y las piedras sueltas cubren buena parte del suelo. De todas maneras, esta parte que recorre toda la cresta tiene unas vistas de 360º espectaculares. Razón por la que en repetidas ocasiones me detengo un instante a recordar el momento con alguna foto. Antes de llegar al collado de Peñalva, la senda de la cresta se ve truncada y nos hacen dar un rodeo con un centenar de metros de bajada que exigen máxima concentración por la arena y piedra suelta. El sendero regresa a la zona de cresta hasta el collado de la Peñalva. Desde aquí bajamos hacia la Cueva de la Galera donde un fotógrafo espera junto a su entrada donde la vegetación crece sorprendentemente densa. Le preguntó si hay pinturas rupestres y me contesta que algún grafiti. La carcajada entrecortada por el esfuerzo es inmediata. Desde esta zona ya se ve en el fondo del valle de la Valldigna a Simat con su monasterio. Buenas vistas. Las piernas van bien, aunque la mente siempre con una parte puesta en el reloj. Aquí tampoco voy a tener mucho margen. Me adelanto y tras bajar unos escalones, el camino pierde altura con zigzag y sin mucha pendiente con lo que puedo trotar unos kilómetros exceptuando las zonas con piedra mojada y algunos escalones que hay que salvar en el lecho del barranco. Al acercarnos a SImat por una carreterilla mi trote, como suele ocurrir, es más lento que el de otros que había adelantado en la bajada y me vuelven a pasar. Buen ambiente en Simat teniendo en cuenta la hora de la mañana que es. Avituallamiento situado a las puertas del Monasterio. Llego un poco antes que Paco que me sirve para recuperar algo porque sé que él parará poco.
Al llegar a la carretera que va a una de las urbanizaciones, de nuevo, llama la atención la vegetación que hay, y que con esta sequía haya rocas humedecidas por el rocío. Motivo por el que en algunas zonas más vale ralentizar el paso y dejar de trotar. En esta misma carretera se encuentra la fuente de Sirer en la que Paco aprovecha para coger agua.
Km 26,5 Simat 5h24’02”
Salgo del
avituallamiento y mi decepción surge cuando veo que la carrera no pasa por
dentro del monasterio. Un voluntario indica que la carrera es hacia la derecha.
Yo, que no soy oriundo de la Valldigna, le digo que me desviaré un momento a
hacer unas fotos. Ya que había llegado hasta aquí. Afortunadamente, en el
momento elegido no hay nadie en los jardines, así que la tarea lleva poco
tiempo. Al regresar a la calle, veo al voluntario vigilante en actitud de que
ninguna oveja se salga del redil. Le doy las gracias y vuelvo a la altura de
Paco camino de la ermita de Santa Ana.
Ahora es cuando va a
empezar a entrar en juego la cabeza puesto que me adentro en un kilometraje
que, por circunstancias, habitualmente no entreno. La subida por una calle
asfaltada primero y luego de tierra es para calentarte las piernas. Lo más
positivo es que habiendo guardado fuerzas y, aunque sea a ritmo de marcha,
vamos alcanzando y adelantando a algunos corredores. En uno de los virajes Paco
me anima a hacer una última foto de Simat con su monasterio. Ascendemos al
collado de Les Foies y ahora el terreno es más suave, aunque siempre pedregoso.
La salida a una pista forestal es un espejismo que dura apenas un centenar de
metros.
Los siguientes kilómetros
transcurren por la falda de estos cordales, siempre con el Mondúber de testigo
de nuestro avance. Siempre sube y baja. Siempre con dificultad para trotar (y
que merezca la pena). La cabeza empieza a avanzar más rápido que las piernas y
el calor empieza a apretar cuando no sopla el aire. La humedad también la noto.
Bien es cierto que, a estas alturas de la carrera, casi todos ya van en su
sitio, así que apenas hay variaciones de puesto. Incluso vemos que recortamos al merme la distancia con un cuarteto
que tenemos delante. Pasamos un par de corrales y seguimos haciendo virajes. Se
siguen haciendo largos los kilómetros. Trato de mantener lo mejor posible la
hidratación porque cuando no sopla el aire cuesta creer que estemos a las puertas
de noviembre. Finalmente, en un llano vemos la carpa del avituallamiento
escapándoseme una sonrisa tonta derivada del esfuerzo.
Km 37,5 Corral del Obrer 7h23’37”
A pesar de lo que mentalmente ha
costado llegar hasta aquí, no demoramos mucho la parada. Tampoco voy con mucho
margen y la salida del avituallamiento es cómoda por un sendero en ligera
bajada. Aprovechamos para terminar de comer por el camino. La siguiente parada
está a apenas 6 km, pero la sorpresa que guarda es morrocotuda. Un kilómetro de
bajada al que sigue otro de subida y que parece más largo con el sol pegando en
la espalda y sin una brizna de aire. Le pregunto demasiado a Paco por el
kilometraje y por lo que viene. Inconscientemente siempre motivado por el
tiempo. De alguna manera lo de Somiedo aún lo tengo fresco. Afrontamos una
segunda bajada en la que se ve el final de una pista forestal. Creo recordar
que pasamos junto a una pequeña canalización construida en el siglo XVII, según
indicaba una señal. Los pocos metros en los que entramos en la pista son
llanos, cómodos y sirven para preparar las piernas para lo que viene. ¡240 m de
desnivel en 900 m! Como El Despeñador lo refleja la topografía. ¡Qué manera de
celebrar que acabamos de culminar la maratón de carrera! Desde el primer paso
me dice Paco que vaya a mi ritmo. Se lo agradezco y, además es lo que tiene que
ser porque tratar yo de ir al suyo me reventaría y si él me esperase, se
cansaría innecesariamente. Así que a mi paso voy afrontando este muro. Son unos
cuantos los corredores que se ven desfilando por esta pared, alguno incluso
parado para coger aire y tratando de recuperar el resuello. Oigo los ánimos de
Paco que ya se sitúa en un bloque de rocas superior. En un determinado momento
la senda se vuelve vertical siendo el uso de la cuerda más que recomendable.
Agarrando los bastones con una mano y aferrándome a la cuerda trato de forzar
las piernas lo vemos posible en estos escalones. La mente se consuela con que
cada paso de este tipo estoy salvando casi el metro de desnivel. Es un reguero
intermitente de corredores en los que la mayoría apenas queremos levantar la
cabeza y ver lo que nos queda. Recuerdo mi cara de incredulidad cuándo afirmativamente
me contestó a Paco a la pregunta de: “¿tenemos que subir hasta ahí?”.
Súbitamente la pendiente se suaviza en la entrada de un pinar con una pista.
Apenas a unos metros está el avituallamiento. Necesito tumbarme y poner las
piernas en horizontal.
Km 43,4 Pista 9h42’50”
Los voluntarios a los
que quiero dar en esta crónica las gracias, reaccionan rápidamente - hasta el
punto de darme apuro - para ponerme algo sobre lo que pudiera tumbarme. Entre
tanto, Paco me ha guardado posiblemente el último plato de paella. ¡Qué ganas
de comer en condiciones! Tras 15-20 minutos parados, y ya cumplidas las 10
horas de carrera, salimos en dirección al Clot de la Font. La salida por la
senda es cómoda atravesando un llano y antes de encarar, de nuevo, la bajada
hacia el valle de la Valldigna, la carrera atraviesa por uno de los lugares que
más he disfrutado: unas ruinas de un castillo. No en vano, esa loma se denomina
Loma del Castell. Media docena de fotos
seguro que se llevó este paraje. Resulta agradable conocer un lugar por primera vez y, además, no haberlo preparado. La sorpresa es aún mayor. Además, desde el castillo se ve que los siguientes kilómetros por los que avanza la carrera son los más cómodos de la misma. Llano y pista ancha. Primero, hay que poner atención en el primer tramo de bajada cuando se abandonan las ruinas por la presencia de arenilla y piedra suelta. Alcanzado el fondo del valle, y con una conversación amena y de carácter personal, llegamos casi sin darnos cuenta a la Clot de la Font.
seguro que se llevó este paraje. Resulta agradable conocer un lugar por primera vez y, además, no haberlo preparado. La sorpresa es aún mayor. Además, desde el castillo se ve que los siguientes kilómetros por los que avanza la carrera son los más cómodos de la misma. Llano y pista ancha. Primero, hay que poner atención en el primer tramo de bajada cuando se abandonan las ruinas por la presencia de arenilla y piedra suelta. Alcanzado el fondo del valle, y con una conversación amena y de carácter personal, llegamos casi sin darnos cuenta a la Clot de la Font.
Km 48 Clot de la Font
Avituallamiento en una
fuente que invita al descanso, con lugares para sentarse, pero sin demasiado
tiempo para ello. Cargamos agua y comemos algo. Trato siempre de obligarme a
estar hidratado. El cansancio suele ser mal consejero para esto, aunque creo
que en esta carrera me está yendo bastante bien este tema. Abandonamos la
fuente continuando por el fondo del valle junto a campos de naranjos. Unos
metros más antes de girar a la derecha para ascender el barranco de Cremades
por su margen derecho. La tarde ya está avanzada y el calor está dejando de
hacer mella. Al inicio de la subida, Paco se detiene para cargar su reloj y
hablamos de que yo continúe a mi ritmo hasta que él me alcance. Comienza la
subida en zigzag y veo un corredor unos metros por delante, viéndome bien en la
subida le paso y continúo a buen ritmo. Vuelve a sorprender la capacidad que
tiene el cuerpo que, por distintas motivaciones, rinde más de lo que uno podría
esperar. En este caso creo estar en disposición de enumerar las siguientes:
haber rebasado unos cinco participantes desde la salida de la fuente, no hacer
esperar más a Paco y tratar de que me alcanzara lo más adelante posible, y
sobre todo, apretar los dientes hasta que se hiciera de noche. Cerca de llegar
al Pla de Campillo, una loma redondeada que supone la penúltima subida de la
carrera, consigo alcanzar a otro corredor. Llevo buena marcha y miro hacia
atrás viendo que Paco viene a un centenar de metros. ¡Al menos pudo hacer su
subida a su ritmo! Aún quedan los últimos rayos de sol y no hay que aflojar.
Tras un breve tramo por pista, de nuevo se sigue por una senda estrecha y
pedregosa. En ocasiones, y durante toda la carrera, la vegetación me deja algún
recuerdo en forma de arañazo.
Es en este tramo y antes del
rodeo por el Pla de las Foyas donde ocurre el siguiente episodio desagradable a
la vez que casi esperpéntico. La carrera de la media maratón tiene esta parte
compartida con el recorrido de la ultra (al igual que en otros ha sido la
maratón y la de 10 km) y quiso el destino que coincidiera con los dos primeros
corredores de esta disciplina, que como ya os imagináis venían muchísimo más
rápido que yo. La cuestión es que habiendo descrito como he hecho el recorrido
de la carrera, de repente oigo voces pidiendo paso. Voces en la peor
connotación que os podáis imaginar. Al medio minuto pasa el segundo con las
mismas formas. ¡Cuánta oligofrenia! Y si bien esto es una valoración subjetiva,
de forma contrastada y fehaciente os diré que esta actitud no tiene
absolutamente nada que ver con la que nos encontramos con otros participantes
que incluso iban entre los 10 primeros. Éstos pedían paso cuando pudiéramos e
incluso te daban ánimos para terminar tu distancia. Afortunadamente, considero
que esto es lo más extendido en el Trail. “¡Van cegados!"- me dice Paco
después de gastarme él también la broma de pedirme paso a voces. ¡Jajá!
Terminamos de dar el rodeo al Pla
de las Foyas y ya encaramos la bajada hacia el camino de servicio de la autopista
donde está situado el avituallamiento. Aquí volvemos a trotar un poco, mientras
nos van adelantado – como os decía- los siguientes participantes de la media
maratón. El penúltimo obstáculo está salvado y llegamos al avituallamiento del
Pas del Burro.
Km 58 Pas del Burro 13h17’16”
La noche ya está
encima. Apenas quedan 8 km para terminar, pero incluyen un esfuerzo mental
adicional. La gente de la media maratón va directamente al pueblo y le quedan 3
km. A nosotros… yo sólo sé que vuelvo a oír a Paco “por ahí arriba”. Parece que hay tiempo, pero de nuevo la noche y
este último desnivel por las mentadas sendas pedregosas, hacen que en mi mente
aparezcan los nubarrones que no hay en el cielo. Paco me vuelve a dar
numerosísimos detalles de lo que me espera. Cuestas pronunciadas, descansitos
que aprovechamos para comer. Vamos ganando altura y yo voy descontando metros.
Ahora sí que descaradamente me va esperando dándome ánimos constantemente
porque queda poco para conseguir el objetivo. Aún tengo fuerzas para prestarle
atención en la historia que me cuenta de una piedra desprendida de un cortado.
Pasó por la mañana y por la tarde, de vuelta, estaba caída. Parece que
coronamos. Siempre parece. A lo largo de toda la carrera, salvo alguna
excepción, lo que se culminan son lomas redondeadas que retrasan el descenso
claro hacia el siguiente valle.
De hecho, en un último rodeo al
Peñón de Ferragui adelantamos a un corredor del ultra. Voy ya casi sin fuerzas,
pero al menos la marcha es parecida a la de los que quedamos en carrera.
Volvemos a virar hacia el este, orientados hacia la meta, aunque aún no se
inicia la bajada. Quedan unos cuantos cortos tramos de subida que me recuerdan
que el rompe piernas no ha acabado. Afrontando la última bajada tengo que
pararme a quitar una piedra de la zapatilla. ¡Qué dolor en las piernas para
hacer según qué movimientos! A duras penas consigo volver a atármelas y
reanudar la marcha. Un cuarteto que no sé muy bien de dónde salió ha venido
siempre a un centenar de metros de nosotros y hemos conseguido mantener la
distancia. Todo suma para mantener la moral. Muy directa la pendiente
alcanzamos el camino de servicio de la autopista en seguida. Ya está hecho
quedan unos 3 km a la meta. Paco sigue con su buena marcha y me obligo a trotar
siguiendo su recomendación. Apenas consigo hacer 500 m. hasta el giro en el que
nos encontramos con el camino que seguíamos saliendo de Xeraco hace ya hace
casi 15 horas.
Un último paso por el lecho del
barranco y llegada al asfalto. Nos juntamos con otro corredor de la media
maratón que nos acompañará hasta el final y me anima a terminar trotando la
carrera. Ahora sí que saco fuerza para hacerlo hasta el final.
Km 66,1 Meta (Xeraco) 15h07’03
Finisher del Mondúber Ultratrail.
No me queda más que agradecer enormemente a Paco Belda su compañía, sus
consejos, ánimos y el haberme esperado porque fácilmente hubiera tardado un par
de horas menos. También agradecimiento a los magníficos voluntarios de la
carrera.
También decir que las sierras que
rodean el Mondúber comprenden una zona en la que me han sorprendido gratamente
sus parajes naturales.